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Lucas Maglio, un hincha del cuervo que cantaba tangos de Castillo, se convirtió en el primer ingeniero acuícola argentino y está cumpliendo el sueño de desarrollar esa actividad en el país

Fuente: Bichos de Campo 14/09/2023 13:03:17 hs

Se crió en las calles del barrio de Boedo. Hincha de San Lorenzo como un devenir lógico. Años más tarde, eligió la acuicultura como formación profesional. En esta nota les propongo conocer la historia del primer ingeniero acuícola argentino, que se formó parte en Argentina y parte en Chile (porque en el país no existía

Se crió en las calles del barrio de Boedo. Hincha de San Lorenzo como un devenir lógico. Años más tarde, eligió la acuicultura como formación profesional. En esta nota les propongo conocer la historia del primer ingeniero acuícola argentino, que se formó parte en Argentina y parte en Chile (porque en el país no existía la carrera de ingeniero). Trabajó muchos años del otro lado de la cordillera soñando con el momento que está viviendo hoy: producir peces en su país. 

Lucas Maglio lidera desde lo técnico un proyecto ya en marcha para la producción de truchas en Piedra del Águila donde una empresa de capitales noruegos empezó a invertir en 2019 y sacudió la modorra de la acuicultura nacional: se proponen producir más pescados ellos que los pescados que cría toda la Argentina. 

Un detalle: el año pasado, en la empresa, concretaron la capacitación de personas con capacidades diferentes en una experiencia increíble no sólo para los jóvenes que hicieron la capacitación y tendrán la posibilidad de ser incorporados, sino también para todos quienes formaron parte de la misma. Fueron 4 personas por mes y tres meses, 12 personas en total. “La piscicultura es una actividad con muchas tareas repetitivas, y la afinidad con los animales es fantástica para ellos, el siguiente desafío es poder sumar algunos este año, a nivel personal es muy intenso lo que vivimos”, contó Maglio. 

Al estilo de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, los invito a conocer esta linda historia que tiene barrio, fútbol, acuicultura, agricultura, amor de familia y sueños. 

-La primera pregunta, para mí, la más importante, es algo que nos une. La pasión por San Lorenzo, “Cuervos”, “Santos de Boedo”, “Matadores”, “Forzosos de Almagro”, “Cara sucias”. Depende de la época. ¿Cómo surgió tu pasión por San Lorenzo? 

-Mirá, yo tuve la suerte de tener una infancia extraordinaria. Tengo la satisfacción de haber sido de una generación pretecnología, así que estar en la calle era algo muy habitual, seguro en esa época. Y Boedo es un barrio muy especial. Se respira San Lorenzo en cada esquina, en cada rincón. Es increíble como el barrio gira alrededor de San Lorenzo. Creo que en los 80, en la época que yo pasé, mi infancia, era mucho más fuerte todavía. 

-Y naciste a tres cuadras de la cancha… 

-Como dijiste, yo nací a tres cuadras del Viejo Gasómetro y recuerdo de jugar de chiquitito en los viejos tablones cuando estaban desmantelando la cancha, que era algo muy triste. Pero te diría que es un barrio futbolero como lo es La Boca, o Núñez o Liniers con Vélez o Parque Patricios con Huracán. La gran diferencia de Boedo, creo que se mezcla, además, la pasión con un, te diría, un entorno poético romántico. Creo que eso, además, constituyó para mí la mejor hinchada del fútbol argentino, que es la de San Lorenzo. No es el club más grande, pero sin duda para mí, San Lorenzo es el equipo que representa mejor el fútbol argentino. 

-¿Qué te acordás de aquellos días en Boedo? 

