Pilu Giraudo se abrió paso entre varones para convertirse en la gran embajadora de la siembra directa, pero admite: “La jardinería es mi hobbie sanador”
“A mis hijos siempre les recomendé que hagan lo que hagan, que sea con pasión, aunque no siempre habrá pasión en todo, pero creo fervientemente que hasta con el último aliento de vida uno puede buscar hacer algo que lo apasione”. Este fue de los primeros Oli-Nada-Garcas “El podcast de tu vida” (más precisamente el
“A mis hijos siempre les recomendé que hagan lo que hagan, que sea con pasión, aunque no siempre habrá pasión en todo, pero creo fervientemente que hasta con el último aliento de vida uno puede buscar hacer algo que lo apasione”.
Este fue de los primeros Oli-Nada-Garcas “El podcast de tu vida” (más precisamente el capítulo 8). María Beatriz “Pilu” Giraudo, fue la primera mujer que pasó por estas charlas sobre la historia de vida de la gente de campo. Recomiendo, además de leer la nota, fervientemente la escucha en Spotify porque con la complicidad de su padre (uno de los fundadores de Aapresid) y sus hijos (Manu y Felu, como ella les dice), le hice escuchar un mensaje que me dio pie para hablar del legado recibido y del que entregó.
Ingeniera agrónoma recibida en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), quinta generación de productores de descendencia italiana, integrante joven de la génesis de la siembra directa en Argentina, abanderada del legado femenino en el quehacer agropecuario, incesante buscadora de nuevos conocimientos, desafiante, primera presidenta de Aapresid, “Pilu” se le anima a todo, incluso a los micrófonos porque cada sábado, junto a Jorgelina Traut co-conduce Campo Minado en Radio Perfil (Sábados de 9 a 11).
Hablamos de su historia de niña en el campo, de la pérdida de su hermana de muy joven, de la fortaleza de sus padres, de su abuelo Rudecindo, quien cuando ella le contó que quería ser agrónoma le dijo: “Pobrecita”. Otros tiempos.
En 2018 formó parte de las mujeres que crearon la Red de Mujeres Rurales, es productora, asesora y tiene un postgrado en alta dirección en Agronegocios y Alimentos (Fauba).
“Tengo un hobbie sanador, energizador y promotor de ideas que es mi jardín, cuando me pongo a hacer cosas me queda la mente en blanco… algo que no es fácil en mi”, confiesa “Pilu”. Pasen y lean…
-¿Cuál es tu historia vinculada al campo?
-Soy quinta generación y al campo lo viví en vivo y directo con mis abuelos tanto paternos como maternos y mis padres y mis hermanas. Somos tres mujeres. Carolina, la mayor, que lamentablemente a los 27 años se fue de esta vida, asique es un dolor que nos acompaña, y mi hermana menor María Victoria, “Toti”, que es diseñadora de indumentaria. Somos de un pueblito muy chiquito, Zenón Pereyra, en Santa Fe. Y somos la típica familia que llegaba el viernes y nos íbamos a pasar el fin de semana al campo. Había veces que si llovía había una sola camioneta para andar en el barro, asi que íbamos todos los que te conté, mis hermanas, mis padres y mis abuelos, en la camioneta. Si llovía no se podía llevar amigas, pero si no siempre alguna llevaba alguna amiga.
-¿Y cómo llegó lo de estudiar agronomía?
-Cuando elegí estudiar agronomía mi mamá decía que era como que siempre escuchaba quejas, viste que los del campo somos llorones, pero la semilla de ser productor había germinado.
-¿Qué cosas te acordás de que te hayan quedado grabadas a fuego en el alma?
-Estar con mis abuelos. La casa del campo, como toda casa antigua, era húmeda, asique me abuela lo primero que hacía cuando llegábamos era poner en un hervidor hojas de eucaliptus y había un aroma en toda la casa y mejoraba la situación de la humedad. Y es el día de hoy que huelo eucaliptus y revivo toda esa época. También me acuerdo el sonido de las ramas de eucaliptus con el viento me resulta muy lindo y casi adormecedor.
-¿Te imaginaste haciendo otra cosa? Porque tu padre, Don Luis Giraudo es escribano…
-Yo de chica jugaba a la maestra todo el tiempo. También jugábamos a la escribanía con mis hermanas. Si pensaba en algo de profesión era más por el lado de la medicina. Y cuando estaba en el secundario mi hermana mayor eligió estudiar abogacía para después ser escribana como mi papá. Y yo pensé, alguien va a tener que hacerse cargo del campo, así llegó la agronomía. Además, mi mamá me desestimulaba de la medicina porque yo era medio “Susanita” de la familia, la casa, y eso. Pero también me quería anotar en odontología. En Agronomía me atendieron super lindo, en odontología fueron más fríos. Salí de ahí y sentí que lo mío era agronomía.
-¿Y qué te imaginabas haciendo?
