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Pensar que un país como Argentina puede desarrollarse sin China implica no entender el mundo en el que vivimos

Fuente: Bichos de Campo 18/08/2024 03:26:10 hs

Argentina es país para ricos colmado de gente pobre. Una vidriera en la cual bienes que en otras economías vecinas son básicos en el “corralito” argento son un lujo y eso hace que los habitantes del territorio tengan que trabajar el doble o el triple que los ciudadanos de las naciones normales para acceder a

Argentina es país para ricos colmado de gente pobre. Una vidriera en la cual bienes que en otras economías vecinas son básicos en el “corralito” argento son un lujo y eso hace que los habitantes del territorio tengan que trabajar el doble o el triple que los ciudadanos de las naciones normales para acceder a lo mismo.

Ese sistema de servidumbre es complejo y tiene múltiples componentes, uno de los cuales es la protección concedida a sectores económicos poco competitivos por factores de escala, tecnología o simplemente porque jamás habrían logrado existir sin apoyo estatal.

Esta semana se realizó en la ciudad de Buenos Aires el XIX Seminario Internacional del Boletín Informativo Techint sobre “China y la reconfiguración del comercio y las inversiones internacionales”, en el cual el consultor Dante Sica ofreció una charla muy esclarecedora sobre la situación argentina con respecto a la potencia asiática emergente.

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A diferencia de Brasil, que, más allá de los cambios de gobiernos, mantiene políticas de Estado estructurales orientadas a lograr una integración comercial estratégica con China, Argentina viene pegando “volantazos” sin rumbo que insólitamente transformaron al país en un proveedor sistemático de divisas de la nación asiática.

Sica explicó que Argentina podría ser –como lo es Chile– un gran proveedor de alimentos de China, pero que con los aranceles vigentes esa misión resulta imposible: se requiere una mejor y mayor integración comercial.

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El hecho de no tener una estrategia definida hace por demás vulnerable a la Argentina frente a los experimentados negociadores chinos. Este año, por ejemplo, se aplicó una reducción de los aranceles de ciertos agroquímicos con el propósito de mejorar la golpeada competitividad del agro argentino, pero sin requerir ninguna contrapartida al principal beneficiario de esa medida que es, precisamente, China. es decir: un “regalo” a cambio de nada.

Una política de integración con la economía china no es gratuita porque requeriría exponer a sectores que hoy viven de la protección estatal, como es el caso de los celulares y electrodomésticos ensamblados en Tierra del Fuego en el marco de un régimen de promoción que garantiza rentas extraordinarias a un puñado de familias.

Sica dijo que bastaría que el arancel actual del 35% bajase al 20% para que la competitividad de los artículos eléctricos y digitales chinos barriese del mapa a los productos ensamblados en Tierra del Fuego.

El consultor mencionó que Chile, a pesar de tener un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, implementó un arancel de casi el 25% para intentar proteger a sus fábricas de barras de acero, pero que eso no fue suficiente y ese sector dejó de producir al no poder competir con el producto chino. A veces es mejor “soltar” y listo.

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Gran parte de la protección de la industria ineficiente local proviene no sólo de los aranceles, sino del desquicio de la política económica, dado que el impuesto PAIS, los trámites necesarios para que los importadores puedan acceder a divisas y las regulaciones todavía vigentes son una suerte de barreras informales pero efectivas para asegurar la sostenibilidad del “coto de caza privado” que es la Argentina.

Sica, con buen tino, indicó que si el gobierno de Milei logra ordenar la macroeconomía, tales barreras informales desaparecerían y las importaciones chinas comenzarían a inundar el mercado argentino. La cuestión es que, tal dinámica, sin una estrategia comercial y diplomática que permita compensar las mayores importaciones con un crecimiento de las exportaciones hacia la nación asiática, sería la antesala de un desastre.

Para evitar problemas no es necesario inventar nada, sino simplemente copiar la estrategia de los países vecinos, ya sea el caso chileno con un TLC o el brasileño con un metodología del “paso a paso” en el cual, negociación tras negociación, se concede algo a cambio de una contrapartida comercial.

Por supuesto: tales acciones sólo pueden encararse con pragmatismo y sentido de la oportunidad; jamás con delirios de grandeza ni mucho menos posiciones mesiánicas.

Es bueno saberlo: Argentina es un “coto de caza” usufructuado por un puñado de corporaciones y familias

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