-Y como te digo, en el barrio era día a día vivir y respirar por San Lorenzo. Ir a la cancha. Yo me acuerdo de que en los años 80 me llevaba mi cuñado Alejandro Fasano. Íbamos mucho a la cancha, años malísimos para San Lorenzo. Recuerdo en el año 89, salimos últimos. Era realmente una catástrofe detrás de la otra. Nos quedamos sin cancha, nos fuimos a la B. Nos iba mal, pero a la vez toda esa catástrofe creo que le dieron épica al club, lo hicieron más grande todavía. Y creo que también toda esa inteligencia que tiene la hinchada de San Lorenzo creo que nace de todo esto. El otro día estaba pensando en esta pugna que había en la década del 20 entre los intelectuales de esa época, entre el grupo de Florida y el grupo de Boedo. Sus armas eran la intelectualidad y la prosa, digamos, termina de alguna forma eso trasladado a la al pueblo de San Lorenzo. Por eso es tán extraordinario ir a la cancha y ver cómo en un minuto a otro los tipos inventan canciones y es una algo muy, muy lindo estar en la cancha de San Lorenzo. Algo que extraño mucho, además.  

-Si tuvieses en el diván del psicólogo y te dice decime lo primero que se te viene a la cabeza cuando te digo acuicultura. ¿Qué cosas se te vienen a la cabeza? 

-En primer lugar, sin dudas un enorme desafío. Es un tremendo desafío, no sólo a nivel personal, sino diría a nivel global. Y ni que hablar de Argentina. El mundo está enfrentando una revolución en la producción de alimentos. Y claramente tiene que haber a futuro con más énfasis una migración de la producción de alimentos de la tierra al mar. Así que lo primero que se me viene a la mente es que es un enorme desafío en lo personal, a nivel global y a nivel regional. 

-¿Por qué ese ese porteñito, criado en las calles de Boedo, estudió acuicultura y se interesó por los peces? A tal punto de ser el primer ingeniero acuícola argentino.  

-En mi caso particular, yo estudié en un colegio industrial en Buenos Aires, en el barrio de Floresta, en el Cornelio Saavedra, y me pongo de pie para nombrarlo. En mi época la preparación técnica era extraordinaria en Argentina. Ahí me recibí de maestro mayor de obras y el paso natural de casi todos mis compañeros era seguir hacia la arquitectura o la ingeniería civil. No era que me desagradaba esta disciplina, pero yo tenía un profundo sentimiento de emprender cosas nuevas. Sumado además a una segunda vocación de querer irme de Buenos Aires. En ese momento tenía un profundo deseo de experimentar cosas nuevas, como por ejemplo ir a vivir solo, mantenerme, estar lejos, tu familia, arriesgarme un poco, tomar un riesgo. Y además, en mi caso en particular, junto con mis hermanos, cargamos una mochila, una linda mochila que fue el legado de mi viejo, que fue un médico, médico/antropólogo, un tipo fuera de serie. Con una sabiduría increíble y en el mundo de la medicina su apellido es muy fuerte y quizás en algún punto hubiese sido de alguna forma cómodo o más fácil el camino si hubiese elegido alguna disciplina que se acerque a la medicina. 

-¿Y entonces? 

-Pasó que no encontraba ninguna que me acercara y tenía básicamente esas dos miradas: buscar algo nuevo, que sea innovador y preferentemente irme de Buenos Aires, porque también siempre me gustó el campo. Yo creo que lo heredé un poco de mi abuelo materno, que es también otro personaje muy particular. El arrancó como peón de estancia y terminó siendo ministrador de estancia gigantescas en la provincia de Buenos Aires, de un tipo que yo no lo conocí, pero mamá me cuenta y me dice que soy, a veces, es un calco de él y eso me pone muy orgulloso porque sé que era un hombre también genial. 

-¿Y la acuicultura? 

-Bueno, en realidad, te soy sincero, me fui a estudiar a acuicultura a Bariloche con muchas dudas estaba realmente convencido. Pero fui a probar con la suerte que mis viejos me bancaron y si no me iba bien podía volver. Pero al poco tiempo me enganché muchísimo, a tal punto que después me terminé yendo a Chile a estudiar Ingeniería Acuícola, una carrera que en Argentina no existía. 

