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Luis Argüero, el director de la facultad donde estudió Milei, cree que a la Argentina le falta una estrategia: “Es un gran debate que nos debemos”

Fuente: Bichos de Campo 11/02/2024 09:45:54 hs

Luego de recibirse de economista, el porteño Luis Ignacio Argüero viajó a Japón para realizar un magíster y doctorado en economía por la Universidad de Hiroshima. Se especializó en desarrollo económico regional. Siete años después regresó a la Argentina para trabajar en consultoría y docencia. Y desde 2022 es el director de la Licenciatura en

Luego de recibirse de economista, el porteño Luis Ignacio Argüero viajó a Japón para realizar un magíster y doctorado en economía por la Universidad de Hiroshima. Se especializó en desarrollo económico regional. Siete años después regresó a la Argentina para trabajar en consultoría y docencia. Y desde 2022 es el director de la Licenciatura en Economía de la Universidad de Belgrano, la misma en la cual el presidente Javier Milei se recibió en 1993.

Recibió a Bichos de Campo en la sede la Facultad de Ciencias Económicas, donde le preguntamos algo que nos obsesiona hace tiempo. ¿Cómo es posible que la mayor parte de los economistas argentinos desconozcan las cuestiones más básicas de la principal actividad económica del país, es decir, el agro?

“En general, en la carrera de Economía, sobre todo a nivel de grado, se busca desarrollar herramientas para poder comprender determinadas realidades, tendencias y cuestiones, las cuales tienen una gran base matemática y una formación teórica orientada al análisis de casos prácticos”, explica Argüero.

“Hay materias que tocan el tema específicamente argentino, pero con un enfoque generalista y relativo a la historia económica más que con un análisis exhaustivo de la estructura económica argentina. Los graduados salen con muy buenas herramientas, pero después tienen que salir a la cancha a jugar”, añade.

-Lo que estás diciendo es que egresan con un marco teórico que después tienen que adaptar a un conocimiento específico en las diferentes áreas en las cuales se especialicen. Eso corre por cuenta de los profesionales.

-Sí, vale aclarar algunas particularidades. Primero: tenemos en la carrera materias que son de práctica profesional en las cuales se llevan a cabo muchos casos de análisis sectoriales, de manera tal que los alumnos vayan preparando informes y pensando en su futuro como profesionales.

-¿No crees que, tratándose de la Argentina, debería haber algún contenido obligatorio en la carrera para que al salir de la facultad todos los economistas entiendan cuestiones básicas referidas al agro? Eso porque quizás después algunos economistas puedan llegar a asumir cargos públicos con poder de decisión y ese desconocimiento luego se observa en las políticas económicas.

-Desde un punto de vista ideal, diría que sí. Desde un punto de vista práctico, diría que en general hay muchos conocimientos que los alumnos deben incorporar y es necesario priorizarlos. Soy profesor de Economía Internacional y encuentro que en general es escaso el conocimiento sobre China, por ejemplo, que es nuestro principal socio comercial; tampoco se conoce mucho sobre el sudeste asiático. Los economistas luego buscan su especialización una vez que terminan la carrera. Todas las carreras tienen materias de Finanzas, por ejemplo, pero después puede transformarse en una especialización, la cual se obtiene a partir de las herramientas de base que obtuvieron en la licenciatura.

-Está claro que en todas las carreras sucede lo mismo: se parte de una base general y después cada uno busca su especialización. Pero cuando un economista asume responsabilidades públicas, ya no tiene tiempo para formarse. Y estamos hablando del agro, que es el sector que genera la mayor parte de las divisas con las cuales funciona la economía argentina. Es imposible, por ejemplo, en la actual coyuntura, predecir la dinámica cambiaria sin conocer el flujo de ingreso de agrodivisas y todos los factores que intervienen en los mismos.

-Sí, por supuesto. Ahí estamos hablando en términos generales sobre cómo reacciona el equilibrio de una economía ante diferentes tipos de situaciones. Al respecto, es clave qué puede pasar con una eventual crisis en China, algo que ninguno de nosotros hemos vivido. Es importante advertir que China viene perdiendo población, al igual que Corea y Japón. Se observa una caída general en las curvas de fertilidad y eso tiene y tendrá un impacto económico en diferentes sectores. Las herramientas que uno aprende en la carrera son útiles para poder profundizar y comprender fenómenos en un mundo en constante cambio. Todas estas cuestiones son muy importantes, pero en muchos casos no es una prioridad enseñarlas. Por el perfil de nuestros graduados, la mayor parte trabaja en el sector privado. Ahora tenemos a uno trabajando en el sector público, pero, bueno, es especial. Nuestros alumnos vienen a buscar herramientas que son indispensables para luego poder desarrollarse en diferentes sectores.

