Dólar a $ 1.000 y fin de la baja de retenciones: “Los negocios agrícolas empiezan a oler a quemado”
En su informe mensual, la consultora Zorraquin+Meneses plantea un panorama complicado si se mantiene el valor del dólar con un tipo de cambio bajo y no se avanza con una rebaja de impuestos.
El pasado viernes, en una reunión privada que representantes del sector productivo -entre ellos la Mesa de Enlace– mantuvieron en la Bolsa de Comercio de Rosario con autoridades del equipo económico del Gobierno nacional, quedó claro que, al menos por ahora, quienes responden a Luis Caputo tienen claro que el rumbo es: mantener el dólar con un tipo de cambio bajo y seguir adelante con el retorno de las retenciones que regían hasta enero.
Aunque desde el campo les dejaron en claro que esa combinación de medidas pone al sector en una situación crítica de competitividad y rentabilidad, desde la Casa Rosada lo consideran una clave para mantener la estabilidad económica -sobre todo, los precios-, e insisten en que pronto (sin decir plazos) llegará la rebaja impositiva.
A partir de este panorama, la consultora Zorraquin+Meneses, que asesora a empresas agropecuarias de diversos rubros, se sumó a las señales de alerta.
“La suma de presión fiscal alta y costos en alza presentan una ecuación de riesgo. Si el escenario es un tipo de cambio cercano a $ 1.000, y hay vuelta de los derechos de exportación a los niveles anteriores, los negocios agrícolas empiezan a oler a quemado”, advirtió en sus “Apuntes para empresas” que difunde de manera mensual.
DÓLAR, RETENCIONES Y UNA “PARADOJA” ECONÓMICA
Bajo este panorama, los asesores Teo Zorraquin y Alejandro Meneses aclaran que “no hay un pedido de devaluación, pero sí de seguir bajando impuestos y de asumir que un dólar bajo tiene algunos efectos colaterales que disminuyen la competitividad”.
Pero ante la intransigencia, al menos a corto plazo, del Gobierno, consideran que el camino de las empresas es “hacer ajustes internos”, que ya se están viendo y se cristalizan en las discusiones sobre el valor de los arrendamientos, la postergación de inversiones que no tengan financiamiento crediticio razonable o el ajuste en dividendos a pagar a los socios.
“Las dudas son muchas, y las certezas pocas”, agregan y entre esas dudas, mencionan lo que consideran una “paradoja” que marca el contexto actual: muchos empresarios ilusionados con que la macroeconomía empieza a ordenarse, pero que a la vez no ven reflejado ese rumbo de la macro en los números de sus compañías.
¿Qué hacer ante este contexto? “Como siempre, las decisiones son individuales por empresa y, donde algunos ven un corto plazo pesimista, otros deciden acelerar en la curva. Lo que seguro no aconsejamos es estar en modo inercial y dejar que pase el tiempo para ver qué pasa. Sin generalizar, observamos que muchas empresas están patrimonialmente sanas y sin problemas de caja de corto plazo, lo que permite tener mejores herramientas para decidir”, responden.
LOS NEGOCIOS AGRÍCOLAS BAJO ANÁLISIS
En este marco, al introducirse hacia cómo viene el escenario para las empresas agrícolas, los consultores señalan que el mercado aún está acomodándose, reaccionando e intentando entender las nuevas medidas económicas.
De todos modos, en estos primeros 10 días de vigencia, la nueva banda de flotación ya tiene su impacto.
“No es lo mismo vender un cereal de U$S 200 o 300, con un dólar de $ 1.000, que a 1.400. Para tener una idea, el último dólar blend fue de $ 1.129 y las cotizaciones de los últimos días parecen estabilizarse alrededor de 1.200. Esto impactó en las pizarras, que tuvieron variaciones importantes a lo largo de estos 10 días. Iniciaron los cambios subiendo las cotizaciones en pesos y luego fueron recortando dichas subas y acomodándose a la nueva realidad”, repasa el reporte de Zorraquin+Meneses.
Y completa: “Es decir, tuvimos una baja en dólares de las cotizaciones de futuro y un aumento en pesos de las pizarras, que luego recortaron sus cotizaciones, al vaivén del dólar oficial. A su vez hubo un aumento de las tasas de interés”.
La consecuencia de este contexto es que se desmejoró la relación insumo/producto, se encareció la financiación bancaria y comercial, aumentaron los costos de estructura en dólares y por ende disminuyó la rentabilidad del negocio.
Por eso, de nuevo la alerta sobre el tipo de cambio: “Si el dólar sigue bajando hacia el piso de la banda de flotación, y se estabiliza en esos valores, el negocio seguirá empeorando, salvo que exista un aumento de precios de los cereales en dólares, haya una disminución de impuestos, se genere una baja en el precio de los insumos, o una baja en los arrendamientos de la próxima campaña”, insisten.