-¿Hasta el momento no existe la carrera de Ingeniería acuícola en Argentina? 

-No, lamentablemente no. 

-¿Cómo fue esa experiencia trasandina? ¿De qué año estamos hablando, qué sensaciones tenés? 

-Yo cuando estaba en el segundo año de la Universidad del Comahue, en Bariloche, empecé a trabajar en el centro de salmonicultura de la universidad, una piscicultura que está camino al Cerro Catedral. Tanto le metí que después me fui a vivir ahí. Así que estudiaba y estaba rodeado de peces todo el día. Y ahí conocí uno de mis grandes amigos que se llama Víctor Fernández, un biólogo marino chileno, y él, como me veía tan entusiasmado, me arengaba para que me vaya a Chile a hacer la ingeniería. Y me contaba un poco desde de su experiencia en Chile, estamos hablando del año 96/97, que se perfilaba como uno de los grandes actores en la acuicultura a nivel mundial. Así que terminé de estudiar en Bariloche, me recibí, me quedé un año trabajando en esta piscicultura y al fin de ese año me fui con mi título, mi mochilita y mi plan de estudios del otro lado de la cordillera. 

-¿Y cómo fue? 

-Arranqué desde Antofagasta, el norte de Chile, la altura de Salta del lado argentino, bajando por todas las universidades donde había acuicultura, a ver en cuál me convalidaban más materias y donde me parecía un lugar ideal para establecerse. Y bueno, ahí encontré Puerto Montt que en aquel entonces ya era el epicentro de la acuicultura junto con Noruega. Me convalidaron muchas materias, unas 11, para una ingeniería que tenía como 49-50 materias. El último año en la Universidad en Chile tuve la suerte de postular a un programa que se llama Semillero de la empresa Marine Harvest, que era la empresa más grande del mundo en producción de peces. Ellos eligen un alumno por cada universidad de acuerdo con el rendimiento y un examen que tomaban para hacer pasantías y después con posibilidad de quedarse trabajando. 

-Quiero que me cuentes un poco de tu visión y tu análisis de lo que representa hoy la acuicultura en contraposición con con la pesca. Y el futuro de eso. ¿Qué es lo que vos ves para la acuicultura a futuro en el mundo? 

-La FAO saca cada dos años un informe de pesca y acuicultura y el de este año (2020) explica claramente que la producción de peces es más lo que la captura, cuando en el año 2000 la producción de peces en acuicultura representaba solamente el 20% del pescado a nivel mundial. Esto te da una pauta del vertiginoso crecimiento que tuvo esta actividad. Hoy se producen entre peces, algas, moluscos, crustáceos, más de 114 millones de toneladas. Hoy en el mundo la proteína que más se produce de proteína de origen acuático. 

¿Te armarías un feedlot de truchas para darle valor a tus granos? Argentina tiene todo lo necesario para transformarse en una potencia acuícola

-¿Cómo está Argentina? 

-A uno le da un poco de frustración cuando esta actividad es tan desconocida, siendo la actividad más importante en la producción de elementos en planeta. Y a futuro, tiene un rol tremendo. Si uno revisa el documento de la FAO, de Naciones Unidas, de la Comisión de la Unión Europea para la Pesca y infinidad de instituciones y especialistas, todo indica que no podemos sostener la demanda de alimentos de la forma que la venimos haciendo. Por la escasez de tierras, de agua dulce para regar y por el cambio climático, entre otras adversidades. Pensando que además en el 2050 vamos a ser más de 9 mil millones de habitantes, con lo cual todas las conclusiones apuntan que, en el mar, hay que pasar a ser cazadores a productores. Esto lo decía el mayor defensor de los océanos, Jacques Cousteau, “tenemos que dejar de ser cazadores para comportarnos como agricultores en el mar”. Y ahí tenemos el mayor desafío como especie para poder sostener la demanda de alimentos. 

