AgroRuralNoticias

Pasión por las tunas: Judith Ochoa dedicó su vida a investigar ese cultivo, del cual se pueden aprovechar sus frutos y brotes (como si fueran lechuga) y puede ser tan buen forraje para el ganado como el maíz

Fuente: Bichos de Campo 20/10/2024 17:03:42 hs

A pocos kilómetros de la capital de Santiago del Estero, entre hileras de “cactos” (como se le dice correctamente a los catus) y arboledas, María Judith Ochoa asegura que Argentina está dejando pasar una oportunidad única frente a sus narices. Lo dice porque es ingeniera agrónoma y doctora en ciencias agrarias, y todo ese conocimiento

A pocos kilómetros de la capital de Santiago del Estero, entre hileras de “cactos” (como se le dice correctamente a los catus) y arboledas, María Judith Ochoa asegura que Argentina está dejando pasar una oportunidad única frente a sus narices.

Lo dice porque es ingeniera agrónoma y doctora en ciencias agrarias, y todo ese conocimiento lo dedica hace décadas a la investigación y el desarrollo de la tuna o nopal, una de las especies de cactáceas que, tal como se empeña por demostrar Judith, sirve mucho más que para adornar los paisajes norteños.

La sede de la Facultad de Agronomía y Agroindustria de la Universidad Nacional de Santiago del Estero es el gran laboratorio con el que cuenta la especialista, a quien muchos llaman “la reina de la tuna” y que se ha erigido como una referente indiscutida del cultivo, a punto tal de representar a la Argentina en un grupo de trabajo de la FAO.

Allí, entre sus módulos experimentales, la investigadora recibió a Bichos de Campo para profundizar en los muchísimos usos que tiene una planta tan conocida, como ignorada al mismo tiempo.

Mirá la entrevista completa:

La tuna es una especie a la que Judith califica como “muy noble” y con alto potencial. La conocemos vulgarmente así, pero su nombre científico es Opuntia ficus-indica y fue una de las primeras plantas que llevó Cristóbal Colón a España tras sus viajes al continente americano.

De hecho, en el norte argentino es muy popular por la fruta que da, que es consumida fresca o procesada y es la razón por la que hay alrededor de 1.000 hectáreas implantadas entre Santiago del Estero, Córdoba y Catamarca, que tienen ese objetivo comercial, la venta de la fruta. Pero la tuna no es sólo su fruta, y eso es, precisamente, en lo que Judith trabaja a diario.

“Hay tres sistemas productivos muy particulares”, explica la investigadora, porque, además del circuito tradicional, existe la tuna forrajera y la tuna hortícola, ambos desarrollos muy incipientes en Argentina pero que en el mundo ya prosperan, por su potencial comercial y productivo, y porque permiten aprovechar tierras en las que otras actividades productivas son inviables, por su baja fertilidad y la falta de lluvias.

Ese es el caso, por ejemplo, de Brasil, que ya destina unas 600.000 hectáreas para la producción de tuna forrajera, una alternativa para tener alimento in situ el año entero sin preocuparse demasiado por las condiciones climáticas. “Se ha desarrollado mucho porque la han utilizado para resolver un problema que ellos tenían en el nordeste, que es una pluviometría muy baja”, explicó la especialista.

Pero no sólo los animales pueden comerse un cacto. Es que, además de insertarse en el mercado frutícola, la tuna también puede competir con las verduras de hoja gracias a su variedad hortícola. En su desarrollo, también tuvo mucha injerencia Judith.

“Pensando en el paladar exquisito de los argentinos, en el año 94 introdujimos la especie Opuntia cochenillifera, de la que se obtiene un brote que se consume”, explicó la investigadora, que además observó que “tiene el sabor de una chaucha y el valor nutritivo similar o superior a la de la espinaca”.

A Judith le apasiona el conocimiento y ha dedicado prácticamente gran parte de su carrera a investigar estos cultivos. Todo surgió cuando su padre, el renombrado investigador del INTA, Luis Horacio Ochoa, le obsequió unos ejemplares de tuna al retirarse, tal vez sin saber el efecto a futuro que eso tendría. “Eso me marcó la vida, porque hoy es mi pasión”, destacó.

Leyó al reconocido taxónomo Kissling y mantuvo la vocación por la ciencia de su padre. Tal ha sido su entrega, que la docente y agrónoma se ha erigido como representante de la Argentina en una red internacional abocada a la difusión y revalorización del cultivo. Algún día, sueña con ver en el patio de cada casa una planta de tuna, y a poblaciones enteras aprovechando sus beneficios.

 

“Para mí es una gran deuda pendiente como docente en esta casa de estudios. Falta mucho, y espero que alguien continúe este camino”, dice Judith casi entre lágrimas.

Mientras aquí es aún una curiosidad, en Sudáfrica, Chile, Brasil y Uruguay, con climas y ecosistemas similares al nuestro, ya sacan provecho de este y otros cactos. El gran secreto detrás es que no tienen riego y requieren de poca lluvia, por lo que serían una gran opción para gran parte del NOA argentino, en donde crecen al costado de la ruta.

“Aquí en Santiago del Estero tenemos un suelo muy pobre, con menos de 2% de materia orgánica y la tuna es un cultivo que tiene un potencial inexplotado en la parte hortícola y forrajera”, explicó la especialista.

