“Juanchi”, el ingeniero biomédico que se volvió al campo y hace cirugía en los rindes con el riego por goteo

Desde Alcira Gigena, en el sur de Córdoba, Juan José Boccolini es el nuevo protagonista de Tierra de Historias®. De una infancia rural a un padre que no quería que fuera productor, hasta el presente en que sueña con ver sus hijos jugando en el campo.
Desde niño y adolescente, Juan José “Juanchi” Boccolini recuerda las palabras de su padre que le insistía en que no siguiera su camino y el de su abuelo de ser productor rural, porque “el campo es para las liebres”.
El interés por la medicina le llevó a desandar un camino profesional como ingeniero biomédico, pero recuerda que un día se vio en el departamento en que vivía en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), en un lugar en el que ya no quería estar, y se volvió para su lugar de origen: Alcira Gigena, cerca de Río Cuarto, en el sur de Córdoba.
Hoy, con 36 años, cuenta que la convivencia con su padre no es sencilla, pero aspira a seguir creciendo en lo que siempre le gustó: estar en el campo. Y sueña con tener hijos y que sigan el camino de disfrutar del ámbito rural.
El dato productivo extra: fue quien sugirió incorporar riego por goteo enterrado en parte del establecimiento familiar y en apenas un año demostró sus ventajas, al lograr rindes récord para el trigo, incluso en una zona donde ese cereal es más una excepción que una regla.
“Juanchi” es el nuevo protagonista de Tierra de Historias®, la serie de podcast producida de manera integral por Profertil y conducida por el periodista Juan Ignacio Martínez Dodda.
Un extracto de esta entrevista, que se puede escuchar en la cuenta de Spotify de Tierra de Historias® o al finalizar esta nota, se reproduce a continuación:
-En tu vida hay algo que rompe el molde: te criaste en el campo, pero estudiaste ingenierio biomédico. Te recibiste, trabajaste cinco años, pero luego volviste a trabajar al campo. ¿Hubo un momento en que te preguntaste por qué estoy acá y decidiste volver? ¿Fue algo puntual o un devenir?
-Es una pregunta compleja esa, porque el origen es que mi padre no quería que yo trabajara en el campo. Siempre usaba la frase de que el campo es para las liebres. Me llenó tanto la cabeza con que tenía que ir a hacer otra cosa, buscar otro futuro, que desde chico influenciado por esa voz paterna, por ahí ya fui buscando una alternativa. Terminando la secundaria me cruzo con un primo segundo en un casamiento y me entero que se estaba preparando para estudiar ingeniero biomédico en Córdoba. Desde ese entonces empecé a averiguar y decidí lanzarme para esa carrera. Fue todo un desafío porque al que le decía eso, se quedaba mirándome como diciendo qué es eso. Y ni yo sinceramente sabía tanto de qué era. Pero sí me gustaba mucho la medicina, la veterinaria, toda esa parte del sistema inmunológico, todo eso.
-¿Cuándo fue el momento en que dijiste: “la verdad es que no quiero estar en un consultorio o un laboratorio y quiero lo mío, estar en el campo”?
-Un resumen corto: trabajé en el Hospital Córdoba, en ese entonces el Hospital más grande de esta provincia, y de ahí me llaman para trabajar en una empresa multinacional en Buenos Aires. Trabajé casi dos años ahí, y un día estaba tomando una cerveza en el balcón del departamento que tenía alquilado en Belgrano, en una hamaca paraguaya, en una época en que venía hablando todo el tiempo con mi padre sobre cómo estaba la situación en el campo, estaba al tanto de los mercados, de todo, y dije: “Tengo que volver al campo”. No hubo algo puntual, fue así.
-O sea, no hubo un camino, fue como un piano que se cayó del quinto sí.
-Sí, algo parecido a eso, ni más ni menos que una cerveza, una tardecita solo en el balcón de ese departamento, y al mes ya estaba acá (por Alcira Gigena).
-¿Cómo fue? ¿Agarraste la valija, saludaste a todos en Buenos Aires y volviste diciendo: acá estoy, soy ingeniero biomédico?
-Fue algo que tuve que hacer porque volver de sorpresa no era tan sencillo. Continué trabajando como ingeniero biomédico en una empresa que hace productos médicos en Río Cuarto, y ahí sí a la mañana trabajaba como ingeniero y a la tarde como hijo de productor. Ese fue como el arranque en el campo: hacía los mandados, llevaba y traía cosas, iba, venía, veía la siembra, una cosa y otra, sin dar órdenes; empapándome más aún de lo que ya sabía porque al fin y al cabo nací y me crié en el campo, que es el mismo donde empezó mi abuelo, somos la tercera generación. Así hubo una pequeña transición de casi un año y ya en agosto del siguiente me desvinculé de la empresa.
-¿Qué te dijo tu papá en ese contexto luego de que siempre insistiera con que te fueras de ahí?
-Hubo algo clave: yo fui notando que él no podía crecer mucho más porque no tenía una mano derecha que le ayudara con aspectos como saber que había créditos para comprar una máquina o un camión. Y en ese momento mi padre no dijo nada, se fue amoldando. No me cerró las puertas ni tampoco me dijo: “Dale, sí, venía trabajar”. Fue algo raro tanto para él como para mí. Por eso cuando comencé la idea fue estar a la mañana en la empresa y a la tarde en el campo, fui como mechando, hasta que me gané mi espacio o mi confianza.
-En esa etapa que fuiste de a poco integrándote de nuevo al campo, en algún momento ya pudiste comenzar a hacer tus aportes más en firme. ¿Cómo fue esa transición con tu padre? Además, tengo entendido que vos fuiste el que propusiste sumar riego por goteo enterrado.
-En lo primero, todavía no hay un desenlace feliz digamos, porque el cambio generacional sigue sucediendo y a veces se nos hace difícil porque tenemos formas distintas de ver y plantear las cosas, los negocios o manejar la gente. Tenemos chispazos por yo trato por ahí de ir a 150 por hora, y mi papá a 60 u 80. A mí me ayuda que pertenezco a un Grupo Crea donde se habla mucho de los traspasos generacionales, porque no somos los únicos que tenemos ese problema. Y respecto del riego, sí, se lo propuse una vez yendo a Río Cuarto en la camioneta y su respuesta fue que estaba loco, que nadie tenía, que no podía ser.
-¿Ustedes ya tenían algo de riego o no?
-No, en mi zona no hay riego. Entonces me dijo que no podía pensar así, que me dedicara a pensar en otras cosas, me dijo de todo. Y bueno, quedó. Pero previamente a contárselo a él, yo había averiguado bastante, porque sabía que no le podía caer con una idea cruda y tirársela al aire. A los dos meses más o menos un día viene y me pregunta: ¿cómo es lo del riego? Investigamos y pusimos las primeras 70 hectáreas de riego por goteo subterráneo, que te permite largar los milímetros de manera controlada al lado de la raíz. Y por ejemplo, en el primer año, en nuestra zona que no es triguera, ya logramos rendimientos récord, salimos en los medios por el nivel de producción que tuvimos. Imagínate, esto fue un logro muy bueno y disruptivo para la zona, así que estamos muy contentos por haberlo hecho.
-¿Cuándo miras a 5 o 10 años, a donde te ves?
-Laboralmente, pienso que creciendo un poquito más en superficie bajo riego. Y personalmente, me veo con uno o dos changuitos dando vueltas por ahí, arriba de un caballo y haciendo la vida que más o menos demanden. Mi idea sería bajar un poco un cambio y acompañarlos como alguna vez me acompañaron a mí, eso está bueno.