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En su madurez, el agrimensor Miguel del Valle Ponce destaca el valor de su profesión ante al explosivo crecimiento agropecuario de su querida Santiago del Estero

Fuente: Bichos de Campo 23/02/2025 16:55:37 hs

Cuando Miguel del Valle Ponce se presenta, debe aclarar que “del Valle” es parte de su nombre y no de su apellido, en honor a la Virgen del Valle de Catamarca. Con 74 años, luce fresco, elegante, con la típica picardía santiagueña y con 48 años de agrimensor sigue casi con el mismo espíritu emprendedor

Cuando Miguel del Valle Ponce se presenta, debe aclarar que “del Valle” es parte de su nombre y no de su apellido, en honor a la Virgen del Valle de Catamarca. Con 74 años, luce fresco, elegante, con la típica picardía santiagueña y con 48 años de agrimensor sigue casi con el mismo espíritu emprendedor y lleno de sueños, como aquel joven que una vez recibido comenzó a pechar la vida.

Miguel del Valle es nacido y criado en la ciudad de La Banda, pegada a Santiago, la capital provincial, ambas separadas por el importante Río Dulce, que en quichua se llama Mishqui (Dulce) Mayu (Río).

En 1973 Miguel se mudó a Santiago capital, donde montó su “Estudio de Agrimensura y Sistemas” con el lema “Para saber dónde estás parado”. Desde 1983 hasta 1988 ocupó el cargo de Director General de Catastro de su provincia. Y recientemente en diciembre de 2023 fue elegido presidente de la Asociación de Agrimensores de la provincia de la misma, que durará hasta diciembre de este año 2025.

Ponce cuenta una curiosidad en su profesión, recordando que durante el primer gobierno del presidente Menem, su actividad de agrimensor quedó relegada, ya que a causa de la “convertibilidad”, todo el mundo obtenía créditos de los bancos, y estos lo contrataban para tasar los inmuebles. Cuenta que llegó a realizar unas 100 tasaciones por día, en promedio, y un total de 40.000, al punto que necesitó formar un equipo de empleados a su servicio para tal fin, porque no daba abasto.

El ingeniero defiende su profesión, explicando: “La agrimensura es fundamental para el desarrollo rural, ya que garantiza la correcta delimitación de la propiedad de la tierra, lo que es esencial para la planificación, la inversión y la producción agropecuaria. Porque no sólo nos limitamos a medir y demarcar tierras, sino también contribuimos a la seguridad jurídica de los productores”.

“Puedo hablar de mi provincia -continúa Miguel-, donde gracias a la plena vigencia de la Ley Nacional de Catastro 26.209, hemos logrado desarrollar un sistema catastral moderno y eficiente, que brinda certeza jurídica a los propietarios y facilita las transacciones inmobiliarias. Nuestro trabajo es clave para evitar conflictos de límites, regularizar la tenencia de la tierra y facilitar el acceso al crédito y a programas de desarrollo rural”.

“La Ley de Catastro Provincial 6339, vigente desde septiembre de 2014, ha posicionado a Santiago del Estero como uno de los sistemas catastrales más avanzados de Argentina -refuerza, Ponce-. El artículo 61 de esta legislación establece la obligatoriedad del certificado catastral para la inscripción de actos que modifican derechos reales sobre inmuebles, cosa que antes quedaba librado a la buena voluntad”, asegura.

“Trabajamos en estrecha colaboración con los productores agropecuarios -detalla, Miguel-, asesorándolos en la planificación de sus tierras, en la optimización del suelo y en la implementación de tecnologías geoespaciales que ayudan a mejorar la productividad. También colaboramos con el Estado en la planificación territorial, la gestión de recursos naturales y en el desarrollo de políticas públicas”.

En su vida, Miguel ha sido un testigo privilegiado del vertiginoso cambio agropecuario que ha experimentado su provincia en las últimas décadas. Esto se ha dado en llamar “avance de la frontera agropecuaria”, y él siente orgullo de haber acompañado ese desarrollo y sobre todo, a la creciente seguridad jurídica en beneficio de los productores de su provincia.

Explica que la zona de los departamentos Pellegrini y Jiménez, al noroeste de la provincia, sobre todo por Isca Yacu, que en quichua significa Dos Aguas -y coincide con Las Cejas, en Tucumán-, con buenos regímenes de lluvias y aguas surgentes muy aptas para los cultivos, el último gobierno militar supo llevar una oleada de coreanos que empezaron a producir porotos, zapallos y “caña” de Guinea para las escobas. Luego vinieron salteños y tucumanos, antes de los años noventa.

