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Una solución no exenta de problemas: el dólar unificado y el espíritu inquebrantable del productor argentino

Fuente: Infocampo 14/08/2025 16:39:09 hs

La reciente unificación cambiaria vino a corregir distorsiones, pero los precios de insumos y maquinaria no bajaron en la misma proporción que subió el tipo de cambio oficial, y el margen de rentabilidad se achicó abruptamente. Y, sin embargo, hay algo que no cambia: el productor argentino sigue sembrando.

Por Lisandro Pacioni – Fundador y CEO de Malevo

Durante años, el agro argentino convivió con un juego de espejos: un dólar oficial artificialmente bajo para importar y otro, mucho más alto, para exportar.

En la teoría económica, esa diferencia debería haber favorecido a quienes producen y venden granos. Pero la realidad fue muy distinta.

Mientras el dólar oficial permanecía atrasado, los precios de insumos y maquinaria se formaban como si ya se calcularan al dólar libre.

No era un capricho: los proveedores, anticipando una inevitable corrección cambiaria, ajustaban sus listas con un “dólar de reposición” que poco tenía que ver con el valor oficial.

Una sembradora, un lote de fertilizante o un paquete de agroquímicos terminaban costando en la práctica un 20%, 30% o hasta 40% más que lo que indicaba la etiqueta en dólares.

El economista David Ricardo, en su teoría del valor y de la ventaja comparativa, planteaba que la competitividad real no se define sólo por la capacidad productiva, sino por el costo de los insumos. En Argentina, esa ecuación quedó distorsionada durante años.

EL SINCERAMIENTO: UN SOLO DÓLAR, UN NUEVO PROBLEMA

La reciente unificación cambiaria parecía venir a corregir esas distorsiones. Y, de hecho, eliminó el doble estándar cambiario.

Pero el golpe de realidad fue otro: los precios de insumos y maquinaria no bajaron en la misma proporción que subió el tipo de cambio oficial.

Es decir, la “ventaja” del dólar barato desapareció, pero los valores quedaron altos. Y con precios internacionales de los granos que no subieron al mismo ritmo, el margen de rentabilidad del productor se achicó abruptamente.

En términos simples: el costo de producir creció más rápido que el precio de lo producido.

Según estimaciones privadas, en algunas zonas núcleo la relación insumo/producto se deterioró hasta un 15% en esta campaña.

MENOS MARGEN, MÁS PRECISIÓN

En este nuevo contexto, el acceso al crédito dejó de ser una herramienta de crecimiento para convertirse en un salvavidas.

Poder financiar insumos, maquinaria o servicios a tasas competitivas puede definir si una campaña es viable o si directamente no se siembra.

La lógica cambió: ya no alcanza con “comprar cuando se puede”. Hoy, la producción exige un cálculo fino, donde cada dólar, cada quintal y cada hectárea tienen que rendir más.

Esto implica medir tiempos, coordinar servicios con precisión y optimizar desplazamientos de maquinaria para no perder ni rendimiento ni dinero.

El efecto cascada sobre toda la cadena

La economía del agro es sistémica: lo que le pasa a uno, repercute en todos.

Cuando el margen del productor se achica:

  • Se postergan o reducen labores.
  • Los contratistas —responsables de más del 70% de los trabajos a campo en Argentina, unas 70 millones de hectáreas al año— ven caer su volumen de trabajo.
  • Los concesionarios venden menos maquinaria.
  • Los proveedores de repuestos, insumos y hasta los comercios de los pueblos sienten la retracción.

Es la clásica “cadena de transmisión” que describen los manuales de macroeconomía, pero vivida en carne propia en cada campaña.

EL PRODUCTOR ARGENTINO: UN CASO DE RESILIENCIA “EXTREMA”

Y, sin embargo, hay algo que no cambia: el productor argentino sigue sembrando.

Ajusta costos, reordena planes, renegocia con proveedores, busca financiamiento, pero no se baja de la cancha.

Porque entiende que el agro no es un negocio de un año: es una historia que se escribe campaña tras campaña.

Es un perfil que encaja perfectamente con lo que el premio Nobel Daniel Kahneman describió como “tolerancia al riesgo bajo incertidumbre”: una capacidad de tomar decisiones de inversión en entornos cambiantes, apostando a que el largo plazo pagará el esfuerzo del presente.

LA OPORTUNIDAD DE UN MERCADO MÁS JUSTO

Es decir, que la unificación cambiaria fue un paso necesario, pero no suficiente.

La verdadera oportunidad está en que el mercado sincere los precios de insumos y maquinaria, alineándolos con la rentabilidad real de la producción y no con especulaciones de corto plazo.

Un agro competitivo necesita:

  • Transparencia en la formación de precios.
  • Crédito accesible y previsible.
  • Herramientas que ayuden a coordinar, financiar y optimizar cada labor, desde la siembra hasta la cosecha.

El productor argentino ha demostrado que puede resistir sequías, crisis financieras y cambios de reglas en pleno partido.

Ahora, merece un escenario donde esa fuerza se potencie: un campo donde sembrar sea, además de un acto de fe, una decisión económica sólida, respaldada por un mercado transparente y condiciones que le permitan seguir apostando… siempre a más.

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