“No hay ningún interés en mantener lo que tenemos ensamblado y en marcha”, reclaman desde la Facultad de Agronomía de la UBA, a horas de una nueva marcha en defensa de la universidad pública
Hace tiempo que las alarmas del sistema de ciencia y técnica argentino se encuentran encendidas. La coyuntura económica negativa que atraviesa el país desde hace varios años, y que se profundizó fuertemente en los últimos meses, dejan entrever los desafíos a los que ese sector científico-tecnológico se enfrenta, que se agudizaron frente a claras políticas
Hace tiempo que las alarmas del sistema de ciencia y técnica argentino se encuentran encendidas.
La coyuntura económica negativa que atraviesa el país desde hace varios años, y que se profundizó fuertemente en los últimos meses, dejan entrever los desafíos a los que ese sector científico-tecnológico se enfrenta, que se agudizaron frente a claras políticas de y desinversión de las universidades públicas y de organismos públicos como el Conicet.
Así es como lo expone la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), que a horas del inicio de una nueva marcha en defensa de las universidades públicas publicó una carta al respecto.
Un trabajo previo elaborado por Daniel Miralles (profesor de la cátedra de Cerealicultura de Fauba) dio cuenta –en base a datos del Banco Mundial- que la inversión en el sector científico argentino, comparada con los estándares globales, se mantiene rezagada y estancada desde hace varias décadas.
La carta apunta a matizar el panorama y a analizar la coyuntura desde su impacto sobre todo en las universidades. “La Argentina es heterogénea en cualquier dimensión que elijamos para describirla. Lo aprendimos en la primaria a la par que trabajábamos sobre los diferentes mapas que nos proponían nuestras maestras y maestros. La realidad suele mostrar más pliegues que los que las estadísticas que se usan para analizar políticas públicas”, inicia la misiva publicada por Martín Aguiar, investigador del Conicet y profesor de la Facultad.
Respecto del financiamiento destinado a estas instituciones educativas, Aguiar dio cuenta de que, aunque fueron bajas, se emplearon en forma virtuosa.
“La Argentina puso en funcionamiento el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT) y el Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR) al crear la Agencia Nacional de Promoción Científica, Tecnológica y de Innovación, y también creó la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU). Ambas instituciones —Agencia y CONEAU— cumplieron un papel importante organizando el sistema académico, tanto en lo referido a la financiación de proyectos como a la formación de talento”, señaló el investigador.
Y agregó a continuación: “Creo que un buen indicador del impacto de esa inversión es la historia del desarrollo humano de nuestra Facultad. Esta dinámica de cambio virtuosa —medida en lustros o décadas— está muy asociada al desarrollo de todos los posgrados que se crearon en la Escuela para Graduados Ing. Agrónomo Alberto Soriano y, obviamente, a las políticas internas de nuestros decanos y Consejos Directivos. También debemos incluir la creación de tres institutos y la obtención de un número creciente de proyectos de la Agencia. Los proyectos de investigación, según sus directores, tuvieron una financiación subóptima. Sin embargo, fueron una plataforma sólida para que se formaran muchos jóvenes docentes, hoy piezas clave en nuestras carreras y en la vida académica de la Facultad”.
Otro párrafo apunta al análisis de la coyuntura actual, donde la carta reconoce que el Banco Mundial no publicó los indicadores de inversión de los últimos meses. Aún así, afirma que el panorama no da lugar a dudas.
“Como indicó Miralles, hay una política clara de desfinanciación y desinversión de las universidades públicas y de organismos públicos como el Conicet. Quizás lo más trascendente es que el Poder Ejecutivo ha manifestado que no hay ningún interés en mantener lo que tenemos ensamblado y en marcha. Es más, hay declaraciones explícitas antes y después de las elecciones que indican la decisión de desmantelarlo por completo”, sostiene la carta.
En cuanto al humor de quienes ya han pasado crisis previas, Aguiar señaló que en este caso es difícil mantener una visión optimista asociada a un mediano plazo.
“Eso es válido para estamentos más avanzados en la carrera académica. En cambio, no es el caso para las y los más jóvenes. Muchos trabajamos, sobre todo, para formar docentes e investigadores y no tanto en nuestros objetivos de carrera personal, o lo hacemos de manera complementaria. Personalmente, no creo que haya posibilidades de esperar, pues se está quebrando el esfuerzo y, en particular, la dinámica de desarrollo de equipos de investigación y de personal joven ya calificado”, afirmó.
“A mí me interpela que las políticas en Ciencia y Técnología actuales interrumpen un proceso de formación de talentos que es clave para el crecimiento. De esta manera estamos generando una deuda para el futuro de la Argentina. Como lo desarrolló el CIN en sus declaraciones durante 2024, en muchas de nuestras provincias, el sistema nacional de becas es clave para el crecimiento y el desarrollo de las universidades y para la formación de los profesionales que necesita nuestro país,” agregó en esta línea.
Finalmente discutió la postura adquirida por el sistema académico nacional, considerando que no debería reflejarse en un modelo individualista, ni ponerse en el papel de “perseguido”.
“Tenemos que sentirnos parte de la sociedad argentina. Ser parte no es gritar ‘estoy acá’. Es dar cuenta de eso que menciona Miralles: hay una asociación entre “la inversión en ciencia y […] el salario mínimo o el ingreso per cápita”. Este es el sentido en el que planteé los dos matices anteriores”, consideró Aguiar.
“También es importante tener presente que los aportes a la sociedad de muchos de nuestros programas de investigación no resultan en patentes de interés empresarial (al menos, no en el corto plazo). Sin embargo, desarrollan tecnologías de procesos no apropiables que potencian la producción agropecuaria al mejorar el manejo de los cultivos. Un ejemplo es el programa de investigación de Miralles y otros en el Departamento de Producción Vegetal”, concluyó.
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