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De la mano de un agrónomo bahiense y un investigador español, una bodega de La Rioja apuesta al tratamiento de sus residuos, con los que fabrica y comercializa fertilizantes y carbón vegetal

Fuente: Bichos de Campo 24/04/2025 11:57:13 hs

Con más de una década de trabajo dedicado a la investigación y al desarrollo de herramientas para tratar y valorizar residuos del sector agroindustrial, el ingeniero agrónomo Luciano Orden recibió con grata sorpresa la invitación de la Bodega Valle de la Puerta -ubicada en la localidad riojana de Chilecito- a desarrollar aquella línea de trabajo

Con más de una década de trabajo dedicado a la investigación y al desarrollo de herramientas para tratar y valorizar residuos del sector agroindustrial, el ingeniero agrónomo Luciano Orden recibió con grata sorpresa la invitación de la Bodega Valle de la Puerta -ubicada en la localidad riojana de Chilecito- a desarrollar aquella línea de trabajo en su finca de más de 1.300 hectáreas, las que destina tanto a la producción vitícola como olivícola.

Su formación en la Universidad Nacional del Sur, de la que también fue docente en el marco de la Cátedra de Edafología; y sus 13 años de trabajo en la Estación Experimental del INTA Hilario Ascasubi, donde buscó dar respuesta al tratamiento de residuos del sector cebollero en el valle bonaerense del Río Colorado, le hicieron sentir que estaba a la altura de la tarea. Sin embargo, tenía que sortear un pequeño desafío: se encontraba en España.

“Luego de la pandemia accedí a una beca de fondos europeos, de la Fundación María Zambrano, con la que España buscaba recualificar a docentes e investigadores. Allí pude llevar adelante lo que estaba haciendo en INTA, pero con acceso a técnicas y equipamientos de medición que no tenía en Argentina. Hace tres años que estoy acá, y el año pasado recibí el llamado de la bodega, que quería avanzar en un proyecto muy innovador”, relató Orden en conversación con Bichos de Campo, desde el otro lado del Atlántico.

Por su parte, y con los pies en tierras riojanas, el presidente y CEO de Bodega Valle de la Puerta, Julián Clusellas, dijo a este medio: “El contacto surgió como consecuencia de una visión de nuestros accionistas, que tiempo atrás analizaron que se venía un mundo con una fuerte Agenda 2030, que iba a tener barreras paraarancelarias, y que teníamos que resolver nuestros pasivos ambientales. Eso nos motivó a levantar, hace siete y ocho años, una planta de pellets de madera con los restos de poda, que no funcionó. Ahí es que entra Luciano para armar un compost a escala, con todos nuestros subproductos”.

Para esta misión cuasi internacional, Orden acudió al investigador y profesor español Raúl Moral Herrero, catedrático de la Universidad Miguel Hernández de Elche y coordinador Grupo de Investigación Aplicada en Agroquímica y Medio Ambiente (GIAAMA), del que formaba parte en el país ibérico.

Raúl Moral Herrero junto a la Jefa de Sostenibilidad de la bodega

“Estar aquí no fue en lo absoluto un impedimento porque con la colaboración y el respaldo del equipo de colegas españoles les pude dar una rápida y pronta respuesta, en el marco del programa de sustentabilidad de la bodega, que incluía sellos de Buenas Prácticas y de calidad que estaban certificando para exportar sus productos. Moral Herrero venía de hace muchos años trabajando y dando respuesta a los residuos de las almazaras, y con él terminamos viajando a la finca, donde realizamos capacitamos y tomamos muestras para nuestros análisis”, destacó el agrónomo de Bahía Blanca.

En efecto, si bien la bodega (que además de vinos y aceite de oliva produce pasas de uva y nogales) tenía una fuerte impronta de cuidado del medio ambiente, un obstáculo con el que se toparon fue el de realizar compost estable y a gran escala con sus residuos. Fue gracias a esta colaboración con los investigadores que lograron no solo sortear eso, sino incluso obtener certificaciones de la mano de la empresa norteamericana SCS.

“Por lo general, los residuos de las bodegas que no se tratan quedan en el fondo de la finca, en pilas degradándose naturalmente en el ambiente. Más allá de que la mayoría de los establecimientos presentan condiciones edafoclimáticas donde no va a haber ningún lavado de nutrientes y potencial contaminación de napas, tener una fermentación sin control al aire libre en grandes volúmenes genera emisiones de metano, de nitroso, de amoníaco, de dióxido de carbono, que son todos gases de efecto invernadero. Y el concepto que aplicamos acá es el de darle a los subproductos algún tipo de utilidad”, explicó Orden.

En el caso de la bodega riojana, los residuos incluían orujo, alperujo y restos de las podas, además de cama de pollo de productores locales. A través del compostaje propuesto por el agrónomo, con herramientas desarrolladas por él (en particular una volteadora que permitía mezclar y homogeneizar mejor el compost, sin desgastar tractores), no solo se logró su descomposición controlada, sino también menores emisiones.

“El proceso de compostaje es un proceso aeróbico, donde controlamos las temperaturas, donde planificamos una relación carbono-nitrógeno óptima, la humedad, los volteos, etc. Un compost estable, maduro, de calidad, es apto para ser registrado en Senasa y comercializado, y es lo que logramos. Acá en España hay mucha experiencia de cómo realizar eso”, señaló el agrónomo.

Una vez obtenido el compost, empleado la infraestructura ya levantada por la bodega para la producción de pellets de madera, elaboraron pellets a base de aquella biomasa que sirven como fertilizante. Actualmente, aquella planta posee una capacidad para elaborar 5 toneladas de pellets por hora.

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“Una parte del fertilizante obtenido es orgánico, y otra parte es orgánico-mineral porque se encuentra aditivado como cualquier fertilizante clásico utilizado por la agricultura convencional”, indicó Orden. Aquellos productos se comercializan actualmente a partir de un acuerdo con la empresa distribuidora Nutriterra, bajo la marca Wanu.

Pero como si eso fuera poco, la bodega sumó la producción de biochar o carbón vegetal, a partir de residuos de mayor tamaño de las podas de olivo y vid.

“Somos los primeros en Argentina en traer unos hornos pirolíticos para hacer biochar, desde Ucrania. Parte de la carbonilla que obtenemos se incorpora también al Wanu, en una proporción de entre el 10% y el 15%, lo que mejora muchísimo la retención hídrica del suelo, absorbe metales pesados, modifica el pH y favorece la proliferación de microorganismos. Y lo que es el carbón propiamente dicho, lo vamos a empezar a comercializar en los supermercados y a exportarlo a Europa”, señaló Clusellas. La capacidad de elaboración de biochar alcanza hoy las 10 toneladas diarias.

Con el éxito de la experiencia alcanzado, Orden concluyó: “La verdad es que es una experiencia muy interesante, que estaría bueno que muchas empresas del sector primario y agroindustrial de nuestro país pudieran adoptar. Lo cierto es que hay muchos escondiendo residuos debajo de la alfombra, y eso se puede cambiar”.

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