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Gustavo Salvini vendió turrones, remendó zapatos y pudo comprar un campo en cuotas: Hoy es el más entusiasta criador de Angus y lamenta que los jóvenes se vayan del país

Fuente: Bichos de Campo 22/10/2021 08:20:39 hs

Gustavo Salvini nació en 1940, en el barrio de Mataderos y es fanático de Chicago. Sostiene que si volviera a nacer, le pediría a su madre que lo diera a luz de nuevo en Mataderos. Es que recuerda haber vivido una época en la que el barrio era hermoso. Porque cada casa tenía el potrero

Gustavo Salvini nació en 1940, en el barrio de Mataderos y es fanático de Chicago. Sostiene que si volviera a nacer, le pediría a su madre que lo diera a luz de nuevo en Mataderos. Es que recuerda haber vivido una época en la que el barrio era hermoso. Porque cada casa tenía el potrero y su corralón al fondo, todos los paisanos agarraban sus caballos y se iban a trabajar durante toda la noche, a preparar la hacienda para los remates de la mañana siguiente en el Mercado de Liniers, incluso con la escarcha en los inviernos. 

Recuerda Salvini que su padre trabajaba de `motorman` en el tranvía que salía de la actual Avenida Lisandro de la Torre y ganaba apenas 500 pesos, los que apenas alcanzaban para mantener a 10 hijos. Por eso Gustavo a veces tomaba mate cocido con un pan duro de tres días.

Cuando tenía 12 años, su padre le preguntó si se animaba a vender turrones para ayudarlo con los gastos de la casa. Aceptó y empezó a trabajar por necesidad. Se puso a vender en el colectivo que iba desde Liniers hasta Ezeiza, la línea 86, y en aquel momento ya manifestó sus arrolladoras ganas de trabajar y de autosuperarse, porque llegó a ganar más de 50 pesos por día: unos 1500 pesos por mes, porque trabajaba hasta los domingos. Un día su madre le dijo a su padre: “Che, tu hijo gana más que vos” y a él se le infló el pecho de orgullo. 

Gustavo cumplió 15 y entró a trabajar en una fábrica de calzado, en Flores sur, de 6 a 20. Y sucedió lo mismo, porque le pagaban por producción de pares. Él hacía 50 pares por día, por lo que se enteró de que, siendo un pibe, había llegado a ganar más que todos sus experimentados compañeros, que incluso tenían hijos de su edad.

“Después trabajé unos 12 años en el ferrocarril, de embretador, bajando la hacienda de los vagones, que llevaban a las consignatarias. Hasta que un amigo me vendió un taller de compostura, en La Tablada, de lo que no tenía experiencia, y se lo pagué en un año. Arreglé calzados por 20 años y me fue muy bien, me estaba haciendo mi ranchito y pagando mi Fiat 128″, rememora.

Escuchá toda la historia de Gustavo Salvini:

“Cuando cumplí 40 años, un gerente de ventas de una fábrica de zapatillas deportivas, Mario Coluccio, me dijo: `Yo te veo cómo te desenvolvés y podés dar para más. Ponete a vender estas zapatillas`. Fue el que me abrió el camino. Y yo pensé: ¿Cómo hago? Me vendían de a 400 pares y yo no tenía tanta plata. Entonces me busqué un socio y compré 200 pares. Pues me tomé las mañanas y en vez de ir a mi taller me levanté a las 5 de la mañana y me fui a vender a las zapaterías, desde Luján hasta Merlo. Me fue tan bien que, de 1000 pesos por mes, pasé a ganar 1000 pesos por día. Eso sólo pasaba en este bendito país, del que hoy los jóvenes se quieren ir y yo les digo: no se vayan”. 

Y continuó: “Empecé a crecer hasta que llegué a montar mi gran distribuidora en San Justo”.

A Salvini lo conocimos en el último Nacional de Angus que se realizó en Tandil, codeándose como si nada con grandes ganaderos de apellidos patricios que suelen poblar esa y otras asociaciones de criadores. Nos preguntamos, le preguntamos, cómo fue que llegó a parar en ese lugar.

“Mis abuelos paternos tenían un chiquero en Luján y a mí siempre me había gustado lo rural. Yo siempre les decía a mis hermanos: `Algún día me voy a comprar un campo`. Y ellos me decían que estaba loco. Como andaba bien con mi negocio, un día el gerente del Banco Provincia me dijo: `¿Te querés comprar un campo? Traeme todas las garantías que puedas y te doy el crédito`. Puse mi casita, en garantía. El Banco Provincia me dio 500.000 pesos y me compré un campo en el pueblito de Uribelarrea, en el partido de Cañuelas, que hoy es `mi segundo Mataderos`”.

