La herencia de los tres Juanes: Casi como un juego, los hermanos Galizzi continuaron con la pasión familiar por la ganadería, y eso los llevó a formar una reconocida cabaña ovina en Entre Ríos
Si hay algo que el entrerriano Juan Eduardo Galizzi agradecerá por siempre es haber recibido de su padre, Alberto, la pasión por el campo y por el trabajo duro. Tanto él como sus hermanos –tres mujeres que llevan de primer nombre “María” y tres varones que llevan el nombre de “Juan”- pudieron acceder a una
Si hay algo que el entrerriano Juan Eduardo Galizzi agradecerá por siempre es haber recibido de su padre, Alberto, la pasión por el campo y por el trabajo duro. Tanto él como sus hermanos –tres mujeres que llevan de primer nombre “María” y tres varones que llevan el nombre de “Juan”- pudieron acceder a una educación. Y aunque no todos eligieron vivir de la producción agropecuaria, sí reconocen que en ella se gestó todo su futuro.
Pero hay algo más que el agrónomo, oriundo del distrito de Cuchilla Redonda, cercano a Gualeguay, le reconoce a su padre y es haberle permitido “jugar” a ser cabañero durante su adolescencia, lo que derivó en que la familia sea hoy reconocida por su oferta de genética ovina.
“Mi padre tenía cabaña de bovinos de Hereford, que la habían arrancado sus abuelos y él continuó. También tenía una majada de ovinos con muy buenos animales, pero él no los tenía tan en cuenta porque les tenés que andar atrás. A los 12 o 13 años con mis hermanos empezamos a querer conocer un poco más, y colegas cabañeros muy reconocidos en el país nos enseñaron y ayudaron en el comienzo. Luego seguimos nosotros”, contó Galizzi en una charla con Bichos de Campo.
Aquel acto de generosidad -que pocas veces se ve- implicó para los hermanos un impulso por mejorar las cabezas de Hampshire Down que la familia mantenía en el Establecimiento San Juan. Para 2002, la Cabaña Tres J ya daba sus primeros pasos en exposiciones. Obviamente que eran los tres Juanes, apoyados por su padre, los que arrancaron casi como un juego, los que estaban detrás.
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“La ayuda que recibimos de la cabaña La Entrerriana de Korel es algo a tener en cuenta y a resaltarlo. Ellos nos ayudaron a preparar a los animales en los años que siguieron, porque es una técnica. No es solamente llevar a los bichos”, reconoció el agrónomo.
Con el tiempo los hermanos sumaron más y mejor genética, en algunos casos traída incluso desde Reino Unido, con la cual lograron ampliar la majada en 160 madres, 120 de las cuales son pedigree y 40 son puro controladas.
Esta fue otra de las herencias de su padre Alberto, que fue uno de los primeros en la zona en sumarse a los procedimientos de mejoramiento en el rodeo.
“Él en su momento hizo en la zona la primera transferencia embrionaria aunque no con muy buenos resultados. Sin embargo siguió incorporando genética e inseminando. Creo que sin decirlo, en forma indirecta nos estaba marcando el rumbo”, señaló Galizzi.
El trabajo no se detuvo ahí y por recurrentes pedidos de sus clientes también decidieron sumar ejemplares de la raza Texel, cuyo rodeo hoy alcanzó las 70 madres.
“Las dos razas son carniceras. La Hampshire Down tiene un cordero un poco más pesado, y da un poco más de mellizos que la Texel. La Texel en cambio da un cordero más precoz. Hay para mejorar en las dos razas, que creo que por parte de las dos Asociaciones de Criadores se está trabajando para eso”, sostuvo el cabañero, que hoy acumula varias distinciones y ha exportado genética a Uruguay y Paraguay.
-Además de seguir adelante con la herencia y el trabajo de tu padre, ¿encontrás placer en esa actividad?– le preguntamos.
-Sí. El campo tiene una forma de vida, una tranquilidad, muy linda que por ahí en otros lugares no se ve. Es un poco seguir ese desafío que tuvieron ellos. Hoy capaz que los números o la rentabilidad del sector no sea tan buena como en otras épocas pero uno no baja los brazos.
-¿Querés seguir con esto mucho tiempo más?
-Sí, yo soy ingeniero y asesoro, pero esto me apasiona. Es lo que quiero transmitirles a mis nenes, que el campo es una filosofía de vida. Conozco casos de gente que ha vivido en Capital Federal y se ha ido a vivir al campo, y te dice que vivir acá es otra cosa. Es otra forma de vida.
La misión está casi cumplida. Mientras grabamos esta nota para Bichos de Campo, el pequeño hijo de Juan Eduardo se acercó montando su caballo de palo, boina calada, perro pastor al costado, tratando de arrear las ovejas de la cabaña Tres J para que salieran en las fotografías.
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