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Emilio Satorre, el cocinero inesperado que soñaba con ser Batman y terminó siendo maestro de agrónomos

Fuente: Bichos de Campo 02/05/2024 11:23:18 hs

“A los 8 años me acostaba pensando que era Batman, me gustaba porque era un superhéroe sin superpoderes, era vulnerable, y eso me atraía”. Quien traer este recuerdo es profesor titular de la cátedra de Cerealicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA (la Fauba), agrónomo recibido en 1980 en dicha facultad y referente

“A los 8 años me acostaba pensando que era Batman, me gustaba porque era un superhéroe sin superpoderes, era vulnerable, y eso me atraía”.

Quien traer este recuerdo es profesor titular de la cátedra de Cerealicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA (la Fauba), agrónomo recibido en 1980 en dicha facultad y referente ineludible cuando uno quiere hablar de agricultura. Emilio Satorre se crió en Villa Devoto, un barrio de la capital federal, “en una época en la que se podía jugar a la pelota de cordón a cordón y los chicos eran dueños de la calle”. 

Su CV o carta de presentación tiene una extensión de 25 páginas con estudios, trabajos, capítulos de libros y disertaciones. En la charla que tuve con él para grabar el capítulo 95 de El podcast de tu vida publicado días atrás, contó sus “aventuras” en ese camino hasta llegar a ser agrónomo. “Iba a ser médico, como mi padre, que era cirujano, pero me colé en una clase y no me gustó… Así llegué a Agronomía… Era mi plan b, pero quedaba cerca de casa”. 

Seguro que no sabían que aprendió a jugar a las cartas con su gran compañera, su abuela, mientras los padres dormían la siesta. También jugó al rugby y soldó piletas de plástico para ganarse el mango y pagar la cuota del club en su adolescencia; estuvo viviendo tres años con su familia en Inglaterra mientras hacía un postgrado; le encanta cocinar “cualquier cosa con arroz, desde arroz con queso hasta paella”. También hablamos de libros, escritores y películas (está en un grupo de esos que miran un filme y debaten luego). Pasen y lean, porque este capítulo es imperdible. 

-¿Cómo ha sido tu infancia, qué te gustaba hacer de pibito?

-Mi infancia fue como la de muchos en mi época. Me crié en el barrio de Villa Devoto, en la capital. Fui a la escuela pública durante toda la primaria, con guardapolvos, todos iguales, jugábamos a la pelota en la calle con una pelota de goma, la famosa pulpito. Después vino la de cuero cuando tuvimos la fuerza para poder patearla. Fue una infancia en una época en la que los chicos éramos dueños o partícipes activos de la calle. En donde podíamos divertirnos, ir a casa de amigos con las puertas siempre abiertas. Nací en 1957 y te hablo de esos años. Hasta 1961 fue en Villa del Parque. Y a los cuatro años me mudé a Villa Devoto. 

-¿Qué hacían tus viejos? ¿Cómo era el núcleo familiar?

-Con nosotros vivía mi abuela que había venido de España, había embarcado en Barcelona ella sola con tres hijos varones y llegó a Buenos Aires. Éramos 4 hermanos, 3 varones y 1 mujer. Yo soy el más chico. Y mi casa siempre estaba llena de gente. Siempre había un plato de comida. Como las de aquella época. Quien se criaba en un barrio tenía su casa abierta, compartida, con mucho amor hacia la comunidad en la que estabas. Mi madre era ama de casa. Mi padre médico cirujano, urólogo. Que hizo una carrera importante dentro de la medicina, fue jefe de sala en el Hospital Ramos Mejía. Algo que siendo una familia de clase media fue importante. Nunca nos faltó nada. Pero el primer auto mi padre lo tuvo bien entrados los 40 y pico de años. Y su primer viaje en avión fue pisando los 50 años. Una familia de trabajo. Con un ejemplo de valores y educación y comportamientos muy rigurosos, que grabaron mucho mi vida. 

-¿Y tu abuela? Las abuelas de aquella época estaban muy cerca de sus nietos… 

-Si, gran compañera. Con ella aprendí a jugar a las cartas, todos los juegos de naipes que te imagines: desde la canasta, escoba de 15, tute, codillo, truco, lo que viniera. Todas las tardes mientras mis padres dormían la siesta mi entretenimiento era jugar a las cartas con ella. 

-Las cartas eran un aliado alucinante para pasar ese rato sagrado de la siesta en el que no tenía que volar una mosca. 

-Si, tal cual. Después veíamos alguna serie de televisión. Los primeros televisores blanco y negro. Veíamos algo. Y los fines de semana a jugar con los amigos. 

-Llegó el momento de estudiar y vos, siendo un joven de ciudad, optaste por agronomía. Incluso teniendo un padre con una profesión tan fuerte como la medicina… ¿tenías un plan b?

