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“Tití” Rodríguez produce melones desde hace 65 años y mantiene su pasión intacta: “Dios dirá cuando pienso aflojar”

Fuente: Bichos de Campo 14/01/2022 13:18:00 hs

Cuando tenía 14 años, el santiagueño José Ramón Rodríguez –mejor conocido como “Tití”- se animó junto a su hermano a ayudar a su padre en el trabajo. Su misión consistía en alcanzar la producción familiar de melones hasta los vagones del ferrocarril, que en ese momento conectaba a esa provincia del norte con los mercados

Cuando tenía 14 años, el santiagueño José Ramón Rodríguez –mejor conocido como “Tití”- se animó junto a su hermano a ayudar a su padre en el trabajo. Su misión consistía en alcanzar la producción familiar de melones hasta los vagones del ferrocarril, que en ese momento conectaba a esa provincia del norte con los mercados de Buenos Aires. Rodríguez padre los recibía en las estaciones de Beltrán, Forres y Fernández, donde queda el campo de la familia. Los disponía para la venta bajo la marca “Reina Victoria”.

“En aquel tiempo se trabajaba a granel y se colocaba todo en los vagones. Ellos los vendían a los acopiadores de distintos mercados de la Ciudad de Buenos Aires, en el mismo vagón. Llegaban trenes completos de aquí de la zona. En aquel tiempo se producía mucho más que ahora”, recordó Tití, en una charla con Bichos de Campo. Tiene 80 años, pero no se achica a la hora de agacharse sobre el surco pare mostrarnos cómo se detecta que un melón está listo para se cosehado.

El nombre de la marca -que todavía se mantiene en el mercado nacional como una de las más antiguas del país- surgió como un chasco a su hermana Victoria, quien en 1952 había sido seleccionada como “Reina del Agro” de Santiago del Estero, un concurso muy popular en aquel entonces. “Fue una ocurrencia por hacerle una broma y quedó. En Buenos Aires fue muy bien recibida. Mandábamos al Mercado del Abasto, al de Avellaneda y a otros mercados de la provincia”, relató el productor.

La familia Rodríguez, que reside en la localidad de Fernández, produce melones “desde siempre”. Se iniciaron con un campo de 600 hectáreas, que luego se redujo a 300 tras honrar el pago de una deuda bancaria. Con el tiempo la producción se diversificó y se adentraron en el cultivo de sandías y citrus, además de algodón. También realizaron –y aún realizan- algo de ganadería, que según Tití es lo que les permite hacer rotaciones en el suelo, cuidarlo de las plagas y no agotarlo.

“El suelo es el recurso que tenemos que cuidar. Basamos nuestra economía en esas cosas. No hay que poner los huevos en una sola canasta, como se dice, porque puede venir un granizo o haber un mal mercado, como pasó en la década de 1990 en donde todo entraba importado”, aseguró con sabiduría el productor.

El clima de Santiago, caluroso y seco, es el ideal para la producción de melones. La siembra comienza 90 días antes de la cosecha, que se realiza entre los últimos días de octubre y los primeros quince días de enero. La implantación de los melones debe hacerse en el momento justo para evitar las últimas heladas. La cosecha temprana buscar escaparle a la competencia de las producciones de San Juan y Mendoza, que ingresan al mercado más tarde y con fruta de muy buena calidad.

La producción de Reina Victoria se sustenta en base a agua de riego, proveniente en parte del Río Dulce y de napas subterráneas.

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A la hora de cosechar, cada plantación es repasada tres veces por semana, para asegurar el punto justo de la fruta. Tití sabe que es una tarea que se hace en momentos de gran calor pero entiende que es algo que “hay que aguantar”.

¿Y cómo saben si el melón está listo para ser cosechado? Principalmente por su color, que debe ser uniforme en toda la fruta, incluso en la parte que mira hacia el suelo. “Son algunos secretos. Si hablamos de sandía, ella tiene un rulo en el vástago que cuando se seca significa que está madura”, confesó.

Hoy la producción se envía a los mercados en cajones de madera y por camiones. Los melones más maduros se venden en cuestión de horas para evitar que se pasen de punto, mientras que los que se envían hacia la Patagonia se cosechan antes de tiempo, para asegurar su duración en el viaje.

-¿Siempre trabajó con las mismas variedades?- le preguntamos al productor.

-No, nosotros éramos productores de un melón amarillo que se llamaba Bola de Oro, que resistía mucho al transporte. Después vino toda la tecnología en cuanto a la genética y empezaron  a salir los híbridos. Ahí empezamos a pelearle a la precocidad, al peso y a la resistencia al transporte.

-¿Con la genética fueron mejorando esto?

-Correcto. Es la guerra que tienen los semilleros para ofrecer sus mejores híbridos. Se hace todos los años alguna exposición. Yo viaje un par de veces a la provincia de Mendoza, a Chile y también a España, hace tres años, a mirar esas cosas. Elegimos lo que más se acomode a nuestras costumbres y que se adapte a las condiciones del clima.

-¿Se vende fácil o percibe que va bajando la demanda?

-Lo que va bajando es la oferta. Cuando baja la oferta hay una demanda más o menos sostenida. Sin embargo aquí generalmente lo que se produce en la provincia es un exceso de oferta, que peligra mucho en cuanto los costos

Según el santiagueño, todas las campañas pelean contra el precio de los insumos que se encuentran ciento por ciento dolarizados. Se trata principalmente de semillas, fertilizantes y hasta del nylon para realizar el mulching de los plantines.

-En febrero va a cumplir 81 años. ¿Cuándo piensa aflojar con el trabajo?

-Dios dirá. Ahora está aquí conmigo uno de los nietos. Tengo varios hijos varones todos dedicados a esto. Hay Reina Victoria para rato.

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