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Cultivos de cobertura y pastoreo ganadero: una relación que eleva la rentabilidad y la sustentabilidad

Fuente: Infocampo 12/10/2025 06:34:35 hs

Según un ensayo de INTA Pergamino difundido por CREA, el pastoreo de cultivos de cobertura mejora rendimientos agrícolas, aporta nutrientes y alienta la producción ganadera.

Integrar la ganadería en sistemas agrícolas mediante cultivos de cobertura constituye una oportunidad para diseñar esquemas productivos sostenibles y rentables en el corto plazo.

Así lo planteó Ezequiel Pacente, investigador del Grupo de Bovinos de INTA Pergamino, quien lideró junto a otros equipos un ensayo de cuatro años destinado a evaluar los efectos de este manejo.

El trabajo, según precisaron desde la plataforma Contenidos CREA, se realizó a través de un convenio de vinculación tecnológica entre en el INTA, mediante los grupos de trabajo de Bovinos y de Gestión Ambiental; y la empresa Gentos.

La presentación de los resultados se realizó durante la Jornada “Cultivos de Servicios y Producción de Carne en Lotes Agrícolas”, organizada por la región CREA Norte de Buenos Aires, en Rojas, el pasado 11 de septiembre.

Según los principales resultados del estudio, la producción de forraje del cultivo de cobertura alcanzó en promedio 7.096 kg/ha en las parcelas sin pastoreo y 3.464 kg/ha en las pastoreadas, con una ganancia diaria de 1,19 kg por animal y una producción total de carne de 373 kg/ha en apenas 45 a 50 días.

Además, el maíz sembrado después del cultivo de cobertura produjo 2.000 kg/ha más de grano en los lotes pastoreados, acompañado por un aumento de fósforo inorgánico y nitrógeno superficial en el suelo, sin afectar el carbono orgánico ni la estabilidad estructural.

MULTICULTIVOS DE SERVICIO

La experiencia se desarrolló entre las campañas 2018 y 2022 en el INTA Pergamino, con un diseño en bloques de tres repeticiones y dos tratamientos: con y sin pastoreo.

La secuencia agrícola ensayada fue soja, cultivo de cobertura y maíz, con un cultivo de cobertura multiespecífico que combinó una leguminosa, una gramínea y una crucífera.

“La gramínea aporta un gran volumen de forraje y mejora la capacidad portante del suelo; la leguminosa contribuye a la fijación biológica de nitrógeno; y el nabo forrajero actúa como descompactador y favore la infiltración”, explicó Pacente.

A esa mezcla se le incorporó trébol persa, con dosis promedio de siembra de 30 kg/ha de vicia, 20 kg/ha de raigrás, 2 kg/ha de nabo forrajero y 6 kg/ha de trébol persa.

En cuanto a la nutrición, el nitrógeno provino de la fijación biológica en el cultivo de cobertura, mientras que el maíz fue el único cultivo fertilizado, aplicando nitrógeno según análisis de suelo y rendimiento objetivo.

El fósforo se aportó con superfosfato triple y calcio en soja y en el cultivo de cobertura, estrategia que permitió reciclar nutrientes a través del pastoreo.

Las heces de las vacas devuelven fósforo y la orina aporta nitrógeno, generando un circuito de reciclado de nutrientes”, señaló el investigador.

El diseño experimental incluyó dos tratamientos: uno con pastoreo del cultivo de cobertura y otro sin pastoreo. No se contempló un barbecho químico, dado que los antecedentes del Grupo de Gestión Ambiental ya demostraban los beneficios de los cultivos de cobertura en términos de servicios ecosistémicos.

El pastoreo se realizó en franjas mediante un sistema rotativo con 10 días de permanencia y 20 de descanso, con evaluaciones previas de oferta forrajera para definir la carga animal.

La siembra del cultivo de cobertura se realizó entre abril y mayo, y el suelo se muestreó en distintos niveles de profundidad, entre 0 y 30 centímetros, para analizar carbono orgánico (COS), nitrógeno orgánico (NOS), fósforo total (PT), carbono orgánico particulado (COP), estabilidad estructural y densidad aparente.