-En ese momento el campo nuestro era mucho más ganadero que agrícola. Asique me imaginaba más en una actividad ganadera que agrícola.
-¿Qué hacés hoy en lo privado?
-Trabajo en asesoramiento desde que me recibí. Siempre recalco que fuimos unos privilegiados los de mi edad, porque pudimos vivir la revolución de la siembra directa y Aapresid desde que estábamos en la facultad. Pudimos tener referentes tremendos muy de cerca. Poder vivir bien de cerca esa revolución y un curso de manejo integrado de plagas en INTA Oliveros me permitió trabajar bien rápido. Después me casé rápido con el papá de mis hijos, que era compañero de la facultad. Hoy estoy muy involucrada con el campo familiar, aunque mi familia piense que “no lo suficiente” (se ríe). Y hoy tengo la suerte de tener ya trabajando con nosotros a la sexta generación, Manu mi hijo.
-Le podés dedicar algún párrafo a la “Pilu” joven, siendo madre, empezando a trabajar, viajando, ¿Cómo te fue siendo madre e ingeniera?
-Tengo prácticas para contar y otras non sanctas… de cómo hacíamos para viajar y poder trabajar y llevarlos. Manu, el mayor no hizo salita de 4, entró en salita de 5 porque vivíamos en el campo. Mis hijos venían conmigo a todos lados. Para la mujer, tener una persona que te ayuda es fundamental. Es la posibilidad de no tener que interrumpir el trabajo. Los chicos son casi mellizos se llevan un año por lo que corté obviamente un año pero después seguí trabajando. ¡Y creo que los arruiné! (se ríe) porque los chicos tenían tractores, cosechadoras, vacas, todo el tiempo jugaban con eso. No teníamos tele en el campo. Veían todo el tiempo videos de empresas. Y cuando estaba en el secundario Manu el mayor eligió biología casi como si no le quedara otra. A los dos les quedó una cuestión de viajar lo mínimo…
-¿Cómo te fue siendo mujer entre agrónomos y veterinarios?
-Yo me animaba a todo. Muchas veces miraba retrospectivamente y sentía que era una caradura por cosas que hacía. Como mujer tuve la enorme ventaja de tener el agro en el ADN, en la sangre, eso es una ventaja. Por otro lado, esa cuota de coraje, y en ese camino le tengo inmensa gratitud a personas referentes, que han sido padrinos de los jóvenes. Hago una recomendación a los jóvenes a ser parte de una institución. Porque lo que vos le dedicás a una organización te vuelve con creces. Es una red de contención. Aprendí de esas personas muy grosas a decir no lo sé, lo tengo que ver, tengo que estudiarlo. Aún hoy es muy valioso para mí.
-¿Qué aporte creés que hace la mujer?
-Me hacés acordar a mi abuelo materno, Rudecindo. Nosotros somos 14 primos. Y cuando le dije que iba a estudiar agronomía estaba desesperado. “Pobre chica” decía. Somos solo dos primas agrónomas. Pensa que íbamos a ser un fracaso las dos por el hecho de ser mujer. Yo aprendí trabajando con mujeres de la mixidad, algo que se usa para hablar de la complementariedad que tenemos las personas por ser diferentes.
-¿Qué te dejó tu paso por la función pública como coordinadora de políticas para el desarrollo sustentable entre 2016 y 2018? ¿Cuál fue tu experiencia?
-Derribé mitos. Porque yo era de las que pensaba que el Estado estaba lleno de personas que iban sólo a ocupar una silla, sin idoneidad, que pensaban más en tener un trabajo seguro que otra cosa. Y la verdad que me encontré con gente con una camiseta argentina impresionante. Obvio, hay de todo, como en la actividad privada. Pero con mucha gente comprometida, con una visión de cómo ir mejorando y fundamentalmente tuve la enorme experiencia de poder trabajar en equipo. Creo que a todos nos vendría bien, hacer algún paso por la función pública para poder comprender más todo. También creo que la función pública no debería ser para toda la vida. Todo positivo me llevé. Lo negativo es que los impedimentos terminan estando en las personas. En tener más intereses personales que una mirada de país. Pero el balance súper positivo.
-¿Qué dos o tres cosas ponderarías de la agricultura argentina hoy y qué dos o tres cosas agregarías de lo que has visto por el mundo?
-La capacidad de innovación y creatividad que tenemos en Argentina es muy difícil de encontrar en otros países. Hay mucha versatilidad y flexibilidad. Lo uno bastante a nuestra historia como país y esa necesidad de surfear la ora permanentemente. Es una condición muy diferente de Argentina y eso hace que haya mucha gente joven involucrada en la agrobioindustria. El intercambio entre productores, la existencia de un INTA, las cooperativas, en ese sentido es una gran ventaja, porque el productor argentino no compra un paquete listo, arma su propio paquete. Eso es muy valioso y distintivo.
-¿Y qué nos falta o podrías hacer?
-Una conexión más clara con la góndola y los consumidores. Eso sería muy bueno y positivo.
