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El nido vacío: Tres emprendedores cuentan cómo sobrevivieron esta cuarentena sin el turismo rural

Fuente: Bichos de Campo 14/12/2020 10:54:55 hs

Pedro, Ana y Javier tienen en común que viven en la provincia de Buenos Aires, que gran parte de su vida se la dedican al turismo rural y que les tocó afrontar todos estos meses sin poder abrir sus tranqueras. Aquí cuentan su experiencia. Pedro Cataldo Stancanelli es guía de turismo y tiene su restó

Pedro, Ana y Javier tienen en común que viven en la provincia de Buenos Aires, que gran parte de su vida se la dedican al turismo rural y que les tocó afrontar todos estos meses sin poder abrir sus tranqueras. Aquí cuentan su experiencia.

Pedro Cataldo Stancanelli es guía de turismo y tiene su restó de campo “Lo de Pedro” en Colonia Nievas (localidad de 25 habitantes permanentes), que es una de las tres Colonias de Alemanes del Volga que posee el partido de Olavarría (las otras son Colonia Hinojo y Colonia San Miguel).

“Esto de la pandemia me afectó mucho”, es lo primero que dice. “Desde el inicio de la cuarentena me vi obligado a tener que cerrar sin poder brindar ningún tipo de servicio, ni gastronómico ni de alojamiento así que para mí fue un gran golpe porque realmente no sabía qué hacer ni qué iba a pasar. Son esos momentos de zozobra donde todo está por verse. Afortunadamente pude volver a ofrecer el servicio gastronómico cuando se permitió en la zona la presencia de comensales, a fines de julio, mientras que las cabañas están en alquiler nuevamente a partir del primero de diciembre”.

Lo de Pedro abre por lo general sábados, domingos y feriados desde el mediodía a la tardecita y la propuesta gastronómica varía según época, productos estacionales y demanda. Algunos de los platos que se ofrecen son carnes al asador, cordero al horno, pollo relleno, bondiolas, verduras asadas, ensaladas, picadas de chacinados y escabeches. Y por supuesto los infaltables chucrut y leberwust. Entre lo dulce se destaca la tarta con guayabas, pastafrola con dulce de guayabas, cabsha de limón o dulce de batata y el strudel, claro.

“Abrí por primera vez mis puertas en Semana Santa de hace unos 12 años para brindarle un servicio de té a un contingente de visitantes de CABA, y desde entonces hasta hoy en forma ininterrumpida salvo durante el periodo de cuarentena de este fatídico año”, recalca Pedro. “La gente disfruta no solo de la propuesta de gastronomía y alojamiento (donde no hay wifi ni tv, sí libros), sino que también disfruta del amplio jardín, del silencio, de la naturaleza, de la paz, cualidades que se continúan vivenciando al caminar por todo el entorno rural de la Colonia”.

Por otro lado, agrega Pedro, en estos tiempos de pandemia la gente valora, la seguridad que les genera poder estar al aire libre en un amplio espacio, con gran distanciamiento, casi como estando en “el medio del campo”. Habrá que ver cómo se desarrollar las cosas”, concluye.

“Lo del Covid fue una situación nueva e inesperada para todos, y en La Querencia cerramos desde el primer momento hasta ahora, diciembre, que pudimos volver a abrir. Postergamos proyectos, viajes y reuniones pero lo aprovechamos para mantenimiento y algunas cuestiones postergadas en el jardín”, cuenta Ana Fernández Chaves de Pigüé que, además de tener el complejo de cabañas La Querencia junto a su esposo, es ceramista desde hace muchos años y sus productos y talleres forman parte de la propuesta del grupo INTA Turismo Rural Sierras y Pampa.

“El hecho de estar aislados, de no recibir huéspedes y los días fríos del invierno me brindaron buenas oportunidades y tiempo para trabajar en la cerámica, así que pude disfrutar de los pocos beneficios de la cuarentena, haciendo talleres y seminarios on line, donde participamos artesanos de Argentina y de distintos países compartiendo y afianzando conocimientos”.

