Casi 16.000 hectáreas con granos y animales: Santa Marta, la estancia donde el dogma productivo es la prolijidad
Entre Balcarce y Lobería, la Compañía Argentina de Tierras posee grandes extensiones de campos donde practica tanto producción agrícola como ganadera. Cómo es el modelo de trabajo en el que la tecnología está cada vez más presente para el desarrollo.
A la altura de Balcarce, al dejar la traza de la ruta provincial 55 que conecta Coronel Vidal con la zona de Necochea, los caminos rurales acusan una problemática recurrente en numerosas zonas de la provincia: pozos. Muchos pozos.
Quienes pasan a diario los conocen y van de un lado al otro en el camino, los tienen identificados y saben que “lo más riesgoso” es el asfalto que quedó a medio terminar de hacerse, o a medio terminar de romperse, es igual. “Es traicionero porque te confiás y de repente aparece un pozo peligroso en velocidad”, explica Juan Pimentel.
Tres camiones varados en el camino son la prueba de la situación. Los conductores debieron acomodar los vehículos antes de un badén profundo como los que suele haber en Balcarce, porque continuar hubiera sido riesgoso. Nada que preocuparse, de todos modos: una cómoda espera con mate y reposera prácticamente en el medio de la circulación. A tomar sol y relajarse en la mañana.
Pimentel habita la zona desde hace casi tres décadas y vio todos los procesos viales allí. Vive en el campo con su esposa, profesora de inglés, y sus hijos están radicados en la ciudad de Balcarce. Pero también fue testigo de la evolución productiva del agro al pie de las pequeñas sierras, las mismas que hasta atesoran algunos sitios significativos para la arqueología local. Hay restos de civilización puelche en varios sitios cercanos al casco urbano, y sobre todo en las antiguas sierras erosionadas por el viento.
Pero Pimentel, agrónomo de profesión, pondera la prolijidad del sitio en el que vive y trabaja. Recuerda con cariño al empresario italiano Carlo Benetton, alma máter de los desarrollos agropecuarios de la poderosa Compañía de Tierras Sud Argentino (CTSA), la firma local de la emblemática familia italiana que posee más de 900.000 hectáreas en toda la Argentina.
“Igual, más allá de la superficie, aquí está el verdadero corazón agropecuario de la empresa”, afirma uno de los responsables de la producción allí.
Es cierto: la dinámica de andar esquivando pozos por el camino no sucede dentro de la inabarcable estancia Santa Marta, donde la prolijidad es notoria. Por momentos no parece un campo, sino un parque.
“Es una escuela que nos legó Carlo, que venía no menos de cuatro veces al año y se quedaba varias semanas. Nos decía que todo lo que hiciéramos fuera con prolijidad”, recuerda.
Incluso su hijo Leone, hoy continuador desde Italia del “Holding di investimento Edizione S.p.A”, se sorprendió una vez que encontró un maizal en las cercanías de la mansión principal que está al pie de la Sierra Grande. Mandó inmediatamente a que esas hectáreas volvieran a ser el parque en el que gustaba caminar su padre, y que hoy es un sitio que bien podría ser una postal patagónica.
SANTA MARTA, UN ÍCONO PRODUCTIVO
Santa Marta es un conglomerado de 11 campos que la familia fue comprando paulatinamente hasta acumular un área de 15.901 hectáreas, que quedaron una parte en Balcarce, y la otra en el distrito vecino de Lobería.
La noche previa a la visita de Infocampo y otros medios periodísticos había llovido copiosamente en algunas zonas de la propiedad. En otras la lluvia había sido menor. En otras, no había llovido.
“Si lo midiéramos en línea recta desde una punta a la otra hay 70 kilómetros de distancia”, explicA el administrador, Juan Anchorena, que mostró el cuadro de precipitaciones con los puntos en diferentes colores con la incidencia del clima en la noche previa.
Dentro del campo viven 30 empleados, que sumadas las correspondientes familias eleva el número de habitantes a casi 60 personas. Hay una escuela rural dentro de la propiedad y la empresa compensa lo restante que se necesita para el traslado de los alumnos; la otra parte es aportada por la Provincia.
Otro punto vital en la gestión es el manejo de los incendios: es recurrente el ingreso de cazadores furtivos a la sierra y el encendido de fuegos sobre la ladera para quemar curros, el arbusto con filosas espinas que crece de manera salvaje allí. El viento, 400 metros por arriba de los campos, en la cima de las sierras, puede ser una bomba de tiempo.
“Los bomberos de Lobería trabajan muy bien”, ponderó Anchorena. Es un punto crítico dentro de una gestión que dejó la escuela familiar en 2018 luego de la muerte de Carlo Benetton, y que hoy en día con Agustín Dranovsky a la cabeza unificó criterios y datos para que la toma de decisiones, entre Buenos Aires y Treviso, en Italia, sea clara para Santa Marta y el resto de las propiedades que CTSA tiene en Santa Cruz, Chubut y Río Negro.
También hay inversiones mineras en San Juan.
LA NUEVA ERA DEL “BIG DATA”
A partir de abril de 2019 el manejo dejó de ser “familiar” y la recolección de datos pasó a ser una dinámica esencial. Incluso había administradores de las vastísimas estancias de la Patagonia que no conocían Santa Marta, y viceversa. La nueva gestión impulsó reuniones periódicas y aseguran que uno de los resultados emblemáticos de ese cambio en la cultura de trabajo decantó en, nada menos, que duplicar la producción de carne.
La empresa asegura que pasó de producir 18.200 kilos de carne en 2018 a estimar que alcanzará los 40.000 para el año que viene.