De ese pueblito cuenta: “Cuando fui había 300 habitantes. Hoy ha crecido mucho y tiene muchos barrios privados. Pero después tenía que devolverlo en 10.000 pesos de cuota más 5.000 de interés. Y casi no me quedó plata para invertir dentro del campo. Entonces me fui con mi cuñado a comprar mis primeras vacas y cuando vino el veterinario descubrió que algunas no tenían dientes. Pagamos el derecho de piso, por la inexperiencia”, se sonrió.

“Después conseguí que el Banco Provincia me prestara 100.000 pesos, con un año de gracia, y compré 11 animales de pedigree en un remate nen La Rural. En ese tiempo el Angus negro era una locura. Ahora anda muy bien el rojo. Poco a poco fui aprendiendo porque yo sabía mucho de vacas, pero de consumo, no de producción. Y con amor, se aprende”, define.

“Hoy tengo una cabaña de Angus en 659 hectáreas y le puse el nombre de su difunta madre, Angelita, que perdí hace 50 años y fue la mejor mujer que conocí en mi vida. Era una `Madre Teresa de Calcuta`”, dice Salvini con sumo orgullo.  

Gustavo quiso hablar del problema de la `grieta` y mostró tristeza por los jóvenes que se vanm del país argumentando que la Argentina no les da posibilidades. Se siente con derecho para dar consejos: “Yo soy semianalfabeto con un tercer grado obtenido en el año 1953 y vivía en la Ciudad Oculta. En la villa, como jugaba bien al fútbol y era rubio, yo era Gardel, pero cuando salí de ahí no era nadie. Era Antonio Tormo cuando salía. Me tuve que hacer de abajo”.

“Para crecer en la vida tenés que pensar, escuchar… El que no escucha, no crece. Hoy estamos pasando por un mal momento porque el gobierno tiene una ideología que no comprende al campo y sostiene al que, `bueno, es el que no tiene nada`. Y yo, cuando no tenía nada y tenía 9 hermanos, no se si era bueno. ¿Y ahora porque tengo algo, soy malo? Hay tipos que no tienen nada y son buenos. Y tipos que tampoco tienen nada y no son buenos. Y hay gente que tiene mucho y es buena, y otra gente que también tiene mucho y no es tan buena. Pero no es que éste porque no tiene, sirve, y aquel, porque tiene, no sirve. A eso, sáquenselo de la cabeza”, reclamó. 

Le preguntamos cómo podríamos sacar al país de esta crisis: “En la Argentina hay que sentarse a hablar. Y el que habla, tiene que saber lo que dice. Porque yo compro un kilo de lomo a 900 pesos y mando comprar un kilo de helado de limón, que se hace en media hora con diez limones, y me lo cobran más de 1000 pesos. En cambio se tardan 3 a 4 años para hacer un lomo”, explicó.

Luego prosiguió: “Angus es la raza que represento y donde tengo mis grandes amigos. Abrió sus puertas y se vendió a todo el mundo y hoy estamos cerrando su exportación (por el cepo a la carne). Todo está al revés. Yo que soy analfabeto me quiero quedar en el país y muchos jóvenes con estudios universitarios van a Estados Unidos a limpiar los baños o a trabajar de mozos, con el respeto que merece cada oficio”.

“Yo, sin estudios, tengo 30 empleados en blanco. Tuve 7 meses cerrado en la pandemia, me comí el stock, y les pagué el sueldo a todos. Y un diputado tiene 40 asesores que no producen. Mis 30 empleados, producen. Si cada argentino tomara a otro empleado empleado, no habría desocupados. Un escocés vino a poner una cabaña y dice que éste es el mejor país del mundo”, desarrolla.

Gustavo se despidió con una lección de jovialidad y esperanza: “Cumplí 81 años y tengo proyectos, estoy plantando árboles en mi campo. Y además, haciendo trasplantes embrionarios para ver los terneros dentro de un año, y por ahí dentro de 3, llevarlos a Palermo. Y me cuido porque quiero vivir”.

“¿Usted puede creer que en La Plata, capital de la provincia, no hay una distribuidora de zapatillas? ¿Y que ni en Uribelarrea ni en sus alrededores tengamos una librería donde sacar una fotocopia? Hay mucho por hacer en este país. ¿Cómo que te vas del país porque no hay oportunidades? Venite conmigo y vas a ver que sí las hay”. 

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