El período de aprovechamiento fue breve, de 45 a 55 días, porque la siembra de los cultivos de cosecha requería liberar los lotes a tiempo. El primer pastoreo ocurrió a los 95-100 días de la siembra, lo que redujo el tiempo total de uso del forraje.

Al momento de secar el cultivo de cobertura, la producción de forraje sin pastoreo alcanzó un promedio de 7.096 kg/ha en los cuatro años de ensayo. En las parcelas pastoreadas, antes de la aplicación del herbicida se registraron 3.464 kg/ha.

“Calculamos la cantidad de pasto disponible y ajustamos la carga animal para que el consumo no superara el 60% de la oferta, dejando un 40% de remanente”, explicó Pacente. La ganancia diaria fue de 1,19 kg/animal y la producción total de carne promedió 373 kg/ha en 45–50 días.

El técnico destacó que esta respuesta combinó dos factores: la categoría en crecimiento, que permitió altas ganancias de peso, y la posibilidad de selección que tuvieron los animales gracias al remanente de forraje.

“Si después de esos 50 días no se ofrece un recurso de buena calidad, esos kilos ganados se pierden, porque el animal se viene abajo”, advirtió.

Desde el punto de vista económico, subrayó que el sistema mostró una relación favorable entre costos y retorno.

“Implantar un cultivo de cobertura puede costar unos 200 dólares por hectárea, pero con una producción de 373 kg de carne, a un valor de 2,5 dólares por kilo de animal, se pueden generar cerca de 900 dólares por hectárea”, calculó.

A este ingreso directo se suman beneficios que habitualmente no se valoran en dinero, como el aporte de carbono al suelo y el reciclado de fósforo a través de las deyecciones del ganado.

IMPACTO EN LOS CULTIVOS AGRÍCOLAS

El equipo del INTA también evaluó si el pastoreo de los cultivos de cobertura afecta el rendimiento de los cultivos agrícolas de la rotación. En el maíz de 2019 se observó un efecto positivo: las parcelas pastoreadas produjeron en promedio 2.000 kg/ha más de grano que las no pastoreadas.

El pastoreo del cultivo de cobertura benefició al maíz”, afirmó Pacente.

Este incremento se explicó por dos factores. Por un lado, en los lotes sin pastoreo se acumuló una biomasa cercana a 7.000 kg/ha, que no había sido rolada. “Donde el tren de siembra no logró aplastar bien ese colchón de pasto, la emergencia del maíz fue despareja”, describió.

En cambio, el pastoreo redujo la cobertura superficial y permitió una emergencia uniforme de las plántulas. Un manejo alternativo para evitar este inconveniente es el uso de rolo, que aplasta la biomasa antes de la siembra y facilita el trabajo de la cuchilla en siembra directa.

Por otro lado, el pastoreo generó mayores niveles de nitrógeno nítrico en el suelo en estadios tempranos, lo que favoreció el crecimiento inicial del cultivo. Respecto a la compactación, se registró un aumento leve de la densidad aparente en los primeros cinco centímetros de suelo, producto del pisoteo. Pacente aclaró que “la cuchilla de la sembradora directa rompe esa capa superficial, por lo que no representa una limitación”.

En profundidad no se detectaron cambios significativos. El investigador destacó que los animales permanecieron pocos días en cada franja –10 días de pastoreo seguidos por 20 de descanso–, incluso en jornadas con lluvias, lo que contribuyó a limitar los efectos del tránsito.

En cuanto a la estabilidad estructural, se verificó una mejora entre los 10 y 20 cm de profundidad, asociada al desarrollo radicular de los cultivos de cobertura, que al ser pastoreados desprenden raíces y favorecen la formación de agregados estables.

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BENEFICIOS EN CARBONO Y NUTRIENTES

Los análisis de suelo mostraron que el pastoreo de los cultivos de cobertura no afectó el contenido de carbono orgánico, tanto total como particulado. “El hecho de que se consuma el cultivo no reduce el aporte de carbono al suelo”, subrayó Pacente.

En cambio, sí se detectaron diferencias en la dinámica de nutrientes: en los primeros cinco centímetros de profundidad, las parcelas pastoreadas presentaron mayores niveles de fósforo inorgánico (reciclado por deyecciones) y un leve incremento de nitrógeno en la capa superficial (aporte de orina), lo que complementa los servicios ecosistémicos de los cultivos de cobertura.

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