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La ivermectina puede lograr «inmunidad de rebaño»

Fuente: Supercampo 28/07/2020 20:43:08 hs

Cuando al menos un 70% de la población alcanza la inmunidad natural activa se habla “inmunidad de rebaño”, un “efecto vacuna” 100% natural.

Por Héctor Carvallo*

¿Qué es la inmunidad? Es la resistencia a contraer una enfermedad. La inmunidad puede ser natural o artificial, y cada una de ellas –a su vez- activa o pasiva. La inmunidad pasiva artificial son los sueros (de acción corta). La inmunidad activa artificial son las vacunas (de acción mucho más larga).

La inmunidad natural pasiva es la que transmite la madre al feto, vía cordón umbilical (corta). La inmunidad natural activa es la que se obtiene por haberse enfermado (es la más larga, la más eficiente, pero también la más riesgosa, si la enfermedad en cuestión es muy letal).

Cuando al menos un 70% de la población alcanza esta última forma de inmunidad, hablamos de “inmunidad de rebaño”, con la cual se supone que la transmisión comunitaria queda reducida a su mínima expresión. Es un “efecto vacuna”, pero ciento por ciento natural.

Veamos dos ejemplos: España y el Reino Unido. España impuso una cuarentena sui generis (llamada “estado de alarma”), que no evitó un gran número de muertes, y no alcanzó la inmunidad de rebaño (sólo el 10 % de la población está inmunizada).

El Reino Unido es el país –después de los EEUU- que más mortalidad ha tenido en números absolutos. En números relativos (cantidad de habitantes / cantidad de muertos y cantidad de infectados / cantidad de muertos), supera a EEUU con holgura. Sin embargo, parece haber alcanzado la inmunidad de rebaño. Eso sería una victoria, pero a lo Pirro y habría que ver qué opinan los británicos sobre ese tipo de “victoria”…

La lógica sería tratar de alcanzar la inmunidad de rebaño, pero sufriendo la menor cantidad de bajas posibles.

Se pueden citar algunos ejemplos bélicos. Por un lado, el desembarco en Normandía fue trascendental y heroico, ya que marcó el principio del final del Tercer Reich; pero también signíficó la mayor matanza en una sola batalla.

Por otro lado, el ataque japonés a Pearl Harbor fue un acto traicionero, pero –desde el punto de vista bélico- causó gran daño con un número de bajas (japonesas) muy bajo, proporcionalmente hablando. Y esta pandemia también es una guerra.

¿Cómo alcanzar la inmunidad de rebaño en Argentina (y el resto del mundo) y vivir para contarlo? Proveyendo a la población de los medicamentos más efectivos para su protección (tanto para profilaxis de los “sanos”, como para tratamiento de los “enfermos”), y liberando gradualmente la cuarentena. ¿Es eso sostenible en el tiempo? La respuesta no es “sí” ni es “no”; la respuesta es depende…

Si se apela a medicaciones de ensayo (2.000 dólares por paciente y por día) es imposible ya que es insostenible.

Si se apela a sueros y/o plasmas, recuérdese lo dicho más arriba: eso no es inmunidad natural, ni es inmunidad duradera, ni los hay en cantidad y calidad como para su sustentabilidad.

Si se apela a vacunas, basándonos en datos serios (Moderna, etc.) todavía falta mucho. En este último sentido, debemos diferenciar los datos serios de los interesados, o las propagandas exitistas (el “estamos ganando” de la Guerra de Malvinas).

Si se apela a medicaciones que han demostrado (en forma estadísticamente aceptable) su efectividad, aprobadas por la ANMAT y de bajísimo costo, eso es posible, aún para economías tan vulnerables como la argentina.

El uso preventivo de carragenina (spray) más ivermectina (vía oral), demostró una eficacia de 9 a 1 en evitar la infección entre los Agentes de Salud expuestos al contagio. Eso se confirmó mediante sucesivos hisopados negativos, en forma estadísticamente significativa.

Pero, si -a futuro- se investiga a esos mismos Agentes en búsqueda de Inmunoglobulina G (factor de protección) muchos de ellos darán positivos.

Eso significa que se contagiaron en forma asintomática (tan leve que ni “movió” el amperímetro del hisopado), pero que logró inmunidad. Todo ello, a un costo de 5 dólares por persona y por día.

El uso terapéutico de ivermectina + aspirina, demostró una eficacia de 10 a 1 para evitar que los pacientes leves (de manejo ambulatorio) pasasen a formas moderadas y/o severas (que requieren internación).

A su vez, en los internados, el uso de ivermectina + dexametasona + enoxaparina (a la cual puede agregarse bromhexina como bloqueador de los receptores TMPRSS2), demostró que reduce la necesidad de ingresar a Terapia intensiva de 3 a 1. Y, lo más importante, que reduce la letalidad de 7 a 1. Todo ello a un costo de u$s 15 por paciente y por día.

¿Porqué hacemos hincapié en los costos? La vida humana no puede ni debe medirse en términos monetarios; pero la sustentabilidad de las políticas sanitarias sí.

Los datos hasta aquí enunciados no son datos de alquimia: están todos documentados y estadísticamente avalados. Con todo la anterior, Normandía se transformaría en Pearl Harbor…

Las preguntas que surgen, inevitables, son las siguientes: ¿Por qué la OMS no lo recomienda? ¿Por qué las Autoridades Sanitarias Nacionales no lo aplican?

La primer pregunta tiene una respuesta sencilla; pueril pero contundente: la OMS no ha acertado nada, desde el brote de Wuhan hasta hoy.

Ni un solo concepto, ni una sola indicación, ni una sola sugerencia; todo lo hizo tarde y mal.

Y en Argentina se siguen los “lineamientos” de la OMS -como un ciego sigue a otro ciego- en momentos en que el Mundo ha dado la espalda al organismo de Ginebra…

*Profesor Asociado de Medicina de la Universidad Abierta Interamericana y la Universidad de Morón y Coordinador Académico del Hospital Interzonal Alberto Eurnekian

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