Eugenia Brusca, la economista que para “sanar” de un pico de estrés empezó a correr y a hacer tortas
“El Medio Ironman o Ironman 70.3 es un triatlón que se caracteriza por realizar 1900 metros nadando, 90 kilómetros en bicicleta y 21 kilómetros corriendo; la prueba, en total, puede durar normalmente entre 4 y 6 horas, aunque pueden ser más”. Imagínense haciendo actividad física durante 6 horas seguidas y encaren esta historia de mucho
“El Medio Ironman o Ironman 70.3 es un triatlón que se caracteriza por realizar 1900 metros nadando, 90 kilómetros en bicicleta y 21 kilómetros corriendo; la prueba, en total, puede durar normalmente entre 4 y 6 horas, aunque pueden ser más”. Imagínense haciendo actividad física durante 6 horas seguidas y encaren esta historia de mucho aprendizaje, resiliencia y fortaleza.
La protagonista del Capítulo 78 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, es Eugenia Brusca, una joven de Azul, Buenos Aires, que se crió en el campo, en contacto con los animales y la naturaleza, pero también escuchando a su abuelo y su padre sobre que “a la ganadería nunca le va bien” y lo difícil de la actividad, las políticas, etc. Por eso, cuando tuvo edad de decidir qué estudiar, tomó otro camino. Creyó que estudiar economía “para trabajar en el Banco Central, el INDEC o en la gerencia de algún banco”, iba a ser la llave para alejarse de tanta penuria. Sin embargo, ni bien recibida, hace 10 años, fue reclutada por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) y parecía que su destino estaba marcado: volver al campo y la ganadería.
En un momento de su vida, haciendo una maestría y trabajando tuvo un pico de estrés. Su psicóloga le recomendó que empiece alguna actividad que active el hemisferio del cerebro donde está la creatividad, el derecho, para salir un poco de los números y la actividad estructurada de los economistas.
Así fue como empezó a correr, de la nada. Nunca había hecho running como tal (aunque sí deporte) y en unos años llegó a correr una maratón (42 kilómetros). Pero no quedó ahí, después se animó a “la madre de todos los triatlones”, el Ironman. La llave para desactivar ese pico de estrés no quedó ahí: estudió pastelería profesional y con su hermana hacen dulces y, dice ella, “el mejor rogel que puedan probar en su vida”.
Hoy, en el IPCVA, trabaja en la promoción en general, pero también para captar la atención de los jóvenes a las actividades rurales, para que no les pase lo mismo que a ella en su “corrida” hacia otra actividad, alejada del campo. Los invito a conocer la historia de Eugenia Brusca, una luchadora, con un camino desandado que puede servir a otros que hayan pasado por lo mismo.
-Venís de una familia rural, sos cuarta generación de productores agropecuarios. ¿Cómo es tu historia vinculada al campo? ¿Dónde arranca?
-Soy de Azul, provincia de Buenos Aires, mi familia oriunda de capital federal pero siempre relacionada con el campo, productores ganaderos, principalmente. Luego del fallecimiento de mi abuela mi padre se hizo cargo del establecimiento y de capital federal se mudaron a Azul, dado que el campo estaba en Las Flores. Ahí comienza una relación más directa.
–¿Qué te acordás de esa infancia?
-Mi padre “pensaba” que mi hermana y yo éramos dos pequeños niños, no dos niñas. ¡Hasta me han llegado a cortar el pelo cortito como niño! Siempre estábamos detrás de los animales, haciendo alambrados, en la manga, haciendo tactos, vacunando, sembrando. Obviamente, siempre como un juego. A nosotros nos formó con grandes desafíos para la vida que se nos venía. Después de unos años mi padre se estableció en Tapalqué y la relación fue más fluida aún porque empezamos a participar de un grupo de Cambio Rural.
-Viste que la niñez es una época en la que las cosas le quedan grabadas en el cuerpo y el alma. ¿Qué te quedó a vos?
-Una sensación que nunca me voy a olvidar y hoy en día tengo muy presente es cuando saltando un alambrado eléctrico quedé en el medio y me dio una patada y di un grito tremendo. Y lo que me llena el corazón, y si algún día tengo hijos me gustaría poder replicarlo, es estar en la manga y alrededor de los terneros, que te pasen por al lado, ese olor a bosta que me lleva a mi niñez y el eucalipto, que me lleva inmediatamente al monte, con mi padre, mi madre y mi hermana en el campo familiar (se emociona).