-Yo fui perito mercantil, por ende, lo más lógico hubiera sido que me hubiese inclinado hacia la economía. Sin embargo, las ciencias biológicas me gustaban mucho. A pesar de que prácticamente no las había estudiado en el colegio secundario. Mi plan A era estudiar medicina. En 5to año fui a ver cómo era la facultad en la que iba a estudiar, me cole en algunas clases, y no me gustó. Entonces, pensé en hacer otra cosa. Mi hermano estaba pronto a recibirse de agrónomo, que quedaba muy cerca de mi casa, la FAUBA. Y dije, ¿por qué no? Cualquier cosa que hubiera estudiado me daba lo mismo. No tenía mucha idea de cuál iba a ser mi destino. Ya había decidido que algo no. Por el lado de mi padre y la medicina no. Lo cual fue bastante alentado por él. Que había visto una evolución muy sindicalizada de la medicina, muy estructurada y eso hizo que bajara el pulgar para que sigamos nosotros. 

-¿Y cómo fueron los primeros años?

-Me costó horrores porque yo no tenía la formación para estar ahí. Pero había elegido seguir con mis compañeros la secundaria y después que la vida me vaya guiando por el camino que iba a tomar. Y ahí fui que me fui enamorando de la agronomía. Gracias a profesores y compañeros también. Varios los debés conocer y bien podrían estar acá: Jorge González Montaner, Fernando Andrade, etc… ellos me fueron transmitiendo la inquietud hacia la ciencia, hacerse las preguntas. Yo me acuerdo que mi padre tenía un escritorio en casa donde él estudiaba las operaciones la noche anterior a la misma. La repasaba. Y en ese escritorio tenía un diccionario enciclopédico Salvat, unos mamotretos importantes que ocupaban dos anaqueles enormes. Y el nos invitaba a ir a buscar al diccionario. Ese era el google de mi época. Asique la agronomía fue mi plan B. Plan C creo que no había. Tenía que salir bien el B, sí o sí. 

-¿Tuviste que trabajar mientras estudiabas?

-En el secundario, yo jugaba al rugby y a mi padre no le gustaba mucho y cuando en un momento nos obligaron a pasar de socios temporarios a socios de tiempo completo mi padre no me quiso pagar la matrícula. Entonces tuve que salir a pagarla, que era una buena cantidad de plata. Asique ahí trabajé soldando piletas de plástico en La Boca. Trabajábamos con un electrodo soldando durante seis meses hasta que junté la plata. Después, ya como estudiante en la facultad, a mediados del tercer año empecé a ser ayudante de Fisiología y Ecología Vegetal y Alberto Soriano que era el profesor titular me ofreció ser ayudante rentado trabajando 12 horas por semana. Y desde entonces, toda la carrera trabajé allí. 

-Me cuelgo del rugby y te pregunto, ¿Hasta qué edad jugaste? ¿Cómo quien jugabas?

-Jugué hasta que me casé. Empecé jugando de apertura en inferiores. Mi medio scrum al principio era Jorge Dartiguelongue, un viejo Puma del ´65, de los de la épica en Sudráfrica. Después pasé a jugar de inside y terminé ya con 23 años y un físico más formado jugando de wing… muy golpeado (se ríe). Eran tiempos muy difíciles para mi club, San Martín Pacific Athletic. 

-Después, a mediados de los 80 te fuiste a Reading, Inglaterra, a hacer un doctorado. ¿Cómo te fue? 

-Me fui en 1986, después de trabajar 6 años en la cátedra. Y el doctorado, más allá de la experiencia profesional fue una experiencia personal fantástica. Yo viajé en la época en la que las comunicaciones eran por correo y las telefónicas con operadora, con horas de demora. Viajé con mi ex mujer y tres de mis cuatro hijos que ya habían nacido. El tercero tenía en ese momento 7 meses, otro de 4 y otro de 5. Allí pasé tres años que fueron una experiencia humana inolvidable. Vivir en otra cultura es algo que debería ser obligatorio en el proceso formativo de cualquier persona. Te permite valorar lo que tenés, y conocer lo que te falta en tu país o donde te criaste. Yo estaba en un lugar donde había gente de todo el mundo. Desde iraquíes e iraníes cuando estaban en guerra. Y convivían en el mismo laboratorio, y por supuesto ingleses, franceses y unos pocos sudamericanos. Ibamos a la casa, compartíamos sus culturas, formas de vida. Es una experiencia que me enriqueció muchísimo. 

-¿Qué disfrutás hoy de lo que hacés? ¿Te gusta lo que hacés?

-Si, claro. Yo como profesional viví una etapa privilegiada. Vimos un sector agropecuario dinámico, cambiante, colaborativo, innovador. Una gran parte de mi vida profesional se construyó con el movimiento CREA, que es formador de personas. Un movimiento que te cambia. Y con ese privilegio me levanto cada mañana penasndo “qué puedo hacer para los que vienen”. Entonces escribo, leo, trabajo con productores. 