-¿Cómo es esa producción? Sin irnos en lo técnico, porque no es la idea de este podcast. ¿Cómo se hace esa producción en el mar o con jaulas? ¿Qué tecnologías hay hoy para poder hacerlo de manera eficiente y sustentable? 

-Exactamente. Hoy el avance de la tecnología y del conocimiento en acuicultura es magnífico, como casi en todas las áreas, pero en la acuicultura en particular se encontró un equilibrio. La mezcla de la más alta tecnología posible, pero en un equilibrio con la naturaleza. Aunque parezca romántico esto te aseguro que es donde tiene que apuntar hoy a la acuicultura. ¿A qué me refiero? Un caso concreto: viste que la producción en el mar está muy cuestionada, sobre todo en Chile. Hay un estigma sobre la salmonicultura por la contaminación y el uso de antibióticos, pero en realidad el mar es tan extenso y diverso en su en sus posibilidades, que una cosa es producir dentro de un mar interior, como pasa en Chile, dentro de un canal rodeado de bosques y de lugares bien concentrados, a producir en mar abierto, que es donde realmente está el el futuro de la producción. 

-¿Cómo es eso? 

-Cuanto más lejos te vas de las costas, menos diversidad ecológica o biológica tenés mares. Todas las riquezas se encuentran cerca de las de las costas. Hace unos años yo hablaba de esto y me tildaban de loco. Había gente que se enojaba conmigo. Pero la verdad es que tenemos más de 4000 kilómetros de perfil marino, ¿como puede ser que no hagamos nada entonces? En 2013 la FAO publicó un documento donde ponen a Argentina en el ranking número uno mundial con potencial para producir en mar abierto. Y eso es algo que no podemos desconocer. Tenemos más de 8000 kilómetros cuadrados de plataforma marina para producir de una forma sustentable con acuicultura. 

-¿Qué ventaja tiene esto? 

-Tiene una ventaja muy importante, que es que los residuos que genere la misma producción de peces, por ejemplo, puede ser aprovechado por moluscos filtradores y las macroalgas pueden ser pueden aprovechar toda la fracción disuelta de los nutrientes que generan peces y moluscos. Esta integración de diferentes organismos en la escala trófica se conoce como acuicultura multi trófica integrada y sin dudas es la forma más sustentable de producir alimentos a futuro. Además, proteínas y alimentos que tienen calidades para la salud humana estén muy por encima de las proteínas que conocemos hoy. 

-También trabajan con cámaras, con sensores para saber cuándo hay que alimentar a los peces en esta jaula flotante ¿Cómo son de grandes estas jaulas flotantes?  

-Yo siempre digo que esta es una actividad en 3D. Porque en agricultura se cuantifica en rendimiento por hectárea. Acá estamos hablando de metros cúbicos. Agregamos el eje Z. La actividad productiva, una jaula de 30 por 30, que es una jaula estándar, me refiero 30 metros de lado por 15 metro de profundidad. Estás hablando de un edificio de cuatro o cinco pisos de altura y eso multiplicado por 24, 30 o hasta 50 unidades, que puede haber un centro de cultivo estándar. Tenés una posibilidad gigantesca de un aprovechamiento espacial y hoy claramente tenés tecnología que, de hecho, con mucho orgullo te puedo decir que por primera vez se usaron en Argentina en nuestro proyecto en Neuquén y Río Negro. 

-¿En qué consiste por ejemplo? 

-Bueno. Hoy tenés sistemas de detección de alimento no consumido, hay sistemas de monitoreo submarino o subacuático donde por medio de la inteligencia artificial y algoritmos detectan cuándo los peces su saciedad. Hoy prácticamente no hay eliminación de alimentos a los fondos de lagos y mares. Obviamente que al principio hubo problemáticas ambientales, pero esto no es un argumento suficiente para decir “no produzcamos peces en el agua porque contamina”. Está muy lejos de la realidad actual. Es una de las actividades más sustentables para producir alimentos que hay en el mundo. 