Cabe destaca que Ana no hace una “cerámica cualquiera” sino que rescata las técnicas y diseños de los pueblos originarios de la zona. “Cuando comencé con el turismo me di cuenta de que había muy poco información sobre los pueblos originarios de aquí y que había mucho para contar, como por ejemplo que la cerámica es más simple con apenas unas grafías hechas con un palito o un hueso y de pocos colores si se la compara con la del Norte, debido al tipo de arcilla que hay”, cuenta. “Me interesa rescatar las técnicas de los pueblos que habitaban esta zona, por eso no se trata sólo de hacer ´piezas bonitas´ sino de poner en valor lo auténtico, como los cuencos bajos y anchos de arcillas rojas utilizados para la vida diaria ”.

Las técnicas a rescatar consisten en buscar arcilla en las barrancas de arroyos, prepararla, modelarla y hacer el bruñido que es sacar brillo y tapar poros con una piedra pulida. Luego viene la etapa de decorar con grafías, incisiones o pintar con engobes (arcilla líquida coloreada con pigmento mineral) o hacer la cocción en horno con leña para un posterior curado de las piezas con cera de abeja para impermeabilizar y desinfectar. Todo esto lleva mucho tiempo y este forzoso aislamiento, enfatiza Ana que siempre busca lo mejor de todo, le permitió dedicarse a este tipo de tareas y elaborar piezas que ya están a la venta (muchas de ellas) en el taller ubicado en el complejo de cabañas.

“Hoy tenemos posibilidades de volver a recibir huéspedes, con protocolos, declaración jurada y muchos cuidados”, describe Ana. “Vemos que la gente tiene ansias de salir, ver familiares y amigos pero por ahora averigua y proyecta con mucha prudencia, prefiere estar en lugares tranquilos y no muy concurridos, por eso es una buena oportunidad para el turismo rural, con trato personalizado, revalorizando y disfrutando de la naturaleza, de los sabores y las costumbres simples de lo rural o de poblaciones pequeñas”.

“Después de esa primera semana cuando empezó la cuarentena me senté a tomar cerveza en la galería y me puse a pensar qué hacer porque yo veía que todo lo relacionado a hotelería y a gastronomía se iba a cerrar”, grafica Javier Graff, cocinero profesional y responsable de haber puesto en valor la comida de su familia perteneciente a los Alemanes del Volga en su restaurante ubicado en la colonia Santa María, de Coronel Suárez.

Javier pertenece desde el inicio al Grupo INTA de Turismo Rural Cortaderas II donde comenzó recuperando los platos típicos de los alemanes del Volga, luego montó un pequeño hotel y finalmente, para despuntar el vicio de hacer cosas, empezó a hacer chocolates. Y fueron estos chocolates (que eran un homenaje a su mamá, quien trabajó en una chocolatería), quienes prendieron la mecha de la nueva ida.

“Esa tarde, cerveza en mano, decidí arrancar con todo con los alfajores. En seguida llegó Semana Santa e hice la prueba con la promoción de huevos de pascua… y en 4 días vendí una tonelada de huevos, no vendí más porque no tenía”, recuerda. “Tuvimos tan buena aceptación que al poco tiempo decidí poner la chocolatería en Suárez con los ahorros que tenía y realmente tuvimos una excelente respuesta de la gente, en invierno vendimos muy bien, quizás porque el chocolate es tan rico que siempre da una gratificación en momentos difíciles”.

Javier dice que por ahora, aunque esté habilitado, no va a abrir ni su restaurante ni su hotel porque siente que hay mucha paranoia y que al fin y al cabo le puede traer más problemas que ganancias o satisfacciones.

“Mi reinvención para cuando la actividad turística vuelva con total normalidad es tener una buena pileta en el hotel, así que la propuesta será que la gente venga a instalarse y pasar varios días y disfrutar del pueblo, del lugar y de nuestra comida. Estoy convencido de que esta es la gran oportunidad para el turismo rural porque tiene todas las condiciones necearías para respetar el distanciamiento y todo lo que se requiere”.

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