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El veterinario Hugo Fernández reactivó el tambo de su padre y lo convirtió en un crisol de razas lecheras: “Vendedor que pasaba con algún semen curioso, se lo compraba”

Fuente: Bichos de Campo 30/10/2023 10:49:59 hs

Hugo Fernández (61) es veterinario, de Emilio V. Bunge, una pequeña localidad del partido de General Villegas, ubicado al noroeste de la provincia de Buenos Aires, cerca de Córdoba y de La Pampa. Allí siempre ha desarrollado su actividad profesional con total normalidad, pero ahora llama la atención por la impronta que le dio al

Hugo Fernández (61) es veterinario, de Emilio V. Bunge, una pequeña localidad del partido de General Villegas, ubicado al noroeste de la provincia de Buenos Aires, cerca de Córdoba y de La Pampa. Allí siempre ha desarrollado su actividad profesional con total normalidad, pero ahora llama la atención por la impronta que le dio al tambo que heredó de su padre.

“Soy de familia tambera, nacido y criado en el campo, donde mi padre inmigrante tenía tambo en la década de 1950, y de ser inquilino, pasó a ser un propietario chacarero, a 13 kilómetros al sur del pueblo”, cuenta Hugo.

“Mi viejo vivía en el campo y tenía granja, huerta y frutales. Pero un día se cansó, y en 1982 lo cerró y se dedicó a hacer invernada. Pasaron muchos años, yo me recibí en 1991, en 2006 decidí reabrirlo y empezamos a ordeñar un 6 de junio. Pero pasé a tenerlo como un hobby, y me puse a incorporar razas raras hasta conformar un crisol”, señala risueño.

“Vendedor que pasaba con algún semen curioso, se lo compraba -continúa Hugo-. Es el día de hoy que tengo de muchas razas. Empecé con Suecas Rojas y seguí con Ayrshire, Pardo Suizo, Montbéliarde, Jersey, Holstein, que es la Holando Argentino, y además las fui cruzando a todas”.

“La última incorporación que hice fue de cebú Gyr, de origen brasileño. Éstas últimas son muy lindas y ágiles, ‘vuelan’ por arriba de los boyeros y son muy lecheras, muy resistentes al calor y a las enfermedades, los terneros son fáciles de criar. Hablo de cruza porque compro el semen puro y se lo pongo a mis vacas, que ya tienen todas las razas cruzadas, aunque a veces meto toros de tres razas cruzadas, por ejemplo”, explica el veterinario.

En este punto hace una pausa: “Tengo claro que este hobby no tiene valor científico, no lo propongo como modelo, porque no mido nada, sino que lo hago por pura curiosidad”.

Hecha la aclaración, continúa: “Logro precocidad porque las preño muy jóvenes; rusticidad porque las largo a pasto; longevidad ya que llego a tener vacas de 12 a 13 años; fertilidad porque son muy fáciles de preñar. En época de sequía resisten más que las puras, como sucede con las criollas”.

¿Y de producción de leche cómo andamos? “Hago todo a pasto, pero no superan los 16 a 17 litros. Y si les diéramos balanceado, no superaríamos los 20 litros. Eso sí, son más carniceras que una Holando o Jersey puras”, detalla Fernández, quien tiene unos 400 animales en total, con 120 vacas en ordeñe, terneros machos, que son novillos engordados exclusivamente a pasto. Para manejarlo, se asesora con el ingeniero agrónomo Juan Pablo Lladó, especialista en pastos, asesor de un grupo Cambio Rural.

Hugo además alquila unas parcelas a 25 kilómetros de Bunge, hacia Banderaló, para hacer cría, recría y las inseminaciones: “En total trabajo unas 300 hectáreas, 200 son propias y 100 alquiladas. Son campos de poca aptitud agrícola, suelos pesados que si se inundan, cuando viene una sequía se ponen como piedra”.