–Llegó la adolescencia…
-Si, ya teníamos más protagonismo y entendíamos más del negocio. Me intenté meter en la actividad, pero esas quejas familiares que venían de mi bisabuelo, de mi abuela, mi padre mismo, no me seducían a querer trabajar en la actividad agropecuaria. Aún amando el campo.
-¿Qué estudiaste entonces?
-Siempre me gustaron los números. Me gustó entender de tipos de cambio, convertibilidad, macroeconomía, micro… entonces surgió la posibilidad de estudiar Licenciatura en Economía en la Universidad de Buenos Aires con el fin de salir del campo y sí verme como una economista, trabajar en el INDEC, en el Banco Central o siendo alta gerencia de algún banco… Esa fue mi idea inicial.
-Elegiste economía, pero ¿tenías en el radar la agronomía y la veterinaria o directamente ni habían calificado?
-Mi papá es veterinario y siempre nos decía “ustedes son mujeres”. Recordemos que hace 25 años eran otras épocas. Y eso de que estemos en la manga, no era para él lo mejor. Entonces nunca se me cruzó por la cabeza ser ni agrónoma ni veterinaria. O ser veterinaria de animales pequeños. Se ve que eso que nos decía mi padre nos marcó porque tanto a mi hermana como a mí nos encanta el campo y yo terminé siendo economista y ella arquitecta.
-¿Cómo fue el primer laburo y cómo llegó la oportunidad en el IPCVA que te volvió a meter en el ruedo… bah, entre corrales?
-La carrera de economía me gusta porque uno puede ser economista duro, finanzas, análisis económicos, etc. Pero es parecido a los médicos, que pueden especializarse en un montón de cosas. La carrera de economía tiene varias materias optativas y vos podés direccionar tu carrera. Una de las materias que elegí fue economía agropecuaria, pensando que me iba a ser más fácil. Mi tesis de grado no sabía para dónde iba a rumbear, pero yo sabía que sabía estudiar y que conocía de campo. Entonces hice la tesis en base a mi materia optativa de ganadería. A través de mi padre me puse en contacto con Gabriel Delgado, quien me llevó a Roberto Bisang. Con él avancé en mi tesis que básicamente era sobre cómo se había visto influido el ciclo ganadero a partir del desembarco de la siembra directa y con los feedlots, etc, en Argentina.
-¿Y entonces?
-Hice la tesis, la defendí y me recibí, Y Roberto me propuso exponerla en un Congreso de la Asociación Argentina de Economistas Agropecuarios. Era noviembre de 2013. La reformulamos y lo presentamos. Fui a presentarlo, y me gané el primer premio del Congreso y el premio del IPCVA. Ahí se me acercó Adrián Bifaretti y me propuso incorporarme al Instituto. Hoy Adrián es mi jefe en el departamento de promoción interna.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?
-Mi trabajo me encanta. Por suerte mi oficina terminó siendo la del IPCVA y no la del INDEC. Muy en contacto con el campo, viajando, conociendo gente y lugares, interactuando con personas y naturaleza. El último tiempo me he dedicado más al análisis de datos y precios, indicadores ganaderos, pero también hacemos mucho el análisis del estudio de los consumidores, por qué toman algunas decisiones, por qué comen más o menos carne, etc.
-También trabajás con los jóvenes…
-Si. Un desafío que me han puesto es conquistar al público joven en la cadena de ganados y carnes. Escuchar tanto las quejas de mis padres y mi abuela también llevó que me desenamore yo el campo, en aquel momento, lo mismo que puede pasarles a otros jóvenes hoy. Si sos agrícola es más fácil, existió un traspaso generacional traccionado por la tecnología y una actividad de corto plazo. A la ganadería, más de largo plazo, ese legado le costó y cuesta más. La idea de que las nuevas generaciones se vuelvan a meter en la ganadería es uno de los desafíos.
-Te cambio de tema. Te llevo al running y cómo empezaste. En un momento tuviste un pico de estrés y cambió tu vida. Me interesa saber, porque por ahí les sirve a otros, ¿Qué te hizo dar cuenta que estabas más estresada de lo común?