Contame un poco. Lo mencionaba allí al pasar. Ese proyecto en Neuquén. Que también tiene que ver con un sueño tuyo: hacer acuicultura en Argentina. 

Sí, sí, es algo que me tiene muy contento, muy feliz. Yo llevo en Chile más de diez años en dos períodos. Y como bien decís, las oportunidades y el crecimiento profesional me los brindó Chile. Pero habiendo emprendido un negocio con un par de socios en otro rubro de de nanotecnología, pero con mucho vínculo con la acuicultura, viajé a Perú a instalar una máquina en un lugar donde producían truchas a 4700 metros de altura. No te explico lo que es trabajar y moverse a esa altitud. Allí conocí un proyecto que me enamoró. Eran inversionistas chilenos y cuando le pregunto por qué estaban ahí en ese lugar tan inhóspito, es que una de las razones era la condición sanitaria de ese lugar. Y ahí yo vi todo eso, vi el concepto de producción, certificación libre de antibiótico, libre de químicos, bienestar animal, una alta responsabilidad social. Y todo eso fue lo que me convenció de que eran los candidatos para que yo pueda cumplir el sueño en Argentina. Así que, regresando a Puerto Montt, que es el lugar donde residía, me encontré con esta gente. Estamos hablando del año 2017 y les propuse replicar ese modelo en la Argentina porque había condiciones extraordinarias en la cuenca del Río Limay, lugares donde yo en algún momento también que la producción de truchas y lo conocí y lo conozco muy bien, conozco de sus bondades y de la calidad de agua. 

-¿Y cómo avanzó? 

-Hicimos estudios previos, estudios de línea base que nunca se habían hecho, con sistemas de robótica submarina, o sea, tecnología de punta. Hoy estamos alimentando con sistemas de detección subacuática, con imágenes. Teníamos sistema de control remoto. En mi teléfono puedo ver cuánto alimento se consumió en los factores de conversión. Te diría que sin querer ser soberbio, es el primer proyecto de clase mundial que hay en Argentina y me tiene muy contento que de alguna forma haya sido yo el que los el que disparó. Espero que sea la punta de lanza para que Argentina, de una vez por todas, pueda crecer en esta actividad. 

Hito para la acuicultura argentina: Se exportaron las primeras 5 toneladas de trucha arcoíris criadas en Piedra del Águila hacia Estados Unidos

Hay que destacar que después de varios años de trabajo y esfuerzo, en junio de 2023 pudieron exportar 5000 kilos de trucha arcoíris congelada hacia Estados Unidos. Maglio es country manager de Mar Andino y cree que están preparados para poder superar con esa empresa la producción acuícola de toda la Argentina. Según datos de 2019 toda la acuicultura del país produjo 2500 toneladas por año. El proyecto liderado por Maglio en Piedra del Aguila apunta a producir 15.000 toneladas de truchas plateadas de agua dulce, totalmente libres de antibióticos y de gran calidad. Ah, actualmente emplea 200 trabajadores y para esas 15.000 necesitaría alrededor de 400. 

-Lucas, has participado en charlas organizadas por ACSOJA y has vinculado mucho de desarrollo agrícola con el desarrollo acuícola ¿Cuál es el vínculo que vos ves entre la acuicultura y la agricultura? 

-Absolutamente. Es una pelea que sostengo en todos los frentes porque estoy convencido que la acuicultura tiene mucho más que ver con la agricultura o con la ganadería que con la pesca. Básicamente porque la pesca es una actividad extractiva. Es un cazador que va a cazar un animal y después lo vende. La acuicultura es una actividad donde hay siembra y cosecha, hay tratamientos, hay corrales, hay sanidad, hay recursos humanos. Hay un montón de cosas que están mucho más afines a la agricultura. 