-No me refiero a cuestiones específicas, sino generales sobre el agro. Siempre digo que la mejor manera de entender cómo funciona la Argentina es observar el gráfico del balance cambiario por sector, donde se puede ver la importancia de la agroindustria.

-Desde un punto de vista generalista, en la carrera eso está comprendido. Cuando se estudia la estructura económica argentina, se analizan esos temas. Después hay una cuestión, que es mucho más profunda, que es cómo diseñar políticas para promover la producción y el comercio. Y qué lógica de estrategia de país queremos tener. Eso nos falta como país. No veo que esté desarrollándose ahora y es un gran debate que nos debemos. Una estrategia implica decidir que ‘sí’, pero también implica decidir que ‘no’. Entonces, ¿a qué sectores le vamos a decir que no? Porque eso es lo que después nos va a permitir poder salir a negociar desde un punto de vista internacional. Porque hoy tenemos la situación en la cual, por ejemplo, supongamos que vamos a negociar un acuerdo comercial con China, algo que obviamente no podemos hacer por las restricciones presentes en el Mercosur. Pero supongamos que tuviésemos esa oportunidad teórica de salir a negociar un acuerdo con esa nación y los chinos van a decir queremos importar vinos, carnes y frutas, pero queremos exportarles textiles. Ah, no podemos dejar ingresar textiles. Bueno, entonces electrónicos. No, tampoco, porque interfiere con el régimen de promoción de Tierra del Fuego. Bueno, entonces automóviles. No, tampoco podemos porque es un rubro importante para nosotros. El comercio internacional es intercambio de sensibilidades y no tenemos una estrategia en ese sentido. Entonces es fundamental comprender el contexto para poder ubicarse y diseñar una estrategia.

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-Estudiaste en Japón, una nación que terminó destruida después de la Segunda Guerra Mundial y logró desarrollarse justamente con una estrategia bien implementada.

-Así es. Japón tuvo una estrategia, al igual que Corea y el resto de los países asiáticos en general. Pero en nuestra región Chile tiene una estrategia, con algunos bienes que promocionan, como minerales, pescados, frutas, vino y productos forestales, y con eso salen a competir. Y si alguien dice ‘quiero poner una planta de automotriz en Chile’, nadie se va a negar, pero no va a recibir ninguna ayuda oficial. La falta de estrategia de la Argentina también nos lleva a repetir y a veces creernos falsedades, como esa consigna de que el agro argentino le da de comer a 400 millones de personas. También es falso que podamos ser el supermercado del mundo; a lo sumo podríamos ser una tienda boutique. Muchas veces cometemos el error de mirarnos demasiado el ombligo y suponer que podemos llegar a tener una relevancia que no tenemos. Somos una economía de tamaño mediano, pero en decadencia, con poco atractivo para las compañías internacionales. A la hora de decidir dónde invertir, los directorios de las empresas estudian población, crecimiento, facilidad de hacer negocios, aspectos burocráticos, riesgos y, finalmente, proyectan cuánta plata van a hacer. Y Argentina es en ese sentido casi un destino de frontera. Hemos estado apagando ‘fueguitos’ todo el tiempo sin pensar en un gran diseño estratégico.

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-El debate sería con qué economías nos vamos a complementar, básicamente.

-No solo complementar, sino cómo vamos a competir en el mundo, lo que implica un análisis interno ¿En qué soy fuerte? Así es posible después alinear los incentivos y las políticas a fin de desarrollar a los sectores elegidos. Argentina es un país de relativamente baja cantidad de habitantes con un nivel de ingreso medio, con lo cual no puede, por ejemplo, competir en textiles con la mano de obra barata de naciones del sudeste asiático. Pero queremos producir textiles, automóviles, electrónicos…

