En América, una pareja está creando una comunidad agroecológica multiproductiva
En tierras agrícolas bonaerenses, dos productores se asocian a emprendedores agroecológicos para el desarrollo de diferentes producciones.
Claudia Fournier (Foto izq.) y Diego Álvarez (Foto der.) decidieron hacer un cambio en el manejo agropecuario de un campo familiar. Definieron transitar un nuevo camino que implica más que la producción.
“En nuestra cabeza le empezamos a dar forma a este proyecto hace tres años”, se sincera Diego, pero “en lo concreto empezamos a trabajar en él hace un año y medio”, recuerdan.
Se refieren a “Suma Qaman”, una idea que abrazaron con fuerza y están concretando a paso firme. El nombre, explicaron, proviene la lengua aymara y está asociado a la cosmovisión de esa cultura indígena. Uno de sus cuatro hijos, quienes también son parte de este proyecto aportando algo diferente cada uno, lo encontró.
Para los aymara, apuntan, esta palabra refería al “buen vivir”, relacionado a la armonía que tenían con la naturaleza, con uno mismo, con el otro y con las divinidades.
Ellos dialogaron con Infocampo y contaron los detalles del proyecto agroecológico multipropósito, por medio de asociaciones con emprendedores, que están llevando a cabo en la localidad de América, en la provincia de Buenos Aires.
Diego estuvo siempre asociado a la producción agropecuaria, mientras que Claudia se dedicaba a la educación, fue directora y actualmente se mantiene como asesora. Hace varios años, coincidieron en una profesión en común luego de formarse ambos en el “coaching ontológico”.
“Hoy percibimos las relaciones humanas y las formas de relacionarnos de una manera diferente, y también miramos el aprendizaje desde otro lugar”, dicen, como uno de los primeros aspectos que hicieron a sus cambios de conceptos. Lo vincular, así como la idea de transmitir un aprendizaje, fue la base.
Suma Qaman, por ahora, es a pequeña escala, sobre unas 100 hectáreas aproximadamente, pero el plan es llevarlo a las 900 que tiene el campo mixto (700 hectáreas agrícolas y 200 ganaderas) que poseen. Este campo es una burbuja dentro de un grupo de unidades productivas, propias y alquiladas, de otra empresa familiar de mayor envergadura.
En el último viaje a la Patagonia, en el año 2020, Diego y Claudia llevaron un anotador y bajaron al papel las grandes ideas de lo que actualmente es “Suma Qaman”.
¿Qué se trabaja en 100 hectáreas? Diego explicó que hay 50 hectáreas de las instalaciones de un viejo haras de caballos de carrera sobre las que están produciendo huevos y pollos pastoriles, también hay colmenares, un tambo de oveja y la producción de corderos para carne, más una huerta ecológica. Por su parte, en otras 50 hectáreas produjeron cereales de invierno y legumbres (trigo, espelta, centeno y garbanzos), sin agroquímicos, para destinarse al fraccionamiento y molienda en otro de los emprendimientos.
“Nuestro objetivo es alcanzar la aplicación cero de agroquímicos en diez años sobre la superficie total”, explica el productor. Sobre las hectáreas de agricultura extensiva hacen parcelas de prueba con una rotación que involucra cultivos de servicios, en busca de las mejores prácticas productivas que luego se replicarán en el total de la superficie. En esta actividad están siendo asesorados por el técnico cordobés Lucas Andreoni.
Las intenciones para encarar esto se despertaron por varias vías, confiesa la pareja. “Una de ellas, se trata de la realización de una agricultura que resulte más armónica. Veíamos que lo que hacíamos significaba forzar cada vez más la máquina. Por otra parte, influyó un cambio alimentario que venimos haciendo hace más de diez años. Nos enseñó mucho más lo que significa la salud en función de la alimentación. Así, entendimos mejor sobre qué alimentos consumimos y cómo se producen”, explica Claudia.
Por otra parte, este cambio, cuentan, nació a partir del encuentro con la naturaleza en muchos viajes a la Patagonia. El sur del país terminó de moldear su filosofía. El último, concretamente, fue la bisagra a inicios de 2020: llevaron un anotador y bajaron al papel las grandes ideas de lo que hoy es “Suma Qaman”.
Este compromiso escaló a tal nivel que ya se están mudando a vivir en el campo, dejando atrás su casa de la ciudad de América, en la que están hace 30 años.
La pareja reconoce que en este año y medio de trabajo pasaron muchas cosas. Entre ellas están que, por sí solas, empezaron a llegar las personas y los emprendedores que quisieron ser parte de la comunidad. Dicen también que este gran cambio que encararon es un aprendizaje acelerado cada día.
Diego reflexiona: “A diferencia de otros proyectos en los que participé, en los cuales me encontraba intentando motorizar, acá siento que tengo que encausar las fuerzas y el empuje de otros”.
Proyecto y producción
Entre las producciones más avanzadas, dicen los protagonistas, el tambo de ovejas es una de ellas. Esta temporada están produciendo los primeros quesos a fasón, con un maestro quesero de Las Flores (Buenos Aires), pero aspiran a que, en un par de años, la fábrica esté en el campo.
