Maní en expansión: ¿Estarías dispuesto a dejar que te “rompan” el suelo del campo a cambio de un negocio exitoso?
A partir del anuncio oficial de intentar subir retenciones a las exportaciones argentinas, se abrió un interesante debate en redes sociales y ámbitos del sector donde el maní fue el protagonista. Este debate en torno al cultivo, su producción, rentabilidad y aporte al fisco tuvo como disparador el incremento de derechos de exportación, ya que
A partir del anuncio oficial de intentar subir retenciones a las exportaciones argentinas, se abrió un interesante debate en redes sociales y ámbitos del sector donde el maní fue el protagonista.
Este debate en torno al cultivo, su producción, rentabilidad y aporte al fisco tuvo como disparador el incremento de derechos de exportación, ya que el Poder Ejecutivo en un primer momento intentó gravar la exportación con un 15%, luego se contempló su exclusión, para finalmente terminar en 0% luego del anuncio del ministro Caputo de eliminar el paquete fiscal de la Ley Ómnibus que contenía las retenciones.
Con el debate abierto, el maní está en el ojo de la tormenta, dado que manejo es al menos controversial en nuestro país, y nada parece detener la onda expansiva del cultivo, incluso avanzando a paso firme en la zona núcleo.
Es que para hacer maní, los campos deben descansar al menos unos 5 años, no se puede hacer maní cada año. Este cultivo anual debe ser rotado con otros para poder volver a implantarse en ese mismo lote. De ahí que la superficie para cultivar debe crecer, empujado esto por las empresas que industrializan maní, quienes realizan los contratos, y quienes no pagan retenciones a las exportaciones. Hasta ahí todo pinta bien para el maní. La expansión se concreta de forma exitosa.
La cuestión es que las procesadoras de maní se encuentran en su mayoría en Córdoba, y también la mayoría de las hectáreas en las que se siembra. Y para apuntalar la expansión, el maní ya superó los límites provinciales de Córdoba, y se fue yendo al sur, donde desde hace algunos años en el norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe no es extraño encontrar lotes sembrados de maní.
Es que en esa zona, la llamada zona núcleo, donde los rendimientos de los cultivos suelen ser altísimos por las precipitaciones y las condiciones del suelo, el maní entra a competir contra la soja y el maíz de una forma salvaje.
Y ahí surge el primer gran problema que sufre la expansión del maní. Compartir hectáreas con los principales granos de verano como soja por ejemplo, requiere que los productores que alquilan sus lotes al maní, dejen que se “rompa” el suelo.
Para cosechar el maní se hace un arrancado de forma mecánica para extraer las vainas que están bajo tierra, lo que para muchos significa “disquear” la tierra, algo que está catalogado casi como un pecado por Aapresid, la asociación de productores de siembra directa. Es que justamente la siembra directa pugna por lo contrario, por no “romper” el suelo.
El tema es que se cobra bien por esa rotura de suelo. Pan para hoy.
Esa expansión sugiere entre lo productivo y lo comercial, decisiones difíciles para los productores. La expansión del maní puede llegar a pagar unos 800 dólares la hectárea de alquiler de los campos de la zona núcleo, lo que para muchos representa dinero sin riesgos, pero a sabiendas que se retrocede con lo que marca el manual “del buen directosembrador”.
Un referente comercial de una de las compañías más importantes de producción de maní explica a Bichos de Campo que uno de los motivos de la expansión es lo sanitario. En la zona de Córdoba hay ciertas enfermedades, como carbón, que han golpeado mucho los rendimientos.
Es por eso que por ejemplo en el norte de Buenos Aires, los rendimientos del maní alcanzan niveles superiores que los históricos de Córdoba, aunque todo dependa de la fecha de siembra. Entonces la competencia del maní que se autopercibe economía regional y batalla bajo esa nomenclatura, es desigual. Se enfrenta a la soja y el maíz que si pagan retenciones a la exportación, aunque los costos de producción son más bajos.
En la 20220/23, la campaña de la sequía, el maní ganó un protagonismo singular en el área sembrada, ya que ante el riesgo de una cosecha magra o nula, que fue lo que terminó ocurriendo, muchos productores optaron por alquilar sus tierras a los productores de maní, para poder tener un ingreso seguro ante el panorama que se venía.
Lo financiero pasa a ser imperioso para el productor que decide o no alquilar un año para maní. Las empresas buscan hectáreas charlando, buscando gente referente de la zona a explorar. Buscan ir alquilando e ir ganando terreno de a poco.
El precio a pagar depende de la calidad del lote y de la capacidad logística, es decir que cuanto más grande el campo, mejor es la logística, porque las maquinarias de maní son más grandes que las tradicionales. Las empresas que siembran tienen eso en cuenta a la hora de pagar el alquiler.
Si el campo agiliza la logística de la maquinaria, se puede pagar un poco más, pero según el represente comercial de la empresa manicera consultado por este medio, “el número es de 800 para arriba”. Esto es 800 dólares por hectárea en suelo con las mejores condiciones.
En esta expansión, las empresas que siembran compiten entre ellas también por la disponibilidad de tierras, ya que no todos están dispuestos a alquilar al maní. Todas las empresas que se dedican a esto están en crecimiento, agregando áreas sembrables, y van generando esa competencia que hace que se pague un poco más por la hectárea.
A la expansión del maní es necesaria explicarla desde diferentes aristas, ya que representa un complejo mundo. En estas páginas seguiremos analizando cada uno de esos puntos y sus voces, para entender mejor porque el maní comenzó el éxodo cordobés, y ahora le arrebata tierras a las grandes commodities de exportación.
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