Sostiene el ingeniero que a mediados de los noventa, comenzó una nueva oleada de productores provenientes de Córdoba, Santa Fe, Chaco y hasta de Buenos Aires. Esto transformó, no sólo la zona de la estación Isca Yacu, sino casi todos los campos santiagueños, en altamente productivos, con cultivos de soja, maíz y trigo. Tanto, que hoy, casi no se consiguen campos en oferta y él se atreve a decir que actualmente, todo el cordón agrícola que rodea el perímetro provincial es tanto o más ricamente productivo que sus provincias vecinas. Es más, se habla de que Santiago puede llegar algún día a producir al mismo nivel que la Pampa Húmeda.

Y agrega que en la zona Centro Este de la provincia, hacia el norte, desde Quimilí, Tintina, Amamá, Campo Gallo, Sachayoj, nadie daba más de 1 a 5 dólares por una hectárea, en los años noventa. Hoy no se consiguen por menos de 300 dólares la hectárea, y si están trabajados, desarrollados y alambrados, están por encima de los 2000 dólares. Sostiene que hoy la provincia tiene registradas 57.587 parcelas rurales y por lo tanto aún le quedan muchas tierras disponibles.

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Miguel se anima a decir que, en especial, hay una zona triangular muy privilegiada actualmente por la fertilidad de sus suelos y el clima propicio para los cultivos, que se halla entre Pampa de los Guanacos, Quimilí y Bandera, abarcando Los Juríes, El Colorado y demás, que antes, la hectárea costaba unos 30 dólares, y hoy está altamente desarrollada, al punto que casi no se consiguen campos en oferta. Dice que cuestan entre 4000 y 6000 dólares la hectárea, o más.

El agrimensor santiagueño nos brindó algunos datos que comprueban el crecimiento provincial: “Hoy nuestra provincia está en el ranking nacional de agroexportaciones. En 2022 produjo más de 250.000 toneladas de soja; 150.000, de maíz; y 50.000 de trigo. Además, la cría de ganado bovino y caprino es una actividad clave, con más de un millón y medio de cabezas de ganado bovino, por ejemplo. Aunque aún enfrentamos desafíos, como la necesidad de mayor inversión en tecnología, mejora de infraestructura rural y es fundamental seguir trabajando en la regularización de las tierras y en la capacitación de la mano de obra y de los productores”, reconoce Miguel.

Hace unos años, Miguel la convenció a su pareja, la arquitecta María Rosa Secco, con quien acaba de regresar a vivir en su ciudad natal, que estudiara la carrera de martillera pública. Así lo hizo ella, y una vez recibida, él le propuso compartir oficina, donde actualmente tiene su estudio, y ella, su inmobiliaria “María Secco Propiedades”, situadas en la calle 24 de Septiembre 262, primer piso, oficina 3.

Opina María Rosa: “Si bien nuestro servicio integra los rubros rural y urbano, sabemos que Santiago tiene un potencial increíble en sus áreas rurales, especialmente en campos. Y nos dedicamos a aprovechar ese potencial mediante la intermediación en la compra y venta. Para nosotros es fundamental orientar a los interesados, en el modelo productivo que buscan, las características y servicios que brinda el campo que se ofrece, y el valor de mercado. Al complementar el servicio inmobiliario con el de la agrimensura, con Miguel nos posicionamos como aliados estratégicos para quienes buscan desarrollar proyectos agrícolas y/o ganaderos”.

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Cuando Miguel Ponce va a medir los campos, lo acompaña su caschi o pequeño “perro-mensor”, como apoda a su mascota, a la que le puso el nombre de Strong. Reflexiona: “Hay gente que en el transcurrir de sus años ha ido mirando pasar la vida, y hay otros que la han ido construyendo. Yo siempre intento ser de estos últimos y aconsejo a los jóvenes, que no se dejen amedrentar por sus mayores, porque por sólo vivir más, no se acumula sabiduría, sino que depende de la capacidad, el talento y el esfuerzo de cada uno”.

Y culmina: “Me siento un nómade moderno, porque paso mis jornadas laborales yendo a paisajes, tanto llanos como montañosos, exuberantes de flora, como también desérticos salitrales, con calor o con mucho frío, de día o de noche. A veces con riesgo ante una fauna peligrosa, o por quedar en medio de conflictos humanos, o de perderme en medio de un monte cerrado”.

Miguel del Valle Ponce y María Rosa Secco eligen dedicarnos la chacarera del santiagueño Leo Dan “Quiero nombrar a mi pago”, por Alfredo Gómez.

 

 

 

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