Después de años de hacer agricultura tradicional, los Calderón apostaron al modelo agroecológico y hoy hasta producen su propia harina orgánica
Un 9 de noviembre, hace ya diez años, la familia Calderón tomó la decisión de bajarse del tren de la agricultura tradicional. Se acuerdan de la fecha porque estaba arrancando una nueva campaña de siembra de soja. “Veníamos trabajando con alta tecnología, en primera como se dice”, recuerda Marcela, integrante de la familia. Además de
Un 9 de noviembre, hace ya diez años, la familia Calderón tomó la decisión de bajarse del tren de la agricultura tradicional. Se acuerdan de la fecha porque estaba arrancando una nueva campaña de siembra de soja. “Veníamos trabajando con alta tecnología, en primera como se dice”, recuerda Marcela, integrante de la familia. Además de ser productores, con un campo en la zona de Baigorrita, partido bonaerense de General Viamonte, eran contratistas y llegaban a realizar labores de siembra, fertilización y pulverización en 2500 hectáreas al año. Un día dejaron de hacerlo.
“Nos sentíamos atados al sistema y veíamos un modelo que se estaba agotando. El cambio no lo hicimos por estar en contra de los agroquímicos, pero si nos afectaba tener que estar aplicándolos cada vez más. Dentro de nuestra zona fuimos precursores de la siembra directa. El suelo estaba muerto, no tenía estructura”, contó Marcela Calderón a Bichos de Campo.
Iniciaron allí un proceso autodidacta de aprendizaje sobre sistemas alternativos de producción, como la denominada agroecología. El primer paso fue hacer una huerta junto a la casa de la familia, que temaron como nodo central del área que destinaron a los ensayos. Junto a ese proceso pusieron en alquiler el resto de los lotes.
“Veníamos del modelo agroindustrial con créditos tomados. Esa transición financiera fue bastante fuerte, de un día para el otro lo económico no lo podés advertir. Alquilar nos servía para ir saldando esos compromisos”, explicó la productora.
La huerta fue el primer ensayo de producción sin aplicación de insumos de síntesis química, y el resultado fue tan bueno que parte de su producción la vendían. Aprendieron sobre permacultura, agricultura regenerativa, agricultura natural, agricultura biodinámica. Estudiaron casi todos los modelos de agricultura existentes hasta que llegó un primer contacto con las propuestas de Eduardo Cerdá, agrónomo especializado y actual director nacional de agroecología.
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“Participamos de varias charlas con él. Fue uno de los precursores de la agroecología y le dio visibilidad entre los agricultores. Rescatamos de eso la siembra asociada y la necesidad de salir del monocultivo. Empezamos a hacer trigo con trébol blanco, luego con trébol rojo. Ahora estamos con mucha variedad de pasturas. Lo que hacemos es cosechar el trigo y después hacemos pastura que aprovechamos con ganadería ovina”, explicó Calderón.
¿Y con las plagas y las malezas cómo hicieron? La productora indicó que sorprendentemente no han tenido ningún problema de insectos u hongos, y casi nada de maleza, y eso lo atribuye al equilibrio que adquirió el suelo.
“Si vos tenés un suelo sano, las plantas y los animales estarán sanos. Tenemos un lote partido entre el modelo tradicional y el modelo agroecológico. El tradicional está totalmente tomado por la roya y el otro nada. Hay una relación directa entre la cantidad de fertilizantes y nitrógeno que se le echa a la tierra y las enfermedades. El suelo se intoxica si hay un exceso de nutrientes”, sostuvo.
De todo ese proceso ya han pasado diez años y hoy la familia lleva orgullosamente adelante el emprendimiento “Huerto Interior”, en el que producen y comercializan su propia harina integral agroecológica. La producen con molinos propios a piedra, y cuentan también con uno paraguayo para trabajar la harina de maíz. Próximamente incursionarán en la polenta.
“Producimos alrededor de 1200 kilos de harina por mes. Es toda orgánica. Lote que recuperamos, lote que no conoce más el químico de síntesis. Tampoco usamos bioinsumos, apelamos a la regeneración natural del suelo. Tratamos de colaborar para que se recupere por sí solo”, aseguró la –ahora- emprendedora.
Comenzaron a comercializarla en ferias y ahora se la puede encontrar en comercios de la zona o por sus redes sociales. El kilo está 90 pesos y la harina se vende en bolsas de 18 kilos, o en packs por unidad a 95 pesos.
“El modelo agroindustrial necesita un solo insumo, el dinero. Está todo hecho. Está la receta agroecológica, las semillas, los insumos. No hay desafíos, todo establecido, todo está coordinado, hasta la comercialización. Ya sabes a quién se lo vas a vender, a qué precio, etc. Con la agroecología tenés un desafío todos los días porque no sabes cómo se va a manifestar la naturaleza”, remarcó Calderón y concluyó: “uno no dice que este sea el único ni el mejor modelo, pero esperamos que cada vez podamos ser más los agricultores que estemos generando alimentos más saludables”.
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