-¿Por qué creés que no avanza la siembra directa en el resto del mundo de la misma manera que avanzó en Argentina?
-Si, es tremendo. Sólo el 12% siendo generoso de la superficie cultivable del planeta se hace en siembra directa. Es llamativo porque es cierto que no es la solución completa pero sí para muchos lugares sería una posibilidad de aprovechar muchas de las bondades con resultados rápidos que no deberían entrar en discusión. Pero hay una serie de situaciones que hace que no se adopten como acá. Creo que esta necesidad de los productores argentinos de sobrevivir, sin apoyo estatal ni acompañamiento como sucede en otros lugares, nos hace distintos. El productor allá pierde en muchos casos la avidez por innovar. En Europa también influye la maquinaria y los últimos tiempos ligó la siembra directa con el uso de glifosato y transgénicos, argumentos alejados de la ciencia y apalancados por lo ideológico. Y eso lo trasladan a Africa. Y esto es muy preocupante porque Europa tiene alternativas, pero Africa es un continente que necesita no sólo de la siembra directa sino el desarrollo de distintas tecnologías para aprovechar esas 400 millones de hectáreas que se podrían poner en producción.
-Bien, arranquemos con el ping pong y la primera pregunta tiene que ver con si tenés un hobbie, algo que te resetee, que te relaje después de un día largo de laburo…
-Yo tengo un hobbie sanador, energizador, promotor de ideas que es mi jardín. Es donde realmente puedo relajarme absolutamente frente a cualquier situación tensa o complicada. Es impresionante lo que ejerce la jardinería, la tierra, en una persona. Cortar el pasto, podar, todo me gusta. Me pone la mente en blanco, algo que me cuesta mucho pero la jardinería lo logra.
-¿Y cuál es tu pasión hoy?
-En qué brete me ponés. Parece una ridiculez, pero a mí me apasiona casi todo. Pero si tengo que elegir me apasionan los vínculos entre las personas. El familiar, con amigos, con los equipos de trabajo, con grupos que por ahí lo único que te une una pantalla donde te reunís por un objetivo. Todo lo que se de en el relacionamiento me apasiona porque abre puertas ilimitadas.
-Quiero que escuches algo que dijo tu propio padre, sobre vos. Como introducción a una pregunta que tiene que ver con el legado que recibiste de tus padres. Esto me decía Don Luis Giraudo: “Nuestra hija nos ha llegado de orgullo, cuando decidió hacer agronomía me llenó de satisfacción y después siendo agrónoma incorporándose como directora técnica fue hermoso. Después vinieron sus dos hijos varones, otra linda sorpresa. Ni hablar de que haya abrazado a una institución como Aapresid, en la que he colaborado para su fundación incluso hasta ser presidente de la misma. Mis respetos por el trabajo que está haciendo mi hija por la mujer rural”
-¡Qué tremenda emoción escuchar a mi padre, que además es un sensible tremendo! Mi papá desde temprana edad nos inculcó eso de participar institucionalmente y lo pude ver con claridad muchos años después. Al principio era un mandato, algo que había que hacer. Participar para brindar, ponerse al servicio de algo aprendiendo. Y no me alcanza la vida para agradecérselo.
-¿Y tu madre?
-Siempre hacerse cargo en las buenas disfrutar a tope sin olvidarse de las malas y en las malas poner todo para avanzar. No puedo creer que padres sobrevivan a la muerte de una hija. Es antinatural. A ellos les tocó enterrar a mi hermana Carolina. Después de eso, lo único que te queda es respeto, admiración, y una escala de valores diferentes.
-¿Y qué legado te gustaría dejarles a Manu y Felipe? Ellos dicen que les dejás la vara muy alta…
-Siempre les dije que para mí la clave es encontrar lo que te apasiona en la vida. Eso no quiere decir que sólo vas a hacer lo que te apasiona, porque la vida laboral, afectiva, de todos los aspectos siempre hay inconvenientes y cosas que no elegirías, pero no hay comparación con poder elegir alguna actividad, ni hablar si es tu profesión, de lo que te apasiona, y hasta el último día de tu vida tenés la chance de encontrar esa pasión, porque es energía diaria natural. Después, irse a dormir todas las noches sin estar enojado con nadie, sin pendientes, sin haber dicho las cosas que querés. Lo que te puedo decir es que ellos son muy generosos conmigo. Lo que hago es porque ellos fueron incondicionales siempre. Agradezco cada día de mi vida tenerlos. Son mi orgullo.
-¿Con qué tema musical podemos cerrar esta charla?
-Es una canción que nos representa a los tres, justamente. Somos muy bloque. Y es alucinante la relación que tenemos porque no implica que cada uno pueda volar con lo que quiere también. Y en eso, yo desde muy chicos les cantaba una canción porque no quería que nunca termine esa cosa de ser tan unidos. Les cantaba “Para un niño” de Facundo Saravia.
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