En su extensa carrera, Ochoa ha trabajado codo a codo con instituciones de prestigio, y son muchos los triunfos que acumula en su repisa. Con el Conicet, por ejemplo, han podido demostrar que la tuna y otras cactáceas tienen contenido de antioxidantes y vitamina C, mientras que, con FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, evalúan el impacto positivo que tiene el cultivo para combatir los efectos de la pobreza y el cambio climático.

Y también han logrado lo que aparentemente era imposible. En su proyecto de difusión junto a la Cruz Roja, implantaron 2 hectáreas de tunas en las Salinas de Ambargasta, suelos en los que, al menos como indicaban los libros, era imposible que prosperaran. Se animaron a desafiarlo y se anotaron el triunfo.

Queda claro que el potencial del cultivo es prometedor, pero, a comparación de otros países, las 1000 hectáreas comerciales de tuna que hay implantadas en Argentina son muy escasas. Encima, su reproducción es muy sencilla, señala Judith, porque se hace a través de los cladodios o “pencas”, al igual que muchas otras especies de cactos y suculentas.

“Hay que hacer que el corte cicatrice por lo menos una semana, dejarla que se seque y se planta enterrando hasta la mitad o más. Luego, en cada uno de los lugares donde hay espinas, nace una raíz”, explicó la investigadora, que hace el trabajo de forma periódica para mantener su propio vivero.

La idea es contar con un buen reservorio para multiplicar las poblaciones  y abastecer con variedades a quien lo requiera. Lo han hecho en muchas campañas de difusión en colegios, donde otorgaron pencas a los alumnos para que sus padres planten en sus casas, y también lo hacen en colaboración con otras instituciones.

El procedimiento es muy sencillo: “cuando alguien pide material, se corta la paleta y se entrega”, explicó Ochoa. Al recorrer las hileras de ese tesoro que conserva hace años, se pueden ver especies mexicanas, italianas, santiagueñas y hasta algunas muy específicas, como es el caso de la Opuntia robusta, que es resistente a bajas temperaturas y la desarrollan a pedido de Uruguay.

Lo de trabajar con variedades exóticas no es nada nuevo para Judith, que se ha abocado particularmente a investigar las provenientes de México, de cuyo fruto no se consume la pulpa, sino la cáscara, y tiene una acidez similar al limón. “Con esa tuna lo que se hace es cocinar salsas y sopas, y se ha estudiado que tiene una acción hipoglucemiante”, señaló, en relación a los beneficios que puede traer para pacientes con diabetes.

En paralelo, también dedica parte de sus recursos a trabajar con otros cactos columnares que producen frutos en conjunto con el Instituto del Desierto de Israel. “Estamos seleccionando los frutos por características organolépticas que sean de interés para el consumidor, como el dulzor y el porcentaje de jugo”, explicó Judith.

Pero hay mucha tela para cortar. “Consumir la fruta fresca es sólo uno de los usos”, advierte la especialista, y quizás el mayor atractivo para el sector productivo lo represente la tuna forrajera, por su capacidad de reemplazar al maíz en tierras secas, incluso con un rinde mayor al 20%.

“Si a una vaca le das alfalfa, maíz y tuna, va hacia las tunas porque les encanta”, asegura la agrónoma en su recorrida por los módulos experimentales. La idea, en conjunto con la casa de estudios a la que pertenece, es brindar un servicio a los productores, abastecerlos con pencas e impulsarlos a tener su plantación para asegurarse una reserva todo el año.

Desde ya que, como todo cultivo, tiene sus secretos, y Bichos de Campo le preguntó al respecto a Judith.

-¿Cómo se procesa la tuna forrajera?

-Hay muchos sistemas. Lo más común es cortar las paletas de la planta, picarlas y dárselas de comer a las vacas directamente, algo que ya hacen Brasil y Uruguay. El otro sistema es el pastoreo directo, es decir, llevar a las vacas a que coman directamente de la planta y retirarlas una vez que se llega al cladodio madre, la planta que va a tener que volver a brotar. La tercera opción, en la que también trabajan algunos pocos productores del norte de Brasil y que aún no se ha probado en Argentina, es cortar las pencas como si fuesen papas fritas, secarlas, molerlas y convertirlas en una harina.

-¿Qué variedad de tuna se usa para el proceso?

-Para producir tuna forrajera se utiliza la variedad tradicional pero es plantada con una densidad tal como para que se obtenga mucha biomasa. El 90% de la composición de la tuna es agua y fibra, y la proteína bruta que le falta se la da la vaina de algarrobo, por eso en los módulos consociamos con filas de algarrobos blancos cada siete metros.

-¿Y la variedad comestible? ¿Puede crecer en cualquier lado?

-Hay mucha gente que tiene tuna en el patio de su casa y siempre pregunta qué más puede hacer con la con la planta. Yo considero que la tuna hortícola es un sistema productivo que todos deberíamos tener, aunque sea en una maceta, porque se le cosechan los brotes y vuelven a crecer, y la planta tiene una vida útil de 25 años.

-¿Qué potencial le ven?

-Es un recurso muy interesante para las provincias del norte con suelos pobres, como es el caso de Santiago del Estero. Por eso, ya lo incorporan los programas ProHuerta del INTA, que entregan pencas para poder plantar en casa y tener el año una hortaliza verde que se puede consumir a diario.

La entrada Pasión por las tunas: Judith Ochoa dedicó su vida a investigar ese cultivo, del cual se pueden aprovechar sus frutos y brotes (como si fueran lechuga) y puede ser tan buen forraje para el ganado como el maíz se publicó primero en Bichos de Campo.

Seguir leyendo


Noticias recientes