-Y heladeras…

-Así es. Y eso es muy difícil. Es muy difícil pensar que uno puede hacer todo porque eso es imposible. Muchas veces también se confunden las cosas, pensando en ‘industrias infantes’, que es necesario proteger –ese es el argumento– para que luego se hagan grandes y fuertes, pero la realidad es que tenemos ‘bobos’ de más de cuarenta años que siguen viviendo con los padres en el ámbito industrial (en referencia al régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego). También es probable que tengamos miedo a la competencia, pero hay que salir a competir en el mundo, aunque con el sistema actual que tiene la Argentina es difícil, no sólo en materia cambiaria, sino también por inflexibilidades presentes en el mercado laboral, inestabilidad macroeconómica y falta de acceso al crédito. Todo eso complejiza muchísimo la capacidad de competir. De todas maneras, liberalizar algunos sectores no quiere decir que deban darse por perdidos, porque, por ejemplo, el hecho de no poder competir en textiles no necesariamente implica que no podamos hacerlo en diseño e indumentaria. Si bien la ropa se confecciona mayormente en Asia, la marcas de indumentaria más conocidas provienen de Europa o EE.UU.

-Eso teniendo en cuenta que el régimen de Tierra del Fuego promueve la instalación de fábricas textiles en esa provincia cuando el insumo de las mismas se produce en el otro extremo del país, algo ridículo.

-Argentina tiene varias cuestiones ridículas. El caso de Tierra del Fuego lo que tiene es una falta de adaptación al mundo actual. El régimen se desarrolla en un contexto completamente diferente, con una amenaza de conflicto con Chile, la cual no tenemos hoy. Han pasado cinco décadas y es como que el mundo sigue igual para ese régimen de promoción. Y eso genera un sobrecosto que lo pagamos los consumidores y quita competitividad a otros sectores. Necesito una computadora para programar; bueno, te sale el doble de lo que cuesta en otro país; no puedo comprarla con el salario que tengo. Es una cuestión que tiene su aspecto político. Tierra del Fuego tiene tres senadores, la misma cantidad que tiene la provincia de Buenos Aires. En definitiva: ese régimen termina influyendo al final del día en los precios y las capacidades productivas que tenemos y hacia dónde asignamos recursos y esfuerzos.

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-Mencionaste antes el decrecimiento poblacional que se está registrando en muchas naciones asiáticas. Eso representa una señal de alarma para una economía basada en comercializar commodities agroindustriales sustentados en la idea imaginaria de un crecimiento infinito de esa demanda.

-Todavía creo que no llegamos totalmente a esa instancia, en la cual la calidad pasa a ser el factor preponderante en lugar de la cantidad, pero vamos hacia ese escenario. Y lo que sucede en Japón es el ejemplo más claro. En la posguerra más de la mitad de las calorías en la dieta de los japoneses provenía del arroz, mientras que actualmente esa proporción no supera el 10%. Si bien importan actualmente gran parte de los alimentos que consumen, tienen una estrategia exportadora. Hicieron un relevamiento y encontraron que hay 118.000 restaurantes japoneses en el mundo. Y dijeron, bueno, ¿que tal si estos restaurantes japoneses empiezan a vender arroz o sake de origen japonés, entre otros productos? Eso es tener una estrategia. En China el cambio de patrones de consumo se está registrando de manera acelerada, mientras que naciones del sudeste asiático aún cuentan con una gran proporción de la población que es pobre y que, por lo tanto, está haciendo la transición hacia dietas con mayores componentes cárnicos; todavía tenemos mucha demanda potencial allí. Pero en términos generales el mundo, luego de cubrir la cantidad, va hacia la calidad. Y cuando esa fase se complete, no nos va alcanzar con exportar commodities. ¿Cómo posicionarnos en tal escenario? Lo que hizo la Argentina con el plan estratégico del vino es un buen ejemplo, donde se logró instalar una marca, el malbec, que permite vender botellas a muy buenos precios en mercados consolidados. Otro ejemplo: diez años atrás Coca Cola lanzó en Japón una bebida a base de yerba mate “Taiyo no Matecha” y se la asoció con el fútbol, la carne y las mujeres latinas. Fue un verdadero éxito comercial. La yerba para elaborar esa bebida venía de Brasil. Sin embargo, nuestro servicio exterior siempre intenta vender el mate como lo tomamos nosotros, algo que no es sencillo porque requiere un dispositivo que no está presente en los mercados de interés. Los ciclos en economía son inevitables. Pero los países que tiene una estrategia pueden atemperar los impactos negativos de los mismos. Ojalá que en unos años, cuando volvamos a hablar, podamos hacerlo en un contexto diferente.

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