-Además, son complementarias, porque con parte de la producción agrícola se alimenta a los peces… 

Claro que sí. Acordémonos que la acuicultura son peces, moluscos, algas, crustáceos… Es gigantesca. Yo solamente te hago mención en el cultivo de peces, en donde el alimento balanceado representa en gran medida el costo más alto de la producción y el factor más crítico porque repercuten en la calidad del producto final, en la rentabilidad, en impacto ambiental, etc y en este sentido, en los últimos 15 años los alimentos originalmente tenían entre un 70 y 80% de ingredientes de origen marino. Estamos hablando de harina, aceite y pescado. Pero en la actualidad el 80% son insumos de origen vegetal, terrestre. Soja, maíz, trigo, etcétera y ya hay dietas que tienen 0% de componente origen marino y un 100% de proteínas terrestres.

-¿Tenés números de cuánto podría ser la demanda? 

Chile, por ejemplo, produce cerca de 1 millón de toneladas de salmones. Estamos hablando de que puede consumir en el orden de más de 1 millón de toneladas, 1 millón 200 millón 300 toneladas de alimento para peces. Y yo estando en Chile veía todas las semanas camiones con patente argentina que traían aceite de soja, maíz, girasol, trigo, un montón de insumos que también me genera un poco de frustración porque nosotros tenemos todo para hacerlo en la Argentina. 

-¿Por qué no sucede? 

-Lo paradójico es que Argentina importa todos los años más de 10.000 toneladas de salmón y trucha de Chile. Por eso siempre insisto y me gusta participar de ACSOJA, porque creo que el agro tiene un tiene una capacidad de emprender esta actividad y hacerlo bien, muy grande. 

-¿Cuáles son los mitos de la acuicultura? Te has “peleado” virtualmente con varios que hablaban mal de la acuicultura. Cocineros de renombre que fustigaban la cría de salmón o que ponderaban en el veganismo.  

-Yo creo que ahí hay varias cosas metidas en el medio. Primero que a mí me apena mucho cuando atacan esta actividad, muchas veces con pocos elementos de análisis. La verdad que ese ataque no tenía sentido. En el caso puntual del canal de Beagle, que era un lugar que yo coincido, que no es el mejor lugar para pensar una producción industrial, pero no se puede llegar a una conclusión tan tajante como decir hay que suspender la salmonicultura. Eso es como decir que como se cayó un avión, vamos a suspender la navegación aerocomercial. No, tiene sentido. Como digo, es una actividad para producir alimentos que creo que tiene la mayor posibilidad de ser sustentable comparando con vacas, cerdos, etcétera O sea, si definimos que hay que eliminar la producción de peces porque contamina o no es sustentable, tenemos que en el mismo momento dejar de producir vacas, cerdos y pollos, porque tienen muchísimo más impacto ambiental que salmonicultura. 

-¿Creés que se han hecho cosas mal y se agarran de ahí? 

-Si, claro, por supuesto, hay casos que son nefastos y que han generado impactos ambientales considerables, pero hoy la mayoría de las empresas han evolucionado. La industria evolucionó. Incluso en Chile hay muchas empresas que producen sin antibióticos. 

-Nos metimos con el derrotero tuyo en acuicultura. Quiero ahora terminar con algunas otras cosas personales para conocerte un poco más. ¿Qué haces cuando llegás a tu casa un día largo de laburo, qué es lo que te permite resetearte, despejarte y volver a empezar?  

-Ahí tengo un problema porque me gustan tantas cosas que a veces le pido al universo de las filosofías orientales que hablan de la reencarnación que sean reales porque me hacen falta 200 vidas para hacer todo lo que me gusta hacer. Me gusta jugar al fútbol, juego al tenis, juego de ping pong, toco la guitarra, me gusta cantar, me gusta contar chistes, jugar a ser relator. Tengo un amigo de una radio en Mataderos, le mando relatos de amigos y realmente es una infinidad de cosas que me gusta hacer. Pero tengo una enorme virtud que es todas estas que hago las hago mal (se ríe) Por eso me gustaría varias vidas para dedicarme a cada cosa en una vida distinta.  

