Un secreto bien guardado: La Escuela Agropecuaria N° 1 de Coronel Suárez hospeda a la primera trufera del país, que es también la única dentro de un establecimiento educativo
Aunque es cierto que los emprendimientos privados de producción de trufa son los que han puesto a la Argentina en el mapa mundial de esa especialidad, los orígenes de esta particular actividad en el país hay que buscarlos en el ámbito educativo. En las afueras de la ciudad de Coronel Suárez, sobre la ruta provincial
Aunque es cierto que los emprendimientos privados de producción de trufa son los que han puesto a la Argentina en el mapa mundial de esa especialidad, los orígenes de esta particular actividad en el país hay que buscarlos en el ámbito educativo.
En las afueras de la ciudad de Coronel Suárez, sobre la ruta provincial 85, se encuentra la Escuela Agropecuaria N° 1, que en media hectárea de su predio esconde un secreto. Allí se hospeda la primera trufera del país, que inició en 2009 con el objetivo de estudiar si esa zona era adecuada para la producción de este valorado hongo.
La primera parte del ensayo consistió en estudiar qué variedades de árboles se adaptaban mejor al lugar, y para eso se implantaron robles, encinas, quercus, alcornoques y avellanos. Estos últimos no resultaron adecuados y la escuela quedó con un universo de 180 árboles implantados. Este trabajo se hizo de la mano del vivero Trufas del Sur, que años después se convertiría en un emprendimiento clave para el resto de los truferos de la zona.
“El fin primario era educativo y esta es realmente la primera trufera. Lamentablemente diez años después el proyecto quedó abandonado por distintos cambios en la gestión y llegamos a pensar que la trufa se había perdido. Sin embargo, con una de las profesoras y el apoyo del director logramos reflotarla recientemente”, contó a Bichos de Campo Mercedes Alonso, jefa de área del Entorno de Huerta y Vivero del establecimiento educativo de Coronel Suárez.
Luego de la realización de distintos estudios vinculados a la agroecología, las docentes descubrieron que aún había presencia del inóculo de la trufa en las raíces de los árboles y retomaron el ensayo.
“Hace tres años ya que estamos cosechando. El primer año obtuvimos 20 gramos, después 100, y el año pasado cosechamos una trufa de 500 gramos que fue una cosa excepcional. Los chicos y nosotras estábamos muy contentos. Dado que la cosecha se hace con perros y nosotros no tenemos, recibimos ayuda de los chicos de Trufas del Nuevo Mundo”, recordó Alonso.
Las trufas obtenidas por los alumnos fueron luego utilizadas en distintas materias de la escuela como la de agroalimentos y la de gestión y comercialización.
“Acá vemos desde la producción hasta el agregado de valor. Son todas las herramientas que tratamos de brindarles a los chicos. Hicimos manteca trufada, la vendimos. También la usamos para volver a inocular las raíces de los árboles en el marco del manejo de suelos. Fue muy bueno”, celebró Alonso al tiempo que reconoció que faltan herramientas para escalar aún más el proyecto.
“Nos faltan herramientas para mover los suelos, cinceles, surcadores, y no tenemos dinero para adquirirlas o alquilarlas. Todo el trabajo que hacemos lo hacemos de manera informal. También nos faltan perros, la herramienta principal para cosechar la trufa, pero son costosos y por eso necesitamos de terceros que nos acompañen en esto”, indicó la docente.
Eso fue lo que motivó a la escuela a inscribirse en 2023 a un concurso de emprendedores, donde los alumnos presentaron un proyecto para obtener financiamiento que les permita seguir adelante con la trufera.
“El proyecto se llamaba Post Emergencia Agro Joven. Estaban involucrados el Ministerio de Economía de la Nación, Ministerio de Desarrollo de la Provincia y Dirección de Educación Agrícola de la Provincia de Buenos Aires. La idea era fomentar el emprendurismo entre los jóvenes y el resultado era la financiación. El proyecto que nosotros presentamos con los chicos se llama Diamante Negro y es un vivero productor de robles y encinas micro rizados con trufa negra para la producción de trufas”, contó a Bichos de Campo María José Camiña, docente de Gestión de Proyectos en esa escuela.
“El proyecto en sí es simple pero requiere instalar el invernadero, tener bandejas para inocular, una heladera, un freezer y muchas herramientas que hagan que el trabajo sea más efectivo y profesional. El planteo de los chicos era hacer la producción y mantener esos árboles en el invernadero durante un año para fuesen mejores plantas a la hora de ir a campo. En el medio queríamos apuntar a comprar un perro amaestrado para evitar depender de la buena voluntad de otros y perder trufas, cuya cosecha debe ser diaria”, indicó la docente.
El trabajo resultó en una victoria de la escuela, que logró ser seleccionada para obtener un financiamiento de 5 millones de pesos.
“Los chicos estaban muy felices porque le dinero era para ellos. El proyecto efectivamente fue distinto dentro de todos los presentados. Es más, tuvimos dificultades para hacer entender el objetivo final porque todos pensaban que queríamos vender y no. La idea es todo el antes de cómo obtener esa trufa. Y los chicos salen conociendo desde técnicas de poda y manejo hasta cuidado y riego”, explicó Camiña.
-¿Siente orgullo por esta vuelta de rosca que lograron y que les permitirá tecnificarse?- le preguntamos a Alonso.
-Por supuesto. Con esto vendrán un montón de cosas para poder hacer esta actividad de una manera educativamente más seria, profunda e independiente de otros emprendimientos.
-Ahora solo queda empezar a producir trufas por kilo.
-Sí, la idea es que sí. Se supone que a medida que van avanzando los cuidados las truferas tendrían que estar produciendo cada año más.
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