“Fertilizamos sin diagnóstico”: el desafío de acotar las brechas de rendimiento en soja

Durante una reciente jornada organizada por Fertilizar, el ingeniero agrónomo Guido Di Mauro brindó algunas pautas clave para volver a ganar productividad con la oleaginosa. Seguí el Especial Soja de Infocampo.
Luego de alcanzar un récord productivo de más de 60 millones de toneladas hace una década, la soja entró en un tobogán que hizo que la cosecha se redujera a un promedio más cercano a entre 45 y 50 millones de toneladas en los últimos años.
Y el motivo no solo está en la pérdida de hectáreas a manos de otros cultivos como el maíz, sino también en las pocas mejoras logradas en términos de productividad.
De acuerdo con el ingeniero agrónomo Guido Di Mauro, de la Universidad Nacional de Rosario UNR), las brechas de rendimiento en soja, en Argentina, rondan el 30%, teniendo en cuenta lo que se obtiene en promedio hoy en los lotes, y lo que se podría producir bajo un manejo más eficiente.
“Argentina es uno de los principales productores de soja del mundo; sin embargo, enfrentamos la necesidad de reducir esta brecha de rendimiento mediante mejoras en la nutrición del suelo y la adopción de tecnología”, afirmó durante la reciente Gira Fluvial que organizó Fertilizar AC por Rosario.
Este tema es uno de los que se aborda en profundidad en el Especial Soja de Infocampo.
BRECHAS DE RENDIMIENTO: CÓMO ACORTARLAS
Según repasó Di Mauro, la brecha de rendimientos de la soja en Argentina no depende exclusivamente del clima, la genética o la fecha de siembra, sino también de la gestión de la nutrición del cultivo.
Por eso, el desafío actual es aprovechar la sinergia entre estas prácticas para aumentar el rendimiento.
Como parámeto importante, citó que sólo la mitad de la superficie sembrada con soja recibe algún tipo de fertilización, y aún en esos lotes, las dosis aplicadas suelen estar por debajo de los requerimientos del cultivo.
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Por ejemplo, en la región núcleo los niveles de fósforo son bajos, y las dosis aplicadas de nutrientes no cubren los requerimientos, lo que limita directamente la producción.
En este contexto, Di Mauro presentó casos prácticos que demostraron cómo una adecuada fertilización puede incrementar significativamente los rendimientos actuales, tanto en soja como en otros cultivos.
Además, destacó que no solo se mejora el rendimiento, sino que también podría mejorar la concentración de proteína en los granos, un factor crucial para la industria de procesamiento de soja.
“La calidad y concentración de proteína son fundamentales para la industria del procesamiento de soja que genera productos de valor”, indicó.
DIAGNOSTICAR Y FERTILIZAR
Di Mauro recordó que la soja argentina se expandió apoyada en la fertilidad natural de los suelos, lo que permitió altos rendimientos sin fertilización durante décadas.
“Esa ventaja inicial se transformó en una debilidad: hoy tenemos balances negativos de nutrientes y suelos que muestran signos de agotamiento”, advirtió.
Según sus relevamientos, apenas la mitad de la superficie sojera recibe algún tipo de fertilización y solo 20% de los productores realiza análisis de suelo.
“Fertilizamos sin diagnóstico, lo que contribuye a mantener balances deficitarios y compromete la sustentabilidad. Con una fertilización balanceada, incluyendo fósforo, azufre y nitrógeno en la rotación, podríamos sostener altos rendimientos y maximizar beneficios económicos a nivel sistema”, ilustró.
En este marco, como conclusiones, destacó:
- Uso insuficiente de nutrientes: en muchos lotes las dosis aplicadas están por debajo -a veces nulos- de lo que la soja requiere.
- Oportunidades de adopción tecnológica: solo 3 de cada 10 productores alcanzan un nivel “alto” de adopción tecnológica.
- El límite del diagnóstico: la brecha no depende únicamente de clima, genética o fecha de siembra, sino también de un bajo aporte de nutrientes y de la falta de análisis de suelo.
- Potencial estratégico: mejorar la nutrición permitiría elevar rendimiento y calidad hasta los máximos observados en productores de punta o en ensayos experimentales.
En resumen: la fertilización debe ser balanceada, incorporando fósforo, azufre y nitrógeno en la rotación de cultivos, para sostener altos rendimientos y maximizar los beneficios económicos, preservando la calidad del ambiente productivo.
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