-¿Qué es lo que más te gusta tirar a la parrilla cuando prendes el fuego? ¿Qué te sale mejor? 

-Hace poco descubrí algo que para muchos amigos en Argentina es como insultarle a la madre.  Me gusta mucho hacer asado. Tengo una parrilla. Invertí en la parrilla que es mi juguete favorito en mi casa en Chile. Me cuesta mucho en Chile porque los cortes son distintos, pero el vacío me gusta mucho. Hace poco descubrí hacerlo con una una especie de espiedo. Eso es un aparatito que va arriba la parrilla y es un fierrito que va dando vueltas y el vacío lo vas haciendo una forma muy pareja, muy lento, te hablo de dos horas o más o una colita de cuadril. 

-¿Y de pescados? 

-Aprendí en Chile y después lo corroboré en Japón, que el pescado la mejor forma de comerlo es crudo, pero tiene que ser pescado de cultivo, porque los pescados silvestres pueden tener una carga de parásitos. El salmón crudo, en sashimi es de las cosas más ricas que hay. Si lo pones al lado de un vacío me costaría mucho inclinarme por uno u otro. 

-¿Qué legado tenés de tus padres, tanto de tu madre como de tu padre?  

-Mirá, mi papá murió hace unos años, pero de él me queda su enorme profesionalismo, una humildad gigantesca. En la medida que él fue creciendo como profesional, se fue haciendo cada vez más humilde. De ahí la importancia de vivir en paz, de privilegiar la paz y fundamentalmente los afectos. Y mamá, es el amor en su máxima expresión. O sea, de mi vieja, el amor más fuerte que uno puede sentir por alguien. De mi madre tengo también el orden, a veces estoy tocando con algunos trastornos obsesivos del orden de las cosas. Pero tuve la suerte de tener un sabio de papá y un ángel de mamá. 

-¿Y qué te gustaría dejarle vos a tus hijos? 

-Tres hijos tengo y en realidad me gustaría que… y de alguna forma lo estoy viendo y me pone muy contento. Que tengan curiosidad, que tengan curiosidad y que tengan ganas de emprender. Que tengan ganas de desafiar las cosas que están establecidas. Siempre con humildad y con respeto y con mucho profesionalismo. Eso por un lado pero principalmente también me gustaría que ellos tomen y que vean el amor que siento por mi mujer y esto es mutuamente. Y que entiendan que no hay nada más lindo que pasar la vida con alguien a quien amas.

-¡Qué lindo! Ahora te propongo un ping pong, te digo, te voy a decir tres palabras y vos decime lo primero que te sale cuando te digo esas palabras. La primera es “Chile”. 

-Aprendizaje. 

-La segunda es “salmones”  

-Como te dije, un alimento de características extraordinarias que ojalá algún día pueda estar al alcance de todo el mundo. 

-¿Lucas Maglio? 

-Es jodido porque es muy difícil no caer en una posición media egocéntrica. Yo me identifico con Luis “Lucho” Malvárez.  

-¡El cuatro San Lorenzo, década del 80! 

-Yo soy un marcador de punta con alguna esporádica llegada al gol, pero que a pesar de las limitaciones técnicas y de un de un entorno muy adverso, me acuesto todas las noches con el sueño de salir campeón. Ese soy yo. 

-Bueno, Lucas, gracias por abrir las tranqueras de tu vida, hacía tiempo que quería hacer esta charla con vos. Como cierre, elegite un tema musical. 

-Yo escucho de todo y la verdad que no me limito a nada. Jazz, folklore y rock, lo que sea, pero quisiera terminar con un tango que se llama “Mano Blanca”, si es posible en la versión de Alberto Castillo, que es un tango que de chiquitito cantaba con mi viejo. Eso me haría muy feliz todo. 

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