“Pago los alquileres al valor de tantos kilos de novillo. Los caminos son malos, tienen más de 100 años y cuando llueve se torna imposible llegar al campo. Mi mamá aún vive en el campo, yo vivo en Bunge”, aclara.

Y sigue contando sobre su particular planteo: “En el campo hago terneros, terneras, novillos, vaquillonas y también toros. Sólo insemino las vaquillonas, las vacas están con toro. Siembro pasturas de alfalfa en base a grupos altos, 9 y 10, que tienden a crecer todo el año. El sistema es simple, porque no tengo mixer ni tractores. Al silo lo damos en autoconsumo, las vacas tienen que ir a comer al lote, pero no escatimamos en la mejor genética de semillas”.

Este veterinario, pero ganadero y tambero de alma, se reconoce un obsesivo de cuanto curso y charla se de sobre los rubros que le interesan, y se la pasa viajando para aprender y estar actualizado. “Pero viajo con mi esposa, así aprovechamos siempre para pasear y nos solemos quedar cuatro días para, de paso, conocer mi país”, explica.

Agrega que “en 2015 dejé de trabajar como veterinario para otros y me dediqué a mis emprendimientos. Mi esposa Yanina maneja el personal, las compras, los pagos y mucho más. Tenemos una hija bióloga, que está haciendo el doctorado en plantas nativas, es becaria del Conicet y nos usa el campo como laboratorio”, cuenta orgulloso.

Hugo tiene otras facetas en su vida: “Me gusta pintar murales, cosa que hago de modo amateur. En Bunge supe tener un restorán con cena-shows, ‘Los Lagartos’, el mismo nombre que le puse a la veterinaria que tuve en el pueblo. Después lo dejé para administrar dos campos grandes”, recuerda.

“Hoy le vendo la leche a lácteos Melincué, unos 2000 litros en tiempos de sequía, que pasamos durante tres años. Y cuando llueve, 4000 litros diarios”.

“En 2017 nos lo pasamos llevando la leche en tractor hasta el pueblo, por la inundación, y hubo gente que no salió del campo por tres meses. Daniel Carle me salvó aquella vez manejando el tractor. Sacábamos apenas 200 a 300 litros por día, pero lo hacíamos para no cerrar. Dos a tres veces por semana la llevábamos al pueblo. Iban varios tractores en caravana por si se quedaba alguno. Pasamos ocho meses sin que pudiera entrar el camión a buscar la leche. Yo tuve que quedarme dos meses en el campo”.

Algunos recuerdos conmueven: “Aquella vez cerraron 50 tambos. En realidad la inundación no fue tan grande, pero la falta de infraestructura de caminos nos mató. Hoy estamos peor, porque los caminos van quedando cada vez más bajos”, reniega el tambero.

“El sector lácteo está en crisis desde que yo nací -rememora Hugo-. En el pasado llegaron a haber 8 o 9 fábricas de quesos alrededor de Bunge. Se llenó de tambos chicos, en pequeñas parcelas de tierra, que llevaban la leche en carros. Hoy sólo quedó la fábrica Melincué, con unos 100 empleados. Los tambos pequeños y medianos estamos condenados a desaparecer, salvo los que pueden incorporar los robots, porque en realidad, éstos están pensados para los medianos, más que para los megatambos que ordeñan en tres turnos. Hace 20 años que se saca la misma cantidad de leche, pero cada vez concentrada en menos tambos. Es una pena porque el tambo genera muchas fuentes de trabajo, arraigo”.

Hugo concluye: “Hoy integro el consejo asesor del INTA de General Villegas, que abarca 13 partidos del noroeste de la provincia, donde represento al Círculo de Veterinarios. Mirá si seguimos teniendo esperanza y apostando a futuro que con mi señora tenemos un hijo de dos años. Sueño con vivir tranquilo, poder seguir tomando un buen vino con mis amigos y que el Banco me llame para ayudarme a crecer”.

Hugo Fernández eligió dedicarnos “Peor para el sol”, de y por Joaquín Sabina.

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