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Mónica, de la adolescente que “odiaba el campo” a la cabañera que lleva 40 años criando bovinos Limousin

Fuente: Infocampo 27/07/2024 06:46:17 hs

Referente de la Cabaña “Don Federico”, fue presidenta de la Asociación de la raza francesa hasta hace unos meses. Ya con 61 años, Mónica Schmale cuenta cómo se enamoró del campo y de los animales en otro capítulo de ELLAS podcast.

“No, nada, no había nada de rural en mi infancia, estábamos en una zona petrolera, muy árido todo, de chica jamás vi una vaca; sin embargo, hoy, con 61 años, hace 40 que me dedico a la ganadería”, relata Mónica Schmale, santacruceña nacida en Pico Truncado, porque su padre trabajaba en la industria del petróleo.

Incluso agrega, con risa de fondo: “De chica odiaba ir al campo”

Actualmente lleva las riendas de la cabaña Don Federico, referente en genética Limousin, y hasta hace unos meses fue presidenta de la Asociación de Criadores de esa raza, cargo en el que estuvo seis años.  

Hoy, además de la cabaña, tienen producción de ciclo completo en un campo en Castelli (Buenos Aires).

Los primeros 30 años los desandó profesionalmente junto a su marido, Oscar Luchessi; y cuando él decidió retirarse, tomó la posta una de sus hijas, Antonella. También es mamá de María Victoria y de los mellizos Federico y Gonzalo. 

En otro capítulo de la serie de podcast ELLAS, esta es su historia. 

– Cuando eras chica, ¿en qué contexto te criaste? Tu papá trabajaba en la industria petrolera, ¿Tenés algún recuerdo rural de ese momento?
– No. Rural nada. No había nada rural. Estábamos en una zona petrolera, muy árido todo. De chica ninguna vez vi una vaca. 

– ¿Hasta qué edad estuviste en Santa Cruz?
– Cuando era chica nos mudábamos cada dos años. Casa nueva, escuela nueva, amigos nuevos. Por eso me debe haber quedado facilidad para hacer amigos. Estuve en Comodoro Rivadavia, Cutral-Co, Neuquén, Mendoza, Plaza Huincul. En Buenos Aires y después de vuelta a Neuquén. Eso fue hasta los 15 años, cuando nos vinimos a vivir a Buenos Aires, ya mi padre con un cargo jerárquico en la compañía. Que para mí fue la muerte…

– Me imagino. ¿A dónde se mudaron en Buenos Aires?
– A cuatro cuadras del Obelisco. En ese momento era Juncal y Carlos Pellegrini. Después Paraguay y Libertad. 

– Tremendo… un shock debió haber sido…
– Si, y la gente. Vos imaginate yo venía del interior, bien “pajuerana”. Pero siempre tengo lindos recuerdos de esa primera época. En todos los lugares lo pasamos hermoso. 

– En un momento, cuando se vienen para Buenos Aires, tu padre compró un campo en Cañuelas. ¿Ahí empezó ahí tu amor por el campo y lo rural?
– No. Para mí era un fastidio venir al campo. Odioso. No quería saber nada. No había autopista. Horrible. Para mí venir al campo era una tragedia. A mí me encantaba salir a bailar viernes, sábados, domingos. A veces pienso lo que les hice padecer a mis padres que a veces los hacía volver los sábados con mi hermana. Somos dos hermanas mujeres, las dos tenemos hoy campo en Cañuelas, negocios separados, pero las dos acá. Pero bueno, para mí era terrible tener que venir al campo, hasta que lo conocí al que hoy es mi marido, Oscar. Que le encantaba y le encanta el campo. 

– ¿Eso a qué edad fue?
– Yo tenía 20. 

– De ese momento, esa adolescencia que no querías ir al campo, ¿te quedó alguna linda sensación o recuerdo rural?
– No. Yo te digo. Hasta los 20 años al campo lo odiaba. Mi vida era amigos e ir a bailar. 