“Nuestra gestión del negocio agrícola se basa en el análisis de los suelos y en realizar ensayos, que pueden ser en semillas, en que probemos dosis de insumos como fungicidas o insecticidas. Formamos parte de la red de Aapresid en la zona y le alquilamos superficie a distintas empresas semilleras”, detalla Anchorena.
Juan Anchorena
En pasturas, la sociedad comercial va de la mano con Gentos. En materia de granos, se trabaja con Advanta, Don Mario y Corteva. El asesor agropecuario Martín Díaz Zorita es uno de los que visita mensualmente la propiedad para seguir de cerca la evolución de los cultivos junto a su equipo.
Anchorena ingresó a trabajar a CTSA de la mano de la nueva gestión y tiene bajo su ala la totalidad de las casi 16.000 hectáreas –más de 250 lotes– de las cuales 6.000 son de sierras y lotes para la ganadería, otros 8.000 exclusivamente para agricultura de punta (el 10% de ese espacio se destina a consumo de la producción de CTSA) y las 2.000 restantes producen pasturas de diferentes estilos.
En la nueva era de CTSA, la palabra ‘management’ se coló y empezó a moldear la forma de trabajo. “Fue un cambio de modelo, desde Edizione se cambió el management de la compañía y los objetivos”, explicó.
Un ejemplo: este año el segmento forrajero está en una profunda revisión, ya que se decidió fuertemente el uso de remolachas forrajeras, y el entusiasmo por la gran aceptación de los bovinos Angus y Hereford es total. Pero sobre todo por lo que implica en liberación de otras zonas pastoriles, ya que calculan que una hectárea de remolacha equivale a no menos de 7 de alfalfa tradicional.
Pero más allá del manejo de los campos, que tiene a Pimentel como responsable de agricultura para lo que es soja, maíz, girasol, trigo, cebada y los lotes forrajeros, también está Pablo Martínez al frente del planteo ganadero. La empresa produce cría y recría, tiene 2900 madres de Angus y 1700 de Hereford, una de las razas predilectas que tenía Carlo Benetton.
Incluso, una pequeña parte, el 20%, es totalmente engordada de manera pastoril y se produce directamente para la Unión Europea.
La otra pata fuerte para el esquema de Anchorena es Mario Coronel, quien supervisa a toda hora cómo y cuánto produce el feedlot que hay dentro de Santa Marta con los Angus y los Hereford, más alguna que otra Galloway que se vio dentro de los corrales. ¿Los clientes? Los principales compradores del consumo interno, como Coto, Frigorífico Rioplatense, Cencosud o Carrefour.
Se estima que el costo alimenticio del rodeo de 12.000 animales ronda los u$s 1,5 millones al año. Eso se compensa con una facturación cercana a los u$s 6 millones.
“Somos rigurosos en el tratamiento de la información y la toma de datos. Eso nació con ese cambio de management, antes se trabajaba de una manera más familiar y no se le daba la importancia (a los datos) para la toma de decisiones, porque hoy lo que se busca es que se puedan fundar esas decisiones”, explicó Anchorena.
“Hay que saber de acá a un año cómo será la alimentación de los animales, en mi balance forrajero debo analizar si lo que tengo me da o no para pasar el invierno, porque si acá en febrero no sembraste el pasto, en diciembre no lo tenés. Hay que anticiparse, es una responsabilidad muy grande”, remarca.
La administración central de CTSA está en Buenos Aires, con los correspondientes departamentos de RRHH, finanzas, impuestos y el sector de ventas.
“Hoy el día a día te lo dan el mail y el Whatsapp, estamos las 24 conectados entre los que deciden y hasta los que no toman decisiones, pero estamos todos conectados. Por suerte tenemos libertad para trabajar porque tenemos en claro los planes”, subraya.
Y completa: “Buenos Aires nos dice ‘estos son los objetivos, hagan lo que mejor saben hacer’, que es trabajar y ser profesionales. Y en base ahí empieza el trabajo diario. ¿Un ejemplo? Nuestro feedlot le comunica a comercial cuántas jaulas hay disponibles para vender y el peso de los animales. Allá deciden cuándo salen los animales. La interacción es total”.
Al respecto, también comenta que “la clave está ahí, en ser lo más dinámicos y circulares. El equipo está a la par mía y el éxito es de ellos, por estar todo el día encima de una manga, de un animal, de una rotación agrícola”.
Juan Anchorena, Ignacio Inda, Gonzalo Varela, Juan Pimentel y Pablo Martínez.
En ese marco, la oportunidad de exportar más producción de carne es una tentación en la que por ahora prefieren no caer.
“Lo vemos, es un anhelo, es un deseo, pero lo vemos un poco difícil porque estamos en un establecimiento donde conviven la agricultura y la ganadería, acá no es premisa sacarle a la agricultura para generar animales más pesados. La idea es tener varias canastas para diversificar el riesgo”, plantea.
El camino a futuro, sí, es elevar la tasa de destete e incorporar animales más pesados para que consecuentemente suban los kilos promedio en la salida. “Hoy sin duda hay un diferencial de precio importante, y lo vemos. Pero no es de un año para el otro, es cambiar un modelo en el campo que demanda 5 años hacia adelante, sobre todo en ganadería”, cierra.
Después de las 18 el grupo de periodistas saludó al personal y dejó Santa Marta. En la entrada principal el letrero en metal colgante contrasta con las nubes de fondo, y enfrente hay uno similar, pero de la Estancia La Constancia. “También es propiedad de CTSA”, explican.
Más adelante ya no había temor por el barro y los camioneros, finalmente, habían podido seguir su camino.
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