-Bueno, Emilio, llegamos al pin-pong de este podcast y la primer pregunta tiene que ver con saber la manera en la que despejás tu cabeza. ¿qué te gusta hacer?

-Lo que me despeja la cabeza es la cocina. Me encanta cocinar. Hace ya muchos años que cocino todo el tiempo. No compro casi comida procesada. Eso me despeja mucho la cabeza. Y también me despejan actividades manuales y leer. También miro televisión. Pero la cabeza la pongo en un lugar totalmente distinto al que estuvo todo el día maquinando. Tengo un trabajo bastante demandante intelectualmente y cuando llego a casa lo único que quiero es no tener que pensar en nada. Entonces, escucho música, me pongo a ordenar. O salgo a caminar. 

-Bien, hablemos de la cocina. ¿Qué te gusta cocinar o con qué plato no pifiás?

-Mi familia tiene una mezcla rara de franceses, italianos pero con mayor porcentaje de españoles del sur, de Alicante, y me gusta mucho cocinar con arroz. Entonces, cocino cualquier cosa que vaya con arroz. Desde lo más simple, un arroz con manteca, un arroz con pollo o una paella, toda esa gama según lo que tenga va a parar a las ollas de barro que es donde cocino. Y preparo para varios. 

-A la hora de leer, fuera de lo profesional, ¿sos de leer ficción, aventura, policiales?

-En mi infancia leía mucho de aventuras, Emilio Salgari, “Los tigres de la Malasia”, por ejemplo. De grande, ya adolescente, empecé a leer otros autores y ahora leo mucho filosofía, novelas históricas o trabajos que sin ser filosóficos reflejan aspectos de la vida humana muy particulares. Ahora estoy leyendo un libro complejísimo que creo en cualquier momento lo dejo que se llama “El héroe de las mil caras, el psicoanálisis del mito”, que escribió uno de los autores que a mi más me gustan, Joseph Campbell. Si tuviera que elegir un autor, un libro de filosofía, “La vida de Sofía” me encantó, un libro de Jostein Gaardner. También una autora que sacude muchas formas de mis formas de ver la vida que es Ayn Rand, autora de “El manantial” y uno que me gustó mucho que es “El manifiesto romántico”.    

-¿Y cuándo mirás películas o series que mirás?

-Soy capaz de ver cualquier cosa. Y de verlas hasta el final aún sabiendo que es una porquería. Si no la rechacé a los 5 minutos la sigo mirando hasta el final. Y me frustro generalmente. Con las plataformas hoy veo muchas series o películas. Participo de un grupo de crítica de cine, donde vemos películas y aprendemos juntos. Pero yo no soy tan amante del cine como arte, pero sí me interesa verlo. Me gusta mucho la ciencia ficción. Veo películas de super héroes y me encanta. “La guerra de las galaxias” y “El padrino” están en el mismo nivel de valoración para mí. Y si tengo que elegir series hay una que me rompió la cabeza la primera temporada pero me encantó todo, música, fotos, trama que se “Peaky blinders”. 

-Si pudieses elegir tener un súper poder, ¿Cuál elegirías?

-¡Qué pregunta, Juan! A alguien que se crió con las historietas mexicanas, de todos los super héroes habidos y por haber. A mí de todos había uno, que no tiene ningún poder que era el que más me gustaba, Batman. Y la saga de películas, Caballero de la noche en adelante me encantaron. Me gustaba por eso de sentir que cada cosa que hacía era vulnerable, no era tan superior a los demás. Me dormía a los 8 años apagaba la luz y pensaba que era Batman. 

-Su pudieses viajar en el tiempo, ¿a dónde te gustaría ir? Algún momento de tu vida o alguno de la historia de la humanidad. 

-No te quiero frustrar la pregunta, pero la verdad que no me gustaría volver nada para atrás. Estoy feliz con el presente. Lo más importante es lo que está hoy. Si volviera para atrás mis ojos serían diferentes para vivir aquello que ya viví. Y la imagen que tengo de aquellos momentos la destruiría. Y no quisiera que eso ocurra, quisiera guardarlo tal como es. Pero si me forzaras a ir para atrás, yo creo que la época más revolucionaria en mi interior y formó más mi persona fue la secundaria. Me eduqué en una escuela muy abierta, y con mis compañeros en esa época todo era como para cualquier adolescente muy lindo. Mundos que se descubrían a cada paso. 

-Excelente. Bueno, llegamos al final, tenés que elegir un tema musical para cerrar la charla. ¿qué elegís?

-Con esta pregunta que me hiciste al final me transportaste a un momento en el que había un conjunto musical que seguía y me encantaba que era Vox Dei y hay una canción, la primera que escuché de ellos, que es “El momento en el que estás (presente)”, es el nombre de un tema y de un disco. Despidámonos con eso, con el presente, que es lo que vale. 

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