– Y bueno, llegó el momento de estudiar, ¿elegiste algo?
– Empecé Administración de Empresas. Pero dejé la facultad al segundo año. Mi papá me dijo, “en casa no, hacé algo porque no te voy a mantener”. Asi que trabajé en una constructora, una compañía de seguros. Y con Oscar me puse de novia a los 20 y a los 21 me casé. En ese momento mi papá estaba medio cansado del campo y nos dijo, “si no lo agarran ustedes lo voy a tener que vender, porque no puedo seguir perdiendo plata”. Y como a Oscar le encantaba dijimos que sí. Una pasión que le ha transmitido a mi hija Antonella, que hoy trabaja conmigo. A los 22 años tuve a los mellizos y nos vinimos al campo. 

– ¿Cómo era esa vida?
– Teníamos 4 kilómetros de barro. No salíamos nunca. Tengo una vivencia tan feliz de esa época. Al año y medio tuve a Victoria, y Antonella vino como seis años después. Los recuerdos son divinos, y no teníamos nada. No sé si es la edad, pero era “contigo pan y cebolla”. 

– ¿De esa época sí te quedaron aromas que te remonten a lindos recuerdos?
– Sí, la lluvia. Esos olores que no sentís en la ciudad. Incluso el olor a la comida de olla. Que tenés tiempo de juntarte al mediodía a comer todos. Son otros tiempos los del campo. 

– En ese contexto, ¿vos cuándo empezás a meterte vos en el campo y lo que se hacía?
– En realidad, siempre estuve apoyando, pero no me daba mucho el tiempo con los chicos. Nosotros teníamos un rodeo de cría, Angus y Hereford hacíamos. Pero los números con cría solo, un campo que no era grande… estaba complicado. Y mi padre vino con la idea del Limousin, que lo había conocido en Estados Unidos, y que era un boom para cruzamientos allá. Entonces empezamos con unos toros para probar y nos dieron unos terneros espectaculares. Entonces a todas las “caretas” le echábamos Limousin. Era la época que se podía mandar hacienda más liviana al mercado. Sacábamos ternerones de 270 kilos espectaculares. Ahí nos empezamos a enamorar de la raza. Y nos dimos cuenta que no había tantas cabañas, no había mucha genética nueva y decidimos empezar. 

Mónica, junto a todo el equipo de trabajo en el campo

– ¿Cuál era tu tarea en esa toma de decisiones?
– Yo estaba más en la parte de números, mi marido en la parte operativa. Empezamos a incorporar semen, mi papá tenía contactos en Inglaterra. Habíamos ido a un congreso de Limousin en Australia y nos habían contado que el que mejor andaba era el inglés. Decidimos importar semen de 11 toros de Inglaterra. Compramos cuatro vacas muy buenas en Palermo y empezamos a cruzarlas con todos los toros. Y con eso armamos la base de nuestra genética, que hoy es de las mejores del país. Vos vas a Palermo y el 70% de la genética Limousin es Don Federico. 

– ¿Qué características tiene la raza hoy?
– Se armó un Limousin argentino, más moderado, no tan grande como venía del francés en aquella época, más manso, con buenas patas. Muy lindo. Fuimos creciendo con la cabaña. Después con la crisis de 2001 teníamos plata ahorrada y mi viejo nos dijo: “No se queden con papelitos, compren campos”. Y salimos a comprar, compramos en Castelli, pudimos agrandarnos para hacer el ciclo completo, con engorde, que era lo que nosotros queríamos siempre, porque veíamos que se llevaban ese ternero divino que nos había costado y no podíamos terminar. Hoy tenemos armado todo en Castelli, el campo de Cañuelas por un tema de robos lo terminé alquilando. 

– ¿Qué te enamora de la raza? ¿Qué ves que no veías en otras?
– Tiene que te aporta mucha más carne que las otras razas. Cuando vos tenés una vaca flaca, descarnada, la cruzás con Limousin y te va a salir ya con una situación mucho mejor. Todo lo mejora. Además de lo estético. Tiene un cuarto trasero y una producción de carne que no tiene otra raza. 