La realidad es que, con los cálculos de hoy, “la campaña actual posee rentabilidades esperadas cercanas a cero, básicamente por el impacto de la seca y la baja de los precios internacionales, dependiendo de la zona y la cartera de cultivos”, mencionan.
Y al poner el foco en el nuevo ciclo 2025/26, próximo a comenzar con la siembra fina, “con los precios actuales, el escenario no es muy distinto”, subrayan.
“Exige rendimientos arriba de la media para salir airoso, si bien hay cultivos que tienen mejor margen mientras que otros dan inicialmente negativos en el Excel, compensando quizás la cartera de inversión. Con lo cual este es el escenario que enfrenta el productor, muy desafiante, de márgenes o rentabilidades finitas. Nada de margen para equivocarse en sus decisiones actuales y futuras”, enfatizan.
CARNE Y LECHE
En tanto, Zorraquin y Meneses también analizan las condiciones que este contexto genera para la producción ganadera.
En lo que es producción de carne, lamentan que los dos pilares sobre los que se asienta el mercado ganadero están flaqueando: el primero es la exportación, que hasta hace poco representaba un 32% del destino de las carnes producidas, hoy se ubica más cerca del 25%.
El otro pilar es el consumo interno, que se ha ido recuperando en los últimos meses, pero ante los aumentos en mostrador hay una retracción inicial y sustitución por alguna de las otras carnes, lo que le pone un techo al valor de la carne en pie.
“En este escenario no muy promisorio, el valor de la hacienda en pie sigue con aumentos moderados. Y todo con agilidad en la venta. No son malos precios en plena zafra de terneros. Los feed lots demandando y volviendo a llenar corrales y, con un otoño bastante amable (en las zonas donde las lluvias no fueron excesivas), hay retención en los campos de cría para ganar algunos kilos en la invernada y en las vacas vacías. Eso hace que la oferta fluya más lento y ayude a sostener precios”, afirman.
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En tanto, opinan que los ganaderos no son ajenos a lo que ocurre en la macro, recordando que tienen una mercadería valuada en pesos y que al vender deben aplicar alguna inteligencia financiera para defender el valor de su dinero.
“Nos parece que pinta para un año de renta positiva para el negocio, pero con un techo bajo. A favor, precio de los granos deprimido que baja costos de alimentación y un mercado interno que no explotará pero que debería soportar bien la oferta prevista. Y, como amenazas, que la industria exportadora siga perdiendo competitividad y que eso se traslade a una baja de precios al productor, más un aumento de costos indirectos y de mano de obra que ya se observa, y una mayor tasa de interés crediticia en pesos”, describen.
Los Apuntes de abril. Entre dudas y certezas se toman decisiones en el agro. https://t.co/vaebQ68s7z pic.twitter.com/bGbiFRm92l
— Teo Zorraquin (@TeoZorraquinZM) April 28, 2025
Con respecto a la lechería, un problema es que el valor que cobran los tambos por litros se está retrasando: en marzo subió solo 1,3% respecto a febrero y se ubicó apenas 36,6% por encima en el último año.
Así, “se acelera el deterioro respecto a la inflación; medido en dólares, el precio sigue en U$S 0,41 por litro, un valor alto medido en estos términos, pero muy sostenido por el bajo nivel del tipo de cambio”, comentan.
Pero hay varios factores que invitan al optimismo: la producción sigue en alza, con un primer trimestre del 2025 con casi un 10% más que en ese mismo período de 2024; y a nivel de consumo interno, el mismo se va recomponiendo y “da una señal positiva”.
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De nuevo, el frente complicado es el cambiario. “La exportación de leche, que representa cerca del 30% del destino de la leche, colocó cerca de un 10% menos en volumen que el último año. Con un precio de la leche en polvo entera en los U$S 4.000 la tonelada, este mercado aparece competitivo, pero con un tipo de cambio en $ 1.100, esto se irá deteriorando”, remarcan.
Bajo este panorama, sin margen para aumentos al mercado interno y con estas luces amarillas en la exportación, Zorraquin+Meneses refiere que “la industria viene anunciando que no hay aumentos previstos al productor” y al necesitar sostener los litros que procesa para poder sostener la escala del negocio, va cayendo su capacidad de pago.
“Luego de varios meses con rentabilidades atractivas, el negocio de la leche muestra señales que empiezan a preocupar. El partido se va a jugar en la primavera, cuando aparece la mayor cantidad de litros. Para esa época se necesitará una industria revitalizada y una macroeconomía que siga mejorando la capacidad de compra de los salarios y bajando los niveles de pobreza”, cierra el informe.
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