“Este año, en uno de los galpones del haras, hicimos las instalaciones para el tambo. Tomamos un crédito, enmarcado en el contexto de la nueva Ley Ovina que, entre el retraso en la entrega y la inflación, perdió un poco de alcance pero igualmente fue satisfactorio para construir la fosa y la línea de leche. En este otoño, estará terminado ese lugar. Por ahora, el ordeñe fue móvil”, relatan.
Otro de los proyectos que ya camina bien, explican, es la producción de miel, cuyas colmenas se colocaron el último invierno. “Hicimos una microinversión en la sala de extracción del apicultor, para que pueda segregar la miel que viene de este entorno biológico de otros donde él tiene colmenares”, señala Diego.
Pero, añade Claudia, “ya nos explicó que nota diferencias en la primera campaña. La más importante es que las abejas produjeron más miel este ciclo en el entorno natural”.
También, la producción de pollos parrilleros a campo está activa desde hace siete meses, con varias camadas que ya se faenaron. “En este caso, conseguimos hacer un acuerdo con la escuela agraria de Fortín Olavarría -a 30 kilómetros de América-, quienes tienen una sala de faena que está impecable y sobredimensionada para la producción de la escuela. Para nosotros, fue la solución a un problema porque no podíamos faenar en el campo. Ellos lo hacen muy profesionalmente y obtienen un ingreso por el servicio que nos prestan”, dicen. Por medio de un acuerdo con el frigorífico municipal, por otra parte, faenan los corderos.
A inicios de otoño, planean hacer la primera molienda de los granos, excepto el garbanzo, que se cosechó la temporada pasada. Para moler, tuvieron que convertirse en constructores artesanos.
“El molino de piedra lo diseñó y construyó Cristian, nuestro socio en ese emprendimiento, que es ingeniero industrial. Consiguió una piedra de granito maciza en San Luis, hizo el dibujo y la ingeniería para el ensamblado. Este tipo de molino es un plus de valor para los proyectos agroecológicos de fabricación de harina. Lo hicimos nosotros porque es una dificultad conseguir un molino de piedra ya construido”, explican. También aclaran que se realizó la primera prueba y funciona bien.
Recientemente, llegaron las gallinas ponedoras para el proyecto de los huevos agroecológicos, mientras que el mismo ingeniero industrial que construyó el molino, fabricó el gallinero.
En otro orden, la huerta agroecológica está llevada adelante por un grupo de emprendedoras que, hasta ahora, no habían trabajado huerta a cielo abierto. Ellas tienen toda una hectárea sistematizada con riego y están en el primer ejercicio de producción.
“La huerta la hicimos sobre cultivo de servicio y el desafío del primer año está resultando ser el control de malezas”, relata Diego, mientras que advierte que tiene una gran lista de aspecto para mejorar en la huerta. Ya produjeron zapallo, zapallitos, zucchini y también pepinillos. Estos últimos se están vendiendo en conserva, también a partir de un acuerdo con una emprendedora local.
A pesar de que la dinámica productiva y comercial está inicialmente armada, los objetivos 2022 que se trazaron Diego y Claudia son mejorar y optimizar toda la comercialización. También quieren visitar establecimientos que lleven delante, de forma agroecológica, las producciones que ellos practican.
“Queríamos que Suma Qaman respondiera a una necesidad. Reconocimos que ya hay una masa crítica de consumidores que buscan alimentos producidos sin agroquímicos, también otros que quieren conocer de dónde vienen esos alimentos y que estos sean más saludables”.
En la práctica, varios de los pequeños emprendimientos no alcanzan a sostener un empleado, por ende, Suma Qaman también participa en todos aportando la mano de obra. Asimismo, en este proyecto colectivo, cada uno de los socios es el director técnico del proyecto. Por ende, surge el desafío de coordinar e integrar seis proyectos diferentes.
“Poner el contexto para que todo esto fluya es suficiente demanda de trabajo para un ‘coach’. En sí, queremos generar algo más allá que la mera suma de emprendimientos: queremos que además tenga sinergia”, identifican.
Las innovaciones que vienen
Entre las ambiciones tienen en mente llevar adelante un proyecto de reciclado de residuos orgánicos para fabricar bioinsumos y, para ello, ya están en diálogo con una empresa de Trenque Lauquen (Buenos Aires).
Asimismo, están buscando reacomodar los bajos y las zonas marginales del campo, junto con una bióloga, para generar “áreas de restauración”. Lo mismo ya están haciendo en el área del casco (7 hectáreas), en la cual están haciendo un manejo diferencial para que se convierta en un típico y diverso “pastizal pampeano”.
“Antes -dice Diego- miraba el costo de invertir el tiempo y recursos en los bajos versus hacerlo en un lote agrícola. Siguiendo una lógica económica, a los bajos ni me acercaba. Sin embargo, ahora que lo puedo mirar diferente, admiro esas zonas marginales. Y esto es otro aspecto de nuestros objetivos: lo económico no es la única vara con que medimos lo que hacemos”, advierte.
“Está latente, relacionado con nuestras intenciones de restauración ambiental y de formación de corredores biológicos, crear un vivero de plantas nativas para hacer la restauración del pastizal en el campo”, afirma Claudia.
La historia productiva de Claudia y Diego es un camino, como ellos mismo definieron, que están transitando para aprender. En este viaje, buscan compartir su experiencia de búsqueda y aprendizaje, con sus aciertos y desaciertos, sin pretender convencer a nadie de la validez de esta forma de producción.