– ¿Qué te gusta hoy de tu trabajo, de tu cotidianeidad?
– La verdad que me gusta todo. Ya hago menos que antes, estoy más con los números. Pero disfruto todo. Y verla a mi hija seguir haciendo crecer lo que tenemos, me genera una pasión tremenda. Ella va para adelante. Empuja. Tenemos una conexión que pensamos lo mismo. Me gusta ver los cultivos cómo van creciendo, los animales. Ver crecer lo que uno produce, no sé si hay otra tarea más reconfortante que el campo. 

– ¿Cómo te ha ido siendo mujer? Seis años presidenta de la Asociación de Criadores de Limousin, una trayectoria.
– Me fue muy bien porque empecé de a poco. Primero ayudé a mi marido. Después entré en la comisión. Y siempre trabajé mucho. Siempre tengo ganas de hacer cosas. Organicé con una amiga el Congreso Mundial de la raza en 2014 que se hizo en Argentina. Entonces no importa si es hombre o mujer, cuando estás trabajando, todos son lo mismo. 

– ¿En qué están trabajando desde la raza en general para ajustar, mejorarla?
– La raza creo es inmejorable desde el punto de vista genético. No hay mucho más para hacerle. Tiene un biotipo espectacular para Argentina. Quizás nos falta difusión. Pero como es una raza que se usa para cruzar, por ahí hay un montón de animales que tienen cruza con Limousin. Aunque ojo, no tiene la mitad, es 3/8 de limousín y 5/8 de angus. A mí me gusta más un animal con más Limousin. Además, la podés cruzar por supuesto con Angus, con Hereford, con careta, Shorthorn, Brangus, Braford. Se va difundiendo en cruzamientos, no en raza pura. Y eso no da tanta difusión.

– Es un aporte silencioso.
– Exactamente, alguien dijo que éramos “el amante prohibido de las razas”. 

– Comenzaste con Oscar, ahora trabajás con Antonella; es decir, la familia. ¿Han hecho algo ustedes para profesionalizar la toma de decisiones en la empresa en esta pyme?
– Por un lado, como el campo lo manejamos Antonella y yo, procuramos no darle información a nadie. Antonella es la colaboradora y cobra su sueldo, aunque debería cobrar el triple por lo que hace (se ríe). Y tenemos un agrónomo y un veterinario casi fijos, por supuesto. Y hacemos reuniones los cuatro. Porque yo llevo adelante lo económico y “es muy lindo gastar la plata de los demás”, como digo yo (se ríe). Entonces, ahí decidimos qué hacer y cómo. Tenemos un equipo bárbaro, tenemos un encargado maravilloso también. Y Antonella se lleva bien con todos. 

Antonella, la hija de Mónica que sigue los pasos de sus padres

FUERA DEL SURCO

– ¿Hay alguna actividad que hagas por fuera de lo laboral para resetearte, para descansar?
– Me gusta mucho la jardinería y juntarme con mis amigas. Lo social es fantástico. Tengo un grupo de hace 30 años y hacemos terapia juntas. También hago pilates, salgo a caminar. Me encanta viajar. 

– ¿Algún lugar que te gustaría conocer?
– China. Pero no podría ir sola. Con un tour. 

– Cuando mirás series o películas ¿Qué elegís?
– Me gustan los policiales, pero con algo de romántico. 

– ¿Qué desayunás?
– Mate, huevo y media palta. 

– ¿Música, qué escuchás?
– Me gusta mucho bailar. Cumbia, cuarteto. 

– ¿Tenés alguna frase de cabecera?
– Mi papá tenía una frase que quería decir que cuando uno tiene buena energía, y es optimista, las cosas te salen bien. Y tratar de rodearse de gente parecida. De gente negativa me alejo. El poder del optimismo es importante.

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

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