Obligada a ?salir a vender vacas para achicar?, a la lechería le falta reacción ante una crisis enorme, mientras el Gobierno sigue dormido
La tierra sigue floja en la entrada al tambo, las vacas se agolpan en un rollo y agradecen tener la aguada cerca. La caída de la producción no fue tan marcada por la suplementación que los productores estuvieron dando en la sala de ordeño y también en los comederos, pero la sequía está en el
La tierra sigue floja en la entrada al tambo, las vacas se agolpan en un rollo y agradecen tener la aguada cerca. La caída de la producción no fue tan marcada por la suplementación que los productores estuvieron dando en la sala de ordeño y también en los comederos, pero la sequía está en el aire y es una sensación que no se va.
Son tres años de ir moviendo piezas para que los tambos no se desmoronen, pero muchos hasta acá llegaron.
Las alfalfas no se recuperan, los maíces perdidos de las últimas campañas podrían tener una revancha al final del verano, pero para ese momento ya todo será tarde.
Los grandes, los medianos y los chicos saben que la única opción es achicar, ya no en servicios o en gastos, sino en el rodeo. Hay que salir a vender vacas, al que sea, al que las quiera comprar para lo que le sirva.
No sólo es el clima el responsable, sino que es la política insensata la que fue desbastando a la actividad, por la inacción absoluta, complementada por el desconocimiento, por la falta de decisión y criterio.
Por su parte las industrias lácteas, presionadas entre las amenazas de cierre de exportaciones y los precios pisados al 5% frente a inflaciones mensuales de al menos el doble, con un abaratamiento del consumo, una reducción de la demanda interna, e incluso precios internacionales en baja, dan pelea y al entender la responsabilidad de sostener precios en la materia prima, tironean los balances para también poder pagar el ritmo de inflación en los salarios de los trabajadores para evitar malestares con el gremio.
Claro que el comercio se maneja a discreción y salvo contados casos, remarcan con tranquilidad en las grandes superficies, manteniendo sólo en leche fluida un número atractivo para que ese gancho no se pierda en cada compra.
Este es el marco de la lechería hoy, en una crisis que muchos describen como la mayor desde 1999, como aquella que empezó a limpiar unidades productivas de un mapa que jamás las recuperó y que consistentemente se mantuvo en baja desde ese momento.
El Gobierno se conforma con intentar una estrategia remanida y mañosa, como es la segunda edición del Programa Impulso Tambero. Publicó este miércoles el listado de beneficiarios de esas compensaciones por litro, que llegará con un auxilio devaluado a la mitad de los tambos del país y que no compensa números en rojo desde comienzos de año. Eso es lo único que tienen para hacer.
En abril, cuando comenzara la novela de la baja de retenciones a economías regionales, habían sido las provincias de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos las que pedían como un manotazo que se incluya a la lechería en esa categoría. Aunque sin respuesta, el sector dio nuevas muestras de su irresponsabilidad asumiéndose como un espacio superior, elevado, que no debe tener la categoría de otras producciones y no se sabe por qué.
Donde hay un tambo, sea cual fuere su sistema de producción, además de familias, escuelas, pueblos y servicios, hay un impacto en el movimiento económico que no tienen otras actividades. Esto pasa con las vacas que producen leche sobre la tierra colorada de Misiones, en los tambos minúsculos de Formosa y Chaco, en los que le dan pelea al calor constante en Santiago del Estero, en los que tienen el fresco nocturno de Salta, en los que se abren camino entre la nieve de Neuquén, o en los diversos cuadros de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba e incluso del otro lado del Paraná.
Esta semana, la senadora por Córdoba Alejandra Vigo presentó en su Cámara un proyecto de declaración en el que pide que se considere “a la lechería como economía regional de la Región Centro de la República Argentina, integrada por las provincias de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, que concentra el 70% de los tambos de todo el país, conformando la principal cuenca lechera de Argentina y Sudamérica”. El tratamiento será quién sabe cuándo.
Mientras el propio sector pierde tiempo en un debate inútil, pasa el tiempo y el deterioro suma puntos. Así, como en cada uno de los temas estratégicos del sector.
Hoy achicarse es la única alternativa, en las unidades productivas primarias, en las empresas lácteas, pero también en la cantidad de productos que tienen las heladeras de cada casa. La crisis no frena y se acelera.
El miércoles por la tarde la Secretaría de Agricultura convocó a una reunión al sector industrial, representando por el Centro de la Industria Lechera, la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas y la Junta Intercooperativa de Productores de Leche.
Ante un Gobierno que no puede más que prometer respuestas para el lunes, las empresas de todos los tamaños pidieron cosas concretas.
- La lechería debe tener retenciones 0%, ante un precio internacional que está en 2.700 dólares en promedio por tonelada de leche entera en polvo. Del mismo modo, se debe ajustar el precio nacional de referencia que se ubica en 3.700 dólares, pues hoy no hay negocios más allá de los tres mil dólares.
- Como se le dan beneficios a la soja con un nuevo tipo de cambio especial, la lechería debe tener esa ventaja de una moneda calculada en un aproximado de 450 pesos, para facilitar los negocios externos, claro que sin riesgo de desabastecer al mercado interno.
- Del mismo modo, es urgente la agilización del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA) y la disponibilidad de fondos para poder comprar insumos y repuestos para toda la industria, tanto en empresas como en tambos.
- Finalmente se reforzó el pedido de pago urgente del Impulso Tambero 2, para que la diferencia entre el pago del litro de leche y su costo se morigere temporalmente.
Como si les hablaran de algo inédito, los funcionarios prometieron dar un veredicto en el inicio de la semana próxima.
Cada Gobierno tiene la oportunidad de darle a la lechería algo positivo, que le de un horizonte optimista, porque es un sector que nunca recibe políticas así por su silencio, por su falta de acuerdo interno, por la ausencia de lobby, por los que gritan siempre lo mismo, por no saber reclamar lo adecuado, lo justo, lo fundamental.
Las demoras en la lechería significan menos tambos, la lentitud repercute en las industrias, las pymes y las grandes, pero también en la producción artesanal. Decidir afectar a una producción es una falta que va mucho más allá de la responsabilidad de la función pública.
¿Será el lunes el día en el que cambie la triste historia detrás de las vacas?. A esta altura es difícil de creer.
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