Estamos secos: Juan Carlos Garelli es un pequeño agricultor en plena zona núcleo y perdió casi todo. “Las ganas se me están yendo”, admite
Fighiera es una pequeña localidad del sudeste santafesino, a pocos kilómetros del límite con Buenos Aires, pegada al Río Paraná y muy cerca del Pavón. Esta región se encuentra dentro de la llamada zona núcleo productiva, aquella que proporciona las condiciones ideales para la siembra de granos, y donde habitualmente la agricultura encuentra los mejores
Fighiera es una pequeña localidad del sudeste santafesino, a pocos kilómetros del límite con Buenos Aires, pegada al Río Paraná y muy cerca del Pavón. Esta región se encuentra dentro de la llamada zona núcleo productiva, aquella que proporciona las condiciones ideales para la siembra de granos, y donde habitualmente la agricultura encuentra los mejores rendimientos. También está muy cerca del puerto de Rosario, donde se embarca el 74% de lo que se exporta desde el país.
Estas condiciones resultaban ideales para la producción agrícola hasta que comenzó la sequía que lleva 3 años, y llevó a la catástrofe a muchos productores, de todas las dimensiones, que no pudieron sembrar los cultivos de verano, y vieron cómo se perdía lo sembrado en invierno.
Estos departamentos del sur provincial resultaron ser el “epicentro de la sequía”, como dicen los agricultores por estos días. “Ya no es la Pampa Húmeda, es la Pampa Semiárida” murmuran también por la zona con una sonrisa a medias que mastica bronca. “Era el paraíso de la producción” dice Juan Carlos Garelli, uno de los tantos afectados por la falta de precipitaciones, y agricultor de Fighiera.
Mirá la entrevista completa con Juan Carlos Garelli:
Juan Carlos le cuenta a Bichos de Campo sus penurias: No pudo cosechar el trigo y las legumbres que habitualmente realiza en las 180 hectáreas que siembra. Pensó y diagramó la campaña de soja de la que hoy no queda nada. Solo se ve la tierra seca y algunas sojitas al costado del camino. Dentro del lote, las plantas muertas.
“Yo vivo de la agricultura. Siembro unas 180 hectáreas y todavía me queda la mitad de eso sin sembrar. Lo que se sembró, se sembró con todas las condiciones, muy bien hecho. Pero no había mucho perfil y las plantas se fueron secando con los altos calores, se fueron perdiendo las plantas. Es un cultivo que ya tendría que estar en el medio metro de altura. Se sembró el 18 de noviembre, nos agarraron los calores y se fue secando planta por planta, y quedó como se ve ahora”, cuenta Garelli.
Lo que el agricultor describe es la sequía en primera persona, el rostro humano de los informes técnicos de las entidades que hablan de las pérdidas. Juan Carlos sembró y no volvió a llover. Ese suelo tan rico en nutrientes y el otrora régimen de lluvias ideal para el desarrollo de los cultivos quedaron atrás. Al menos hasta ahora. Ni siquiera los 100 milímetros que recibieron en las últimas horas ayudan. Ya no hay vuelta atrás.
“No quedó nada de esto. ¿Qué podés sacar de esto? La sequía lo fue comiendo todo. No se dieron las condiciones de humedad y no pude sembrar la mitad de lo que pensaba. Ahora ya es tarde y no se puede. Va a haber muchas pérdidas porque no van a estar los granos que disponemos todos los años. Ya van tres años de no cosechar soja y yo dependo de la soja, el trigo, y las legumbres. Y tampoco pude hacer trigo o legumbre. Las legumbres no se sembraron y los camiones no van a tener su carga. Eso va a influir también en el pueblo, porque es un pueblo chico”.
Juan Carlos está cansado.
Durante estos años lleva perdido más del 60% de lo que produce, y dice que sólo le alcanzó para pagarle al dueño del campo, y no mucho más. “Algún ahorro que tenía se me fue consumiendo. Yo ya tengo 62 años y ya las ganas se me están yendo de seguir luchando por algo que cada vez va peor. Entre el gobierno, el tiempo y lo demás, todos nos pegan. Te pegan, siempre nos pegan”.
Ante las perspectivas de cambio de panorama climático y los pasos futuros, Juan Carlos cuenta: “Vamos a tener que sembrar legumbres y trigo para ver si podemos subsistir un poco más, porque no tenemos más recursos. Los recursos se terminaron, se fueron gastando, gastando y uno quiso siempre cumplir y ya no tenemos más para seguir”.
Garelli, que gentilmente abre la tranquera a Bichos de Campo, resume: “Esta zona era un paraíso. Hace tres años que el paraíso este se terminó. Es como que se viene dando vuelta el clima. Esta zona está pasando a ser seca y otra húmeda”.
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