-La cosa fue así. Me recibí y yo lo que sabía era estudiar. Por eso, terminé la carrera en julio de 2013 y me anoté en una maestría de economía. El tema es que seis meses después surgió el ingreso del IPCVA, y bueno… la cursada, sumado al estudio, más el trabajo y todo lo nuevo, terminé muy estresada. Entonces empecé terapia. Y mi terapeuta me dijo que yo, por mi profesión, usaba mucho mi hemisferio izquierdo del cerebro, el más analítico, de los datos duros, y poco el lado derecho, que es donde está la creatividad y lo artístico. Por eso me sugirió que tenga más contacto cotidiano con la naturaleza y cosas que me permitiesen ese desarrollo de la creatividad.
-¿Y entonces? ¿Qué hiciste?
-Llamé a una colega y amiga, compañera de la facu, Irina, y empezamos a correr. Yo siempre hice actividad física, pero nunca había corrido. Pero probamos en una carrera de 5k. Y a partir de ahí es que hace 10 años que una de mis grandes pasiones es el running.
-¿Y te sirve eso en algo para tu laburo? ¿En qué vas pensando?
Bueno, si. Nosotros hacemos publicaciones y muchos de esos artículos o el toque final de los mismos viene de ese momento de estar corriendo. Porque me lleva a pensar todo de una forma distinta.
-También empezaste a cocinar. O, digamos, a hacerlo más profesionalmente para usar ese hemisferio derecho de tu cerebro apuntalando la creatividad…
-Siempre me gustó la cocina. Y siempre más lo dulce que lo salado. Entonces me anoté en el IAG, el Instituto Argentino de Gastronomía, con Osvaldo Gross (N de la R: destacado pastelero internacional, conocido por sus programa de TV en “Utilísima Satelital” y en “El Gourmet”) y estudié pastelería profesional. Una carrera que duró dos años. Muy linda. Una vez por semana, cuatro horas. Aprendimos todas las técnicas. Y ahí lo creativo se fue dando. Con todo eso, el pico de estrés que había tenido se fue yendo.
-Quiero volver al running porque no sólo corriste unos pocos kilómetros al trote… ¡Corriste triatlones y corriste un Ironman, la meca de los triatletas!
-Dicen que empezar a correr es como hacerte tatuajes (“Yo no tengo”, aclara), una vez que te hacés uno, ya estás pensando en el próximo. Te hacés uno y querés otro. Después de los 5k corrí en una de 10k, y después la media maratón (21k) y un día me hice maratonista (42k)… Esas metas son excusas para entrenar. Con Irina nos anotábamos en todas las carreras que podíamos Eso fue en 2016/17. Entrenaba todos días. Y ahí me puse de novio con quien hoy es mi pareja que hacía triatlón, entonces, surgió otra meta, otra ambición. Empecé a probar con la bicicleta y a nadar. Cambié de entrenador, porque es más específico, se entrena doble turno. Es muy exigente.
-Claro, uno tiene que tratar de ser medianamente bueno en las tres disciplinas…
-Exacto. Y me animé y corrí un medio Ironman. Que es la mitad de todo, o sea, 1,6 km nadando, 90 km de bici y 21 corriendo. El full es todo el doble en cada disciplina. El que corrí fue en Nordelta. Para mí fue hermoso. Pero hoy no puedo seguir entrenando todo. Se necesita mucho tiempo, dos o tres horas al día y no las tengo. Entonces, volví al running y cada tanto cruzo los entrenamientos y nado un poco, o ando en bici para cambiar los ejercicios. Me gustaría alguna vez hacer el triatlón de Azul, pero necesito tiempo.
-Ahora, como desafío, tenés a tiro el que te puso el IPCVA, del cruce de los Andes.
-Si. En mis comienzos del running me anoté también en carreras de montaña. Porque la idea era de constantes desafíos. Hay una carrera que se llama “Cruce de los Andes” que nunca pude correr, que dicen es increíble, hermosa, que antes se cruzaba la cordillera, Argentina-Chile o viceversa, pero hace unos años que se hace sólo en Argentina. Participan más de 5000 corredores, viene gente de afuera, es muy conocida. Son tres días de carrera, 30 km por día. Necesitás preparación y dinero. Y este año desde el IPCVA con la idea de conquistar diferentes segmentos de la población pensaron que estaba bueno ser sponsor de una carrera de trail. Por supuesto que la voy a correr, soy la embajadora de la carne. Es en diciembre. Voy a correr con otras 4 personas también embajadores. Va a ser un lindo desafío.
-Volvamos a las tortas, ¿Qué es lo que mejor te sale en la cocina?
-Con mi hermana tenemos un emprendimiento que se llama VEO Patisserie, el nombre tiene que ver con el de mi madre completo: Virginia Edith Oste. Nuestro producto estrella es el rogel, es el mejor rogel que ustedes pueden probar (se ríe).
-¿Cómo te despejás la cabeza cuando llegás a tu casa después de un día complicado?
-Salgo a correr, obvio.
-Si tuvieses la máquina del tiempo, o el auto de “Volver al Futuro”, ¿Qué te dirías a vos misma, la Eugenia de los 18-20 años, cuando estabas arrancando tu etapa laboral… ¿Cómo le allanarías el camino?
-Obviamente que cuando fui estudiante tenía unos kilos de más. Era muy exigente conmigo y si no estudiaba para un parcial era lo peor y dejaba la actividad física relegada. Le diría a la Eugenia de 18 que entrene más y que no sea tan exigente en el estudio porque si desaprobás no pasa nada.
-¿Algún país, ciudad o lugar que te gustaría conocer?
-La India. Me intriga esa cultura tan diferente a lo que somos nosotros. Todas las personas que conozco que han ido han vuelto cambiados. Me gustaría poder ir en algún momento.
-¿Y algún lugar que conozcas y recomiendes ir?
-Australia. Soy una persona que amo nuestro país, apuesto por Argentina y nos queda mucho por desarrollarnos. Australia es primer mundo. Me gusta la forma en la que viven, el respeto por el trabajo, pero también por la familia y el tiempo libre.
-¿Tu comida favorita?
-El ojo de bife. Y te digo, me “aporteñé”, porque me gusta bien crudo…. Si dice “Mu”, mejor. Viste que en el interior se come distinto, gusta más a punto o cocido. Yo venía de esa escuela. A los porteños le gusta más crudo. Y a mi, hoy, si está rojo dámelo. Me encanta.
-Cuando elegís una serie o peli, ¿por dónde vas? ¿Qué te gusta?
-No veo tantas series. Suelo levantarme 6-6:30 de la mañana, por lo que a la noche ya temprano empiezo a “pedir la hora juez”. Muchas veces cuando miro tele, elijo programas de actualidad política. Así somos los economistas. Pero para salir del dólar, la tasa de interés y la inflación, después de informarme un poco, voy por el lado de la comedia. Series cortas, algo que me lleve poco tiempo y me distraiga.
-¿Qué superpoder te gustaría tener y por qué o para qué?
-Me gustaría correr rápido.
–Ah, tipo Flash…
-Cuando veo a los keniatas que corren en menos de 4 minutos por kilómetro y yo con suerte a poco más de 5 minutos…
-Si pudieras viajar a algún lugar en el tiempo, ¿Dónde irías?
-Ahí elije la economista. Argentina, año 2001. Los economistas suizos se aburren porque todos los datos son estables. Acá, y más en ese momento, el desafío profesional fue enorme. Digo esto sólo pensando en lo profesional, no pensando en las penurias que vivió la gente.
-¿Qué tema musical elegís para cerrar la nota?
-Elijo “Fix you”, de Coldplay. Esto es gracias a Leonardo “Colo” Mourglia, que es un corredor que también es periodista, santafesino, que hace videos. En uno de ellos, muy emotivo, muestra que siempre se puede, que el running puede cambiar muchos de los malos momentos que tenemos. Y me siento muy identificada con eso. En ese video, usa este tema de Coldplay que elijo. Cuando uno lo ve te hace emocionar porque te muestra las dificultades que siente el corredor a lo largo de una carrera y la emoción que vive cuando pasa el arco de llegada. Yo cada vez que paso un arco de llegada me emociono, me largo a llorar y